Una vez demolida la estructura heredada del Humanismo en la modernidad, el desarrollo de nuevas esferas culturales de valor obligó a buscar nuevos puntos de partida. Ese hipotético “momento cero” se identificó con la página en blanco del funcionalismo ingenieril, o con la abstracción apoyada en el abc de la geometría euclidiana y sus infinitas posibilidades combinatorias. Pero, igualmente atractivo resultó reiterar la pregunta que había caracterizado a la arquitectura a lo largo de toda su historia, acerca del cero absoluto de su inicio.
En la cultura occidental premoderna ese momento cero se había buscado en el contexto del relato bíblico y en el relato profano de la “choza primitiva”. A través de la formulación en clave etnográfica de Gottfried Semper, en la modernidad este último fue el que más incidió sobre las propuestas modernistas. Pero hubo otros cuatro “arquetipos primarios”: la caja muraria, la carpa, el iglú y la caverna. En este breve trabajo me referiré a este último, al que para ser rigurosos deberíamos llamar más bien geo/biomórfico.

Jorge Francisco Liernur es arquitecto por la Universidad de Buenos Aires. Es doctor honoris causa por la Universidad Nacional del Litoral y profesor asociado en el Doctorado en Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Fue investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, curador invitado del Museo de Arte Moderno de Nueva York y decano fundador de la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos de la Universidad Torcuato Di Tella. Es profesor emérito de la misma Escuela donde dirige la Maestría en Historia y Crítica de la Arquitectura.