Discurso de Apertura
Exhibición de Fin de Año
Di Tella Arquitectura 2017
Discurso de Apertura
Esta Escuela
Estos objetos tan extraños y tan bellos, tan diferentes entre sí, y a la vez tan parte de una misma lógica, de una cultura y de una sensibilidad que queremos proyectar más allá de nosotros mismos; estos dibujos, difíciles, inescudriñables, delicados, pasionales; estas ideas tan nuevas como arcanas; estas imágenes, esos croquis y aquellos diagramas; esas palabras escritas, aquellas pensadas, y las otras dichas; estas luces que hoy nos iluminan tan cálidamente; estos gradientes que resuenan con las letras del tarjetón de la exhibición, con los posters del ceac, con los snacks que aún no han probado, o con los hue values de los portfolios de tesis (hues que algunos incluso visten, o llevan en sus cabellos, o incluso dentro suyo); estas estructuras de madera, aquellas de hormigón, aquellas otras tejidas, o estas detrás mío de ladrillos que no son en realidad sino piezas de una transposición con la que el propio Borromini quedaría embriagado; los infinitos laser cuts, cncs, 3d prints; las maquetas de arena, las de papel y las de hilo; las de poliestireno expandido; las de maquinitas y las de plástico; los robots caseros, las programaciones; las cintas pegadas rectas como una regla, agudamente paralelas o perpendiculares, siempre a eje con algo, con el eje de un objeto o con el filo de otro; esos tableros maltrechos tan frecuentemente llenos de objetos inacabados, si no de comidas o de bebidas (aunque no deberían), objetos que corremos solo para abrir nuestras laptops y reunirnos con nuestros compañeros, con nuestros profesores o con nuestros alumnos, ávidamente, con urgencia, como si fuera la última vez cada vez; esos paneles sobre los que colgamos tantas veces nuestros trabajos, o en los que vemos o leemos tantas veces los trabajos exhibidos, o un libro; las ventanas detrás mío a través de las cuales vemos el atardecer y la ciudad, y soñamos nuestro futuro o con nuestro trabajo actual; las ventanas de los extremos laterales en las que vemos las infinitas tonalidades de los árboles transformarse durante el ano mientras nosotros nos transformamos; esos ascensores en los que nuestras maquetas apenas entran o en los que hemos roto alguna, semidormidos, con los ojos rojos; este lugar lleno de cosas, personas, experiencias, búsquedas, deseos, ilusiones, miedos, tragedias y desconfort; esta escuela de la que somos parte y a la que orgullosamente pertenecemos, no es un plano que nos es dado y comunicado, y que recibimos por defecto, sino uno que construimos nosotros mismos, cada día, con cada acción, con cada línea, con cada palabra, con cada error y con cada fracaso. Se trata de un plano de consistencia, que aunque nos precede y nos sucederá (ojalá que largamente), no existía antes de nosotros y no será el mismo tampoco después; un plano que construimos cada día como precondición de lo que hacemos; un plano que determinamos para que nos determine, al que le delegamos nuestra formación sin eludir la responsabilidad de llevarla adelante; un plano que nosotros mismos definimos, en absoluta libertad, para que nos redefina; un plano que tiene la forma que le damos, y que nos da forma; un plano que es objeto de nuestra autoría para que sea autor de lo que hacemos; un plano que nos lleva a espacios que no conocemos pero que confiamos en que podemos configurar; un plano donde todo azar se vuelve necesario, incluso inevitable, un plano donde nada es nunca suficiente; un plano que trabajamos hoy y que nos hace lo que seremos mañana: los arquitectos del presente que vemos, pensamos y hacemos el futuro.
Esta Escuela, como pocas en el mundo, piensa ideas nuevas de arquitectura; ideas genuinamente nuevas, no por lo nuevo mismo, nuevas por construidas, nuevas por incómodas, y no por indeterminadas; ideas no rebeldes sino interesantes; ideas nobles, duraderas; ideas auto-criticas, antes que criticas; ideas que no procuran desbancar o desplazar, sino auto-superarse y construir nuevas formas de poder; ideas aun no canibalizadas por el mercado; ideas que no se apoyan en estereotipos, convenciones, normativas, o falsas determinaciones externas, pero que tampoco las desprecian, sino que las interiorizan y las vuelven relevantes. Esta Escuela piensa modelos, modelos de arquitectura y modelos desde la arquitectura, construcciones singulares y superadoras donde las cosas no son blanco o negro (menos aun grises) sino de colores aun no comprendidos: colores que exigen imaginación. Ni posiciones, ni oposiciones, ni poses, ni posturas, sino construcciones modélicas: formas de pensar que se proyectan en el mundo desde los objetos materiales y lo pintan de su color. Esta Escuela reconoce que las discusiones actuales oscilan entre extremos que solo son irreconciliables por limitados y por pobres de espíritu, extremos que funcionan como meros bandos, como marcas, y como territorios de seguridad: tradicionalismos reaccionarios y pseudovanguardismos cortos de miras, regionalismos oportunistas y globalismos ciegos, procesos auto-mistificados y formas frívolas, sistemas a-culturales y tipos esencialistas, realidades reales y ciencias ficción, miradas donde lo táctil y lo abstracto, lo inteligible y lo sensible, lo mental y lo visual, la experimentación y el oficio no encuentran modos de integrarse sino que se excluyen mutuamente. Así es la vulgaridad que acosa hoy al pensamiento arquitectónico para inhibirlo de pensar, extorsionándolo con facilismos y con dogmas, estériles desde el inicio, obsoletos por defecto. Esta Escuela se mueve con soltura entre los ready-mades a los que el arquitecto suele aferrarse para justificar su hacer. Se mueve sin complejos, los alude sin escrúpulos, los afronta sin clemencia, los reconoce y los despelleja, los abraza para superarlos, los invita y los fastidia. Esta Escuela es el lugar donde el arquitecto decide pensar en lugar de operar por mimesis, el lugar al que invitamos a nuestros otros y les preguntamos con humildad y curiosidad para llevarlos a sus límites mediante la única fuerza de la candidez ilustrada. Queremos de todos ellos algo, para no renunciar a la posibilidad de crecer reduciendo nuestro espectro, sesgando nuestra mirada, o segregando lo que hacemos. Nuestras aulas están llenas de preguntas. Aprendemos sobre todo a preguntar y a cuestionar preguntas mal planteadas. Queremos saber más para complejizar lo que sabemos, no para encerrarlo en supuestas certezas. Introducimos en la arquitectura la capacidad de producir objetos que excedan su capacidad para entenderlos. Intentamos distinguir lo bueno de lo malo, situándonos más allá del bien y del mal. Instalamos formas nuevas en el imaginario arquitectónico. Incitamos sensibilidades incisivas, buscamos generar tendencias y constituir nuevas formas de valor. Esta Escuela de Arquitectura, por eso, hace escuela. Y es por eso que hoy brindamos. Por los pasos dados en esta dirección y por los próximos. Todos somos un singular eslabón en el tejido plural de la Escuela, eslabón que puede darlo vuelta todo, como una media, con una idea formada y formulada desde su propio plano. No son pocas las cosas que hemos aprendido este ano en esta dirección, y les agradezco y brindo por ello. Con lo que, sin mucho más que agregar, y no como un final sino como un principio, quiero pasar la palabra a algunos de nuestros profesores, ayudantes, coordinadores, y alumnos, amigos del conocimiento arquitectónico, ya que hoy el discurso es coral.
Ciro Najle, Decano de la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos, diciembre de 2017.