En los medios

13/04/25
Juan Pablo Nicolini: "El escenario global no ayuda pero tampoco frena el proceso de disciplina fiscal que va a permitir el crecimiento sostenido"
El exrector UTDT y profesor del Departamento de Economía fue entrevistado sobre el rumbo de la economía argentina.
"El dólar se puede escapar y puede haber un poco más de inflación en algún mes pero el superávit fiscal da previsibilidad en la macroeconomía", asegura. "Este Gobierno generó la sensación de que el índice mensual de inflación depende de lo que hacen ellos. Y no es así", analiza. "Que la inflación sea mucho más baja este año que el año pasado, eso sí depende de la política monetaria", agrega. "La guerra tarifaria llevará a una caída del 1 o 2 por ciento del PBI en un año, pero la disciplina fiscal libera las fuerzas creativas del empresariado argentino y hace crecer la economía al 4 por ciento por año durante quince años", sostiene. "Cuando uno resuelve el problema fiscal, no necesariamente resuelve el problema de la deuda que arrastra por los déficits anteriores. El acuerdo con el FMI permite tomar una deuda más previsible", dice.
El destacado economista Juan Pablo Nicolini estuvo en La Repregunta. Desde hace casi quince años, es investigador senior del Federal Reserve Bank de Minneapolis, una de las doce instituciones que conforman el sistema de la Reserva Federal de Estados Unidos, la Fed. Nicolini habla a título personal y sus opiniones no representan al sistema de la Reserva Federal.
Aquí, algunos pasajes destacados de la entrevista.
-Hay un antes y un después del tarifazo global de Donald Trump. ¿Cambia el impacto del acuerdo con el FMI a partir de este nuevo escenario?
-Un poco. Pero no es el factor fundamental. El problema económico de la Argentina es una serie de errores autoinfligidos. Para resolverlos, tenemos que dejar de cometerlos. Hay que tener una política fiscal disciplinada: conseguir que el Estado no gaste más de los recursos que tiene. El nuevo escenario global no ayuda en este sentido: si el mundo estuviera creciendo al 4 por ciento y eso tirara hacia arriba los precios de las exportaciones argentinas, seguro que ayudaría. Pero no es lo fundamental: las tarifas que Estados Unidos le puso a la Argentina son de las más bajas. Además, una parte importante de los productos argentinos no van a Estados Unidos. Por eso el nuevo escenario global no es el factor fundamental. Es el proceso de la disciplina fiscal el que va a permitir que la economía pueda volver a crecer de manera sustentable.
-En el discurso de la Asamblea del 1° de marzo, Milei comentó un paper suyo. Dijo: "muestra que alcanzar el equilibrio en la línea financiera como lo hace Argentina implica que Argentina tiene por delante una tasa de crecimiento sostenida del PBI per cápita del 4,5 por ciento". ¿El nuevo escenario global no impacta en esa expectativa?
-Sí en un punto, pero no en el que más importa. Si un país está creciendo al 4,5 por ciento durante diez años, que un año crezca al 2 por ciento no es importante. El problema de la Argentina es que lleva décadas sin crecer en promedio. Esto es una turbulencia y no ayuda, pero el orden de magnitud es completamente distinto a lo que implica ordenar la economía y permitir que las fuerzas creativas de la Argentina se representen en crecimiento de manera sostenida durante quince o veinte años. Lo ilustro con una imagen: si uno tiene una enfermedad crónica muy grave y encuentra manera de curarla, se puede empezar a recuperar físicamente. En algún momento, una gripe puede llevarte a recaer un poco pero la enfermedad seria es otra. Yo creo que es mejor un mundo sin tarifas. Pero en este río revuelto, hayganadores y perdedores. Hayver cómo queda el total. Pero insisto: esta guerra tarifaria llevará a caída de 1 o 2 por ciento en un año en particular. Pero cuando se lo compara con una disciplina fiscal que libera las fuerzas creativas del empresariado y que hace crecer la economía al 4 por ciento por año durante quince años, termina resultando una pequeña manchita en todo el proceso.
-¿Cree que ese crecimiento del 4, 5 por ciento del PBI por año durante 15 años puede empezar a concretarse en el próximo año, o en este año?
-Sin dudas.
-¿Aun en este nuevo contexto?
-Justo este año estamos rebotando de una recesión. Mis colegas argentinos calculan tasas de crecimiento del 5 por ciento para este año. En este escenario, puede ser que baje a 4 por ciento. Pero va a estar dentro de ese orden de magnitud. Es más importante que se mantenga la disciplina fiscal y que se use el acuerdo con el Fondo para estabilizar la parte monetaria. Venimos con una historia en la que cada vez que el Banco Central entraba en problemas, terminaba mal porque por debajo había un déficit fiscal que estaba empujando. Hoy no hay déficit. Puede haber turbulencia en la medida que se modifique el esquema cambiario. El dólar se puede escapar y puede haber un poco más de inflación en algún mes. Pero el superávit fiscal da previsibilidad en la macroeconomía local.
-Pero el Gobierno venía sosteniendo que la insolvencia del Banco Central era un problema aun cuando no hay déficit fiscal. -Es verdad, pero el problema no es el déficit fiscal sino la deuda del Banco Central. Endeudarse con el Fondo permite cubrir otra deuda que el Gobierno tenía antes de que llegara al superávit fiscal: los déficits fiscales de toda nuestra historia. Cuando uno resuelve el problema fiscal, no necesariamente resuelve el problema de la deuda inicial. Y el problema es que esa deuda estaba en parte en el Banco Central. El acuerdo con el FMI permite tomar una deuda más previsible y negociable a tasas más bajas y con más plazo.
-¿El acuerdo con el FMI es una noticia a festejar o una señal de alerta? El viceministro de Economía, José Luis Daza, planteó la necesidad del préstamo del FMI porque hay una vulnerabilidad, la falta de solvencia del Banco Central.
-El tema tiene que ver con manejar la deuda existente en el Banco Central, como decía, que pagaba tasas relativamente altas y era de plazo relativamente corto. Todo el año pasado, la Argentina tuvo la necesidad de ir refinanciando esa deuda. Eso siempre genera una cierta fragilidad financiera porque el tema es qué pasa después, cuando el mercado no te quiere prestar más. Esta situación internacional hace que el riesgo país suba porque todo el mundo está más riesgoso. Hoy se da una respuesta del riesgo país que no necesariamente es autoinfligida. El contexto internacional hace que esté más presente el riesgo de que no te renueven la deuda. Y en ese sentido, el Fondo Monetario viene y dice "estoy dispuesto a prestar". La expectativa es que genere muchas más garantías de que esta deuda se va a poder renovar. Y que en el caso de que el mercado no lo haga, el Fondo lo va a hacer a tasas más bajas, por lo menos parcialmente. El acuerdo da mucha más espalda financiera para poder enfrentar la deuda de corto plazo heredada.
-Se discute otra razón por la que el gobierno esperara fondos nuevos del FMI: tener libre disponibilidad de una parte, en algún porcentaje, para intervenir en el mercado del dólar.
-El Gobierno mantuvo el cepo pero siempre lo pensaron temporario. El acuerdo con el Fondo le permite al Banco Central pensar en una transición. Les permite tener más respaldo, como vos decías, justamente para poder intervenir puntualmente en el mercado de cambio en esta transición. El ejemplo que más me gusta es el de Chile. A finales de la década del 80, en 1990, cuando Chile vuelve a la democracia, tenía una inflación muy parecida a la que tenemos nosotros hoy, alrededor del 2 o 3 por ciento mensual. Y bajó la inflación al 5 por ciento anual. Eligió hacerlo con mucho tiempo, tardó toda la década del 90 y lo hizo con bandas cambiarías. En vez de fijar el tipo del dólar, le puso un piso y un techo y los fue bajando a lo largo de la década, y así consiguió bajar la inflación. Es un mecanismo posible. Para eso, se necesitan reservas para poder intervenir cuando se llega al techo. No digo que vayan a hacer eso. Pero este gobierno tiene en agenda una transición cambiaria desde el momento cero. Tener reservas permite mayor músculo para responder ante distintos sustos del mercado. No es fundamental pero es conveniente para poder reducir la incertidumbre y la volatilidad. Si no hay déficit, la política monetaria puede garantizar inflación baja en dos años. Pero para la transición es bueno tener reservas para mostrarle al mercado que ante pequeños miedos se puede estabilizar.
-La baja de inflación empieza a mostrar un parate y se acerca otra vez a 3 puntos, aun con todo el ajuste. ¿Se puede complicar esto de que la inflación en algún momento va a tender a cero y que el crecimiento se va a dar?
-Con el crecimiento, ya se estaba viendo. Las estimaciones pronosticaban entre 4 y 5 por ciento de crecimiento para este año. Los aranceles quizás lo frenen en alguna medida, pero la Argentina no es un país tan abierto. Lo de la inflación es un poquito más complejo. Es relativamente sencillo bajar la inflación de 20 por ciento mensual a 2 por ciento. Pero es más complicado bajarla mes a mes de 2 a 0,4 por ciento. Pero estoy convencido de que teniendo superávit fiscal, se pueden hacer muchos tipos de política monetaria para que el año que viene la inflación esté alrededor del 12 por ciento anual, 0 incluso 8 por ciento, es decir, por debajo del 1 por ciento mensual en promedio. Ahora, es mucho más difícil saber si bajará el mes que viene. La política monetaria da respuestas muy claras y contundentes de un año a otro. Pero mes a mes es mucho más difícil pronosticar. Si no hay sobresaltos, y suponiendo que no se salga del cepo y que tuvieran este 1 por ciento de devaluación todos los meses, ¿es razonable esperar que la inflación esté mucho más cerca de 1 por ciento mensual para fines de año? La respuesta es sí.
-Si el dólar empieza a producir desfasajes en todo el mundo y los países empiezan a devaluar, ¿la Argentina va a tener que tomar decisiones también en ese sentido?
-Estamos analizando una hipótesis que no creo que suceda: que el Gobierno mantenga el cepo de aquí a fin de año y que mantenga la devaluación mensual del 1 por ciento. Si se hace eso, es atar la moneda al dólar pero haciéndola ir al 1 por ciento más rápido por mes. Con lo cual, si en Estados Unidos hay una inflación del 3 o el 4 por ciento, uno esperaría una inflación de alrededor del 18 por ciento en la Argentina. Hoy, con una inflación entre 2 y 3 por ciento, está por arriba de una inflación del 18 o 20 por ciento. Durante la transición, es difícil saber qué es lo que pasa mes a mes, cuándo converge. Cuando uno mira otras experiencias, a veces en el siguiente mes no funciona. Cuando pasan períodos relativamente largos, la política monetaria tiende a ser muchísimo más efectiva. Si hay tarifas impuestas por Estados Unidos, se podría esperar que los precios que los argentinos ven bajen un poco. Eso no tiene que ver con un éxito de la política monetaria. Tiene que ver con lo que llamamos shocks reales, que supone que algunos precios bajan y otros suben. ¿Cómo la política monetaria consigue que el promedio de suba de los precios se ajuste? No es un analgésico: te lo tomás y te para el dolor. Es más como los remedios que te bajan el colesterol: los tenés que tomar todos los días y entonces, seis meses después, cuando te hacés el análisis de sangre, el colesterol bajó.
-Ahora, el gran problema para el Gobierno son las elecciones de este año. Necesita mostrar resultados muy contundentes.
-Ahí se mete la política. Este gobier no generó la sensación de que el índice mensual de inflación depende de lo que hacen ellos. Y no es así. Que la inflación sea mucho más baja este año que el año pasado, eso sí depende de la política monetaria. Pero lo que pasa mes a mes depende de un montón de otras cosas. Pero bueno, el Gobierno asumió ese rol y entonces ahora la gente dice: "este mes, la inflación fue de 3 por ciento". No hay mucho que se pueda hacer para que este mes no llegue a 3 porque hay cosas como la estacionalidad. Desde la teoría monetaria sabemos que la política monetaria puede generar inflación baja en el mediano plazo pero que mes a mes pueden estar pasando cosas que no se manejan.
-Hay gran debate sobre la política arancelaria de Trump. Algunos dicen que es cierto que Estados Unidos tiene un déficit en su balanza comercial. Pero el argumento es que se debe a que es la principal economía del mundo y la que más consume. ¿Es sostenible ese argumento?
-El déficit de balanza comercial sistemático, durante muchos años, no tiene que ver con la riqueza. Es como con el déficit fiscal: quiere decir que Estados Unidos está consumiendo más de lo que produce de manera sistemática. Cuando un país tiene déficit de balanza comercial, es que se está endeudando afuera. Parte del fenómeno es que hubo muchísimos bancos centrales que decidieron acumular reservas. La manera más segura de hacerlo es comprar bonos del Tesoro de Estados Unidos. La única manera en que eso puede pasar es que Estados Unidos tenga déficits comerciales. No me preocuparía demasiado por eso, porque la tasa de interés que paga por esa deuda es muy baja. El efecto de subir tarifas es reducir importaciones y exportaciones: no está muy claro que la tarifa sea lo que hay que usar para cerrar el déficit comercial. El efecto es la reducción del comercio internacional. Para mí, el argumento va más por otro lado. Tiene que ver con una posición interna de Estados Unidos: el aislacionismo. Está cambiando el rol de Estados Unidos como vigía de Occidente.
-El presidente Trump le está demandando al Fed que intervenga con las tasas de interés. ¿Cómo puede afectar este movimiento en la Argentina?
-Las presiones del Poder Ejecutivo sobre los bancos centrales son comunes en muchos países. Creo que es más discurso político que otra cosa. De todas maneras, los efectos de la tasa de la Argentina son mucho más grandes que lo que el Fed puede generar. El Fed sube la tasa el 0,5 por ciento. Las subidas de tasas no son buenas noticias para la Argentina pero los porcentajes son muy menores comparado con lo que la Argentina puede conseguir bajando el riesgo país y generando políticas macroeconómicas disciplinadas. O sea, si el año que viene tenemos inflación más baja, si el superávit fiscal se mantiene, si los políticos se pueden pelear pero se mantiene la disciplina fiscal, puede bajar el riesgo país mucho más que de lo que puede subir la tasa del Fed.
-Una mirada más tranquilizadora sobre si la Argentina está más expuesta o no a mayores riesgos en este cambio de escenario.
-Sí. Es más importante que la Argentina haga bien los deberes puertas adentro que lo que está pasando afuera. El contexto internacional ayuda: un viento de cola es bueno para un avión, pero los aviones también vuelan con viento de frente.

El destacado economista Juan Pablo Nicolini estuvo en La Repregunta. Desde hace casi quince años, es investigador senior del Federal Reserve Bank de Minneapolis, una de las doce instituciones que conforman el sistema de la Reserva Federal de Estados Unidos, la Fed. Nicolini habla a título personal y sus opiniones no representan al sistema de la Reserva Federal.
Aquí, algunos pasajes destacados de la entrevista.
-Hay un antes y un después del tarifazo global de Donald Trump. ¿Cambia el impacto del acuerdo con el FMI a partir de este nuevo escenario?
-Un poco. Pero no es el factor fundamental. El problema económico de la Argentina es una serie de errores autoinfligidos. Para resolverlos, tenemos que dejar de cometerlos. Hay que tener una política fiscal disciplinada: conseguir que el Estado no gaste más de los recursos que tiene. El nuevo escenario global no ayuda en este sentido: si el mundo estuviera creciendo al 4 por ciento y eso tirara hacia arriba los precios de las exportaciones argentinas, seguro que ayudaría. Pero no es lo fundamental: las tarifas que Estados Unidos le puso a la Argentina son de las más bajas. Además, una parte importante de los productos argentinos no van a Estados Unidos. Por eso el nuevo escenario global no es el factor fundamental. Es el proceso de la disciplina fiscal el que va a permitir que la economía pueda volver a crecer de manera sustentable.
-En el discurso de la Asamblea del 1° de marzo, Milei comentó un paper suyo. Dijo: "muestra que alcanzar el equilibrio en la línea financiera como lo hace Argentina implica que Argentina tiene por delante una tasa de crecimiento sostenida del PBI per cápita del 4,5 por ciento". ¿El nuevo escenario global no impacta en esa expectativa?
-Sí en un punto, pero no en el que más importa. Si un país está creciendo al 4,5 por ciento durante diez años, que un año crezca al 2 por ciento no es importante. El problema de la Argentina es que lleva décadas sin crecer en promedio. Esto es una turbulencia y no ayuda, pero el orden de magnitud es completamente distinto a lo que implica ordenar la economía y permitir que las fuerzas creativas de la Argentina se representen en crecimiento de manera sostenida durante quince o veinte años. Lo ilustro con una imagen: si uno tiene una enfermedad crónica muy grave y encuentra manera de curarla, se puede empezar a recuperar físicamente. En algún momento, una gripe puede llevarte a recaer un poco pero la enfermedad seria es otra. Yo creo que es mejor un mundo sin tarifas. Pero en este río revuelto, hayganadores y perdedores. Hayver cómo queda el total. Pero insisto: esta guerra tarifaria llevará a caída de 1 o 2 por ciento en un año en particular. Pero cuando se lo compara con una disciplina fiscal que libera las fuerzas creativas del empresariado y que hace crecer la economía al 4 por ciento por año durante quince años, termina resultando una pequeña manchita en todo el proceso.
-¿Cree que ese crecimiento del 4, 5 por ciento del PBI por año durante 15 años puede empezar a concretarse en el próximo año, o en este año?
-Sin dudas.
-¿Aun en este nuevo contexto?
-Justo este año estamos rebotando de una recesión. Mis colegas argentinos calculan tasas de crecimiento del 5 por ciento para este año. En este escenario, puede ser que baje a 4 por ciento. Pero va a estar dentro de ese orden de magnitud. Es más importante que se mantenga la disciplina fiscal y que se use el acuerdo con el Fondo para estabilizar la parte monetaria. Venimos con una historia en la que cada vez que el Banco Central entraba en problemas, terminaba mal porque por debajo había un déficit fiscal que estaba empujando. Hoy no hay déficit. Puede haber turbulencia en la medida que se modifique el esquema cambiario. El dólar se puede escapar y puede haber un poco más de inflación en algún mes. Pero el superávit fiscal da previsibilidad en la macroeconomía local.
-Pero el Gobierno venía sosteniendo que la insolvencia del Banco Central era un problema aun cuando no hay déficit fiscal. -Es verdad, pero el problema no es el déficit fiscal sino la deuda del Banco Central. Endeudarse con el Fondo permite cubrir otra deuda que el Gobierno tenía antes de que llegara al superávit fiscal: los déficits fiscales de toda nuestra historia. Cuando uno resuelve el problema fiscal, no necesariamente resuelve el problema de la deuda inicial. Y el problema es que esa deuda estaba en parte en el Banco Central. El acuerdo con el FMI permite tomar una deuda más previsible y negociable a tasas más bajas y con más plazo.
-¿El acuerdo con el FMI es una noticia a festejar o una señal de alerta? El viceministro de Economía, José Luis Daza, planteó la necesidad del préstamo del FMI porque hay una vulnerabilidad, la falta de solvencia del Banco Central.
-El tema tiene que ver con manejar la deuda existente en el Banco Central, como decía, que pagaba tasas relativamente altas y era de plazo relativamente corto. Todo el año pasado, la Argentina tuvo la necesidad de ir refinanciando esa deuda. Eso siempre genera una cierta fragilidad financiera porque el tema es qué pasa después, cuando el mercado no te quiere prestar más. Esta situación internacional hace que el riesgo país suba porque todo el mundo está más riesgoso. Hoy se da una respuesta del riesgo país que no necesariamente es autoinfligida. El contexto internacional hace que esté más presente el riesgo de que no te renueven la deuda. Y en ese sentido, el Fondo Monetario viene y dice "estoy dispuesto a prestar". La expectativa es que genere muchas más garantías de que esta deuda se va a poder renovar. Y que en el caso de que el mercado no lo haga, el Fondo lo va a hacer a tasas más bajas, por lo menos parcialmente. El acuerdo da mucha más espalda financiera para poder enfrentar la deuda de corto plazo heredada.
-Se discute otra razón por la que el gobierno esperara fondos nuevos del FMI: tener libre disponibilidad de una parte, en algún porcentaje, para intervenir en el mercado del dólar.
-El Gobierno mantuvo el cepo pero siempre lo pensaron temporario. El acuerdo con el Fondo le permite al Banco Central pensar en una transición. Les permite tener más respaldo, como vos decías, justamente para poder intervenir puntualmente en el mercado de cambio en esta transición. El ejemplo que más me gusta es el de Chile. A finales de la década del 80, en 1990, cuando Chile vuelve a la democracia, tenía una inflación muy parecida a la que tenemos nosotros hoy, alrededor del 2 o 3 por ciento mensual. Y bajó la inflación al 5 por ciento anual. Eligió hacerlo con mucho tiempo, tardó toda la década del 90 y lo hizo con bandas cambiarías. En vez de fijar el tipo del dólar, le puso un piso y un techo y los fue bajando a lo largo de la década, y así consiguió bajar la inflación. Es un mecanismo posible. Para eso, se necesitan reservas para poder intervenir cuando se llega al techo. No digo que vayan a hacer eso. Pero este gobierno tiene en agenda una transición cambiaria desde el momento cero. Tener reservas permite mayor músculo para responder ante distintos sustos del mercado. No es fundamental pero es conveniente para poder reducir la incertidumbre y la volatilidad. Si no hay déficit, la política monetaria puede garantizar inflación baja en dos años. Pero para la transición es bueno tener reservas para mostrarle al mercado que ante pequeños miedos se puede estabilizar.
-La baja de inflación empieza a mostrar un parate y se acerca otra vez a 3 puntos, aun con todo el ajuste. ¿Se puede complicar esto de que la inflación en algún momento va a tender a cero y que el crecimiento se va a dar?
-Con el crecimiento, ya se estaba viendo. Las estimaciones pronosticaban entre 4 y 5 por ciento de crecimiento para este año. Los aranceles quizás lo frenen en alguna medida, pero la Argentina no es un país tan abierto. Lo de la inflación es un poquito más complejo. Es relativamente sencillo bajar la inflación de 20 por ciento mensual a 2 por ciento. Pero es más complicado bajarla mes a mes de 2 a 0,4 por ciento. Pero estoy convencido de que teniendo superávit fiscal, se pueden hacer muchos tipos de política monetaria para que el año que viene la inflación esté alrededor del 12 por ciento anual, 0 incluso 8 por ciento, es decir, por debajo del 1 por ciento mensual en promedio. Ahora, es mucho más difícil saber si bajará el mes que viene. La política monetaria da respuestas muy claras y contundentes de un año a otro. Pero mes a mes es mucho más difícil pronosticar. Si no hay sobresaltos, y suponiendo que no se salga del cepo y que tuvieran este 1 por ciento de devaluación todos los meses, ¿es razonable esperar que la inflación esté mucho más cerca de 1 por ciento mensual para fines de año? La respuesta es sí.
-Si el dólar empieza a producir desfasajes en todo el mundo y los países empiezan a devaluar, ¿la Argentina va a tener que tomar decisiones también en ese sentido?
-Estamos analizando una hipótesis que no creo que suceda: que el Gobierno mantenga el cepo de aquí a fin de año y que mantenga la devaluación mensual del 1 por ciento. Si se hace eso, es atar la moneda al dólar pero haciéndola ir al 1 por ciento más rápido por mes. Con lo cual, si en Estados Unidos hay una inflación del 3 o el 4 por ciento, uno esperaría una inflación de alrededor del 18 por ciento en la Argentina. Hoy, con una inflación entre 2 y 3 por ciento, está por arriba de una inflación del 18 o 20 por ciento. Durante la transición, es difícil saber qué es lo que pasa mes a mes, cuándo converge. Cuando uno mira otras experiencias, a veces en el siguiente mes no funciona. Cuando pasan períodos relativamente largos, la política monetaria tiende a ser muchísimo más efectiva. Si hay tarifas impuestas por Estados Unidos, se podría esperar que los precios que los argentinos ven bajen un poco. Eso no tiene que ver con un éxito de la política monetaria. Tiene que ver con lo que llamamos shocks reales, que supone que algunos precios bajan y otros suben. ¿Cómo la política monetaria consigue que el promedio de suba de los precios se ajuste? No es un analgésico: te lo tomás y te para el dolor. Es más como los remedios que te bajan el colesterol: los tenés que tomar todos los días y entonces, seis meses después, cuando te hacés el análisis de sangre, el colesterol bajó.
-Ahora, el gran problema para el Gobierno son las elecciones de este año. Necesita mostrar resultados muy contundentes.
-Ahí se mete la política. Este gobier no generó la sensación de que el índice mensual de inflación depende de lo que hacen ellos. Y no es así. Que la inflación sea mucho más baja este año que el año pasado, eso sí depende de la política monetaria. Pero lo que pasa mes a mes depende de un montón de otras cosas. Pero bueno, el Gobierno asumió ese rol y entonces ahora la gente dice: "este mes, la inflación fue de 3 por ciento". No hay mucho que se pueda hacer para que este mes no llegue a 3 porque hay cosas como la estacionalidad. Desde la teoría monetaria sabemos que la política monetaria puede generar inflación baja en el mediano plazo pero que mes a mes pueden estar pasando cosas que no se manejan.
-Hay gran debate sobre la política arancelaria de Trump. Algunos dicen que es cierto que Estados Unidos tiene un déficit en su balanza comercial. Pero el argumento es que se debe a que es la principal economía del mundo y la que más consume. ¿Es sostenible ese argumento?
-El déficit de balanza comercial sistemático, durante muchos años, no tiene que ver con la riqueza. Es como con el déficit fiscal: quiere decir que Estados Unidos está consumiendo más de lo que produce de manera sistemática. Cuando un país tiene déficit de balanza comercial, es que se está endeudando afuera. Parte del fenómeno es que hubo muchísimos bancos centrales que decidieron acumular reservas. La manera más segura de hacerlo es comprar bonos del Tesoro de Estados Unidos. La única manera en que eso puede pasar es que Estados Unidos tenga déficits comerciales. No me preocuparía demasiado por eso, porque la tasa de interés que paga por esa deuda es muy baja. El efecto de subir tarifas es reducir importaciones y exportaciones: no está muy claro que la tarifa sea lo que hay que usar para cerrar el déficit comercial. El efecto es la reducción del comercio internacional. Para mí, el argumento va más por otro lado. Tiene que ver con una posición interna de Estados Unidos: el aislacionismo. Está cambiando el rol de Estados Unidos como vigía de Occidente.
-El presidente Trump le está demandando al Fed que intervenga con las tasas de interés. ¿Cómo puede afectar este movimiento en la Argentina?
-Las presiones del Poder Ejecutivo sobre los bancos centrales son comunes en muchos países. Creo que es más discurso político que otra cosa. De todas maneras, los efectos de la tasa de la Argentina son mucho más grandes que lo que el Fed puede generar. El Fed sube la tasa el 0,5 por ciento. Las subidas de tasas no son buenas noticias para la Argentina pero los porcentajes son muy menores comparado con lo que la Argentina puede conseguir bajando el riesgo país y generando políticas macroeconómicas disciplinadas. O sea, si el año que viene tenemos inflación más baja, si el superávit fiscal se mantiene, si los políticos se pueden pelear pero se mantiene la disciplina fiscal, puede bajar el riesgo país mucho más que de lo que puede subir la tasa del Fed.
-Una mirada más tranquilizadora sobre si la Argentina está más expuesta o no a mayores riesgos en este cambio de escenario.
-Sí. Es más importante que la Argentina haga bien los deberes puertas adentro que lo que está pasando afuera. El contexto internacional ayuda: un viento de cola es bueno para un avión, pero los aviones también vuelan con viento de frente.

