
7/04/25
Estados Unidos, potencia revisionista
Por Juan Gabriel Tokatlian
El profesor de la Licenciatura en Estudios Internacionales escribió sobre el concepto de "estado revisionista" y su relación con actores internacionales contemporáneos.
La disciplina de las relaciones internacionales exhibe un amplio abanico de teorías que han sido puestas a prueba en estudios empíricos con diversas metodologías.
En ese proceso se han construido conceptos; varios de ellos polisémicos y algunos con un alto nivel de acuerdo entre diferentes paradigmas. Uno de estos últimos es la noción de Estado Revisionista que, de cuño realista, ha sido argumentado principalmente por los estudios sobre la transición de poder.
La idea del Estado Revisionista remite a las motivaciones de las élites y de los líderes. Se trata, en esencia, de un Estado insatisfecho con el orden internacional prevalente y con la distribución de poder existente. Se ha afirmado que las potencias que ascienden se comportan de esta manera.
Temporalmente tienden a aceptar, por ejemplo, la lógica del balance de poder (bipolar o multipolar), pero no se resignan a aprovechar únicamente el sistema vigente. Son oportunistas, agresivos, y expansionistas. Son Estados impulsivos y maximalistas, dispuestos a recurrir a la fuerza si ello fuese necesario.
Si los decisores en la mayoría de los países pueden ser calificados como "halcones" o "palomas", el Estado Revisionista puede ser definido como un "chacal", aunque en tiempos recientes también se han usado los términos "nefasto" y "maligno" para referirse a este tipo de Estado.
Sintéticamente, un Estado Revisionista es aquel que pretende cambiar drásticamente o derribar frontalmente el orden internacional, sus reglas, normas, instituciones y, de ese modo, moldear y determinar la distribución global de poder. Apunta entonces a revisar pugnaz e integralmente el sistema mundial. Claro, no todo intento es inexorablemente alcanzable.
En la orilla opuesta del Estado Revisionista está el Estado pro-Statu Quo. Este busca preservar el orden que contribuyó a configurar porque estaría satisfecho con la distribución de poder establecida y actuaría responsablemente en el escenario internacional. Su propósito entonces es preservar el orden y la distribución de poder instaurada pues, básicamente, ambos le han sido de gran beneficio.
Durante mucho tiempo la literatura de las Relaciones Internacionales señaló a China como el prototipo del Estado Revisionista y a Estados Unidos como el modelo del Estado pro-Statu Quo. Sin embargo, los indicadores del comportamiento de Beijing no reflejan su total insatisfacción ni muestran su propósito de alterar completamente las reglas de juego que han facilitado su auge.
Así como los trabajos sobre la conducta de Washington tampoco muestran su invariada adhesión al estado de cosas existente ni su plena satisfacción con el ordenamiento que encabezó y construyó con otras naciones después de la Segunda Guerra Mundial.
El hecho más significativo del segundo mandato de Donald Trump es, a mi entender, que Estados Unidos se ha convertido en un caso palmario de Estado Revisionista. Pero con un detalle notable: Estados Unidos no es un Estado que en el último cuarto de siglo haya ido acrecentando su poder, influencia y prestigio. Al contrario, se encuentra en un relativo declive.
La coalición gobernante siente que el sistema ya no beneficia enteramente a Estados Unidos y que todas las contra-partes, cercanas, distantes y oponentes, han venido abusando de una presunta generosidad estadounidense. No predomina una renovada ambición hegemónica –que siempre combina una dosis de (mayor) persuasión y (puntual) coerción– orientada a generar un nuevo liderazgo, sino a asegurar un proyecto de dominación en el que impera la amenaza, la retaliación y el chantaje a adversarios, aliados y socios por igual. Washington intimida mediante aranceles desmesurados, deportaciones masivas, anuncios expansionistas y retóricas pendencieras.
A su vez, la administración Trump II retomó y reforzó su desprecio por el multilateralismo, el abandono de los foros mundiales, el debilitamiento de regímenes globales, y el socavamiento del derecho internacional. Para la Casa Blanca las reglas, normas e instituciones que supo promover son hoy obstáculos que imposibilitan Make America Great Again. No sin nostalgia y con ofuscación, se dispone a recuperar una edad dorada que ya fue.
Asimismo, Estados Unidos está reconfigurando drásticamente el proverbial "poder blando" (soft power) que emanaba de dos fuentes: la material y la ideacional. La primera se desplegaba mediante la asistencia en clave benigna; la segunda mediante la promoción del American Way of Life y la propagación de la democracia liberal como resultado de su condición de "Beacon of Democracy".
El componente material –esencial para muchos países del Sur Global– está en proceso de desmantelamiento profundo, por una parte, y por la asignación selectiva a quienes se supediten a fortalecer a…Estados Unidos, por la otra. El componente ideacional es nuevo: la idea del ensanchamiento de la democracia ha sido reemplazada por el fomento de la Internacional Reaccionaria, de la cual Trump es el tótem. Eso, en medio de una transformación institucional, política y social interna que consolida una plutocracia.
Si según la definición corriente, un Estado Revisionista es un actor insatisfecho que apunta a demoler el orden internacional y a redefinir la distribución global de poder mediante prácticas oportunistas, agresivas, irresponsables y expansionistas, Estados Unidos hoy claramente lo es.
En ese proceso se han construido conceptos; varios de ellos polisémicos y algunos con un alto nivel de acuerdo entre diferentes paradigmas. Uno de estos últimos es la noción de Estado Revisionista que, de cuño realista, ha sido argumentado principalmente por los estudios sobre la transición de poder.
La idea del Estado Revisionista remite a las motivaciones de las élites y de los líderes. Se trata, en esencia, de un Estado insatisfecho con el orden internacional prevalente y con la distribución de poder existente. Se ha afirmado que las potencias que ascienden se comportan de esta manera.
Temporalmente tienden a aceptar, por ejemplo, la lógica del balance de poder (bipolar o multipolar), pero no se resignan a aprovechar únicamente el sistema vigente. Son oportunistas, agresivos, y expansionistas. Son Estados impulsivos y maximalistas, dispuestos a recurrir a la fuerza si ello fuese necesario.
Si los decisores en la mayoría de los países pueden ser calificados como "halcones" o "palomas", el Estado Revisionista puede ser definido como un "chacal", aunque en tiempos recientes también se han usado los términos "nefasto" y "maligno" para referirse a este tipo de Estado.
Sintéticamente, un Estado Revisionista es aquel que pretende cambiar drásticamente o derribar frontalmente el orden internacional, sus reglas, normas, instituciones y, de ese modo, moldear y determinar la distribución global de poder. Apunta entonces a revisar pugnaz e integralmente el sistema mundial. Claro, no todo intento es inexorablemente alcanzable.
En la orilla opuesta del Estado Revisionista está el Estado pro-Statu Quo. Este busca preservar el orden que contribuyó a configurar porque estaría satisfecho con la distribución de poder establecida y actuaría responsablemente en el escenario internacional. Su propósito entonces es preservar el orden y la distribución de poder instaurada pues, básicamente, ambos le han sido de gran beneficio.
Durante mucho tiempo la literatura de las Relaciones Internacionales señaló a China como el prototipo del Estado Revisionista y a Estados Unidos como el modelo del Estado pro-Statu Quo. Sin embargo, los indicadores del comportamiento de Beijing no reflejan su total insatisfacción ni muestran su propósito de alterar completamente las reglas de juego que han facilitado su auge.
Así como los trabajos sobre la conducta de Washington tampoco muestran su invariada adhesión al estado de cosas existente ni su plena satisfacción con el ordenamiento que encabezó y construyó con otras naciones después de la Segunda Guerra Mundial.
El hecho más significativo del segundo mandato de Donald Trump es, a mi entender, que Estados Unidos se ha convertido en un caso palmario de Estado Revisionista. Pero con un detalle notable: Estados Unidos no es un Estado que en el último cuarto de siglo haya ido acrecentando su poder, influencia y prestigio. Al contrario, se encuentra en un relativo declive.
La coalición gobernante siente que el sistema ya no beneficia enteramente a Estados Unidos y que todas las contra-partes, cercanas, distantes y oponentes, han venido abusando de una presunta generosidad estadounidense. No predomina una renovada ambición hegemónica –que siempre combina una dosis de (mayor) persuasión y (puntual) coerción– orientada a generar un nuevo liderazgo, sino a asegurar un proyecto de dominación en el que impera la amenaza, la retaliación y el chantaje a adversarios, aliados y socios por igual. Washington intimida mediante aranceles desmesurados, deportaciones masivas, anuncios expansionistas y retóricas pendencieras.
A su vez, la administración Trump II retomó y reforzó su desprecio por el multilateralismo, el abandono de los foros mundiales, el debilitamiento de regímenes globales, y el socavamiento del derecho internacional. Para la Casa Blanca las reglas, normas e instituciones que supo promover son hoy obstáculos que imposibilitan Make America Great Again. No sin nostalgia y con ofuscación, se dispone a recuperar una edad dorada que ya fue.
Asimismo, Estados Unidos está reconfigurando drásticamente el proverbial "poder blando" (soft power) que emanaba de dos fuentes: la material y la ideacional. La primera se desplegaba mediante la asistencia en clave benigna; la segunda mediante la promoción del American Way of Life y la propagación de la democracia liberal como resultado de su condición de "Beacon of Democracy".
El componente material –esencial para muchos países del Sur Global– está en proceso de desmantelamiento profundo, por una parte, y por la asignación selectiva a quienes se supediten a fortalecer a…Estados Unidos, por la otra. El componente ideacional es nuevo: la idea del ensanchamiento de la democracia ha sido reemplazada por el fomento de la Internacional Reaccionaria, de la cual Trump es el tótem. Eso, en medio de una transformación institucional, política y social interna que consolida una plutocracia.
Si según la definición corriente, un Estado Revisionista es un actor insatisfecho que apunta a demoler el orden internacional y a redefinir la distribución global de poder mediante prácticas oportunistas, agresivas, irresponsables y expansionistas, Estados Unidos hoy claramente lo es.
