Di Tella en los medios
Cenital
3/06/24

No fue la pandemia, fue el colapso de la educación

Mariano Narodowski, director del Área de Educación UTDT y exministro de Educación de la CABA, estimó cuánto impactó la pandemia en la educación argentina.



Advertencia: este artículo analiza los nuevos datos educativos que reemplazan a los datos truchos que respaldan la idea de que la Pandemia hizo pelota a la educación. No se la agarren conmigo: en todo caso agárrensela con quienes les sirvieron pescado podrido.

Durante el largo e injustificado cierre de escuelas por el COVID-19, la mayoría de los expertos y funcionarios de educación avizoraba una catástrofe educativa en la que los chicos abandonarían los estudios y los pocos que quedarían aprenderían poco o nada: todo esto construyó un sentido común.

Por ejemplo, el entonces ministro Jaime Perczyk declaró públicamente que un millón de chicos iba a abandonar la escuela: una tontería supina aun en el peor escenario de encierro, pero casi nadie lo objetaba porque contribuía al sentido común de entonces.

Este supuesto abandono masivo se desmintió muy poco después, a inicios de 2021, cuando varias provincias salieron de apuro a comprar sillas y mesas para cubrir un mayor número de alumnos que en la prepandemia. Esto se confirmó luego en las estadísticas oficiales (aunque con variaciones entre provincias).

En cuanto a la calidad educativa, su caída supuestamente se corroboró con las Pruebas Aprender 2021: los resultados se derrumbaron respecto a 2018. Raro. Algunos especialistas (muy pocos, la verdad) entendíamos que el impacto del encierro no podía ser tan grande…

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

En 2022, las nuevas Pruebas Aprender mostraban una recuperación importante respecto del derrumbe anterior y confirmé mi hipótesis sobre la poca influencia del encierro en los resultados educativos. Pero me quedaban dudas sobre qué pasó en 2021.

Esto es Argentina y las respuestas no tardan en llegar. En 2024, y mientras procesaban los datos de las Aprender 2023, el equipo técnico de Educación descubrió que los datos del 2021 que mostraban el derrumbe eran, sencillamente, falsos. Por error, impericia, mala praxis o vaya a saber uno el motivo, la gestión de Perczyk procesó y publicó datos (la aplicación de la prueba había sido bajo la gestión de Nicolás Trotta) que no se correspondían con la realidad, estaban desinflados y mostraban una calamidad inexistente, que después se habría de subsanar en la prueba de 2022, la cual sí fue implementada y procesada por la misma gestión.

Advertencia 2: con los resultados de 2022, los funcionarios cancherearon en los medios sobre las mejoras que no existieron pero que fueron gracias a “sus” políticas de extensión de horas de clase y repartija de libros. No entramos en eso porque este uso político de las Pruebas Aprender viene desde los ´90s.

Una vez corregidos los errores, los resultados de Aprender 2021 terminaron muy parecidos a los de 2016, 2018 y 2022 e incluso algo más altos que 2023. Una catástrofe que no fue.

Los datos marcan que el encierro no generó un desastre educativo: no solo no se produjo el abandono que se vaticinaba por ignorancia o (mal) cálculo, sino que tampoco se demolió la calidad como se ve en este gráfico:

El desastre no es efecto del encierro pandémico. Viene de antes y sigue después: es lo que dicen los datos reales, seriamente procesados, contundentes y difícilmente objetables. Diez años de estancamiento… como mínimo.

¿Por qué la catástrofe educativa por la pandemia no sucedió? Cinco respuestas tentativas:

  1. Hubo una energía fenomenal de docentes, familias y alumnos en un clima social de “saquemos esto para adelante”. A mí, que soy un escéptico empedernido, aún me emociona lo mucho que se hizo a pesar de todo. Ya sé que la distribución social es despareja y el impacto socialmente heterogéneo, pero no seamos tan argentinamente jodidos: algo bueno sucedió gracias al empuje de la gente; sin esta potencia de la sociedad civil, los resultados hubieran sido peores.
  2. Es imposible desconocer la importancia del Zoom, Meet, WhatsApp, YouTube y hasta los cuadernillos ministeriales, a pesar del desprecio de los expertos: la tecnología no fue inocua. Si el COVID-19 nos encerraba en 1999 con fax y celular de tapita no se hubieran logrado ni siquiera los pobres resultados de siempre. Si la tecnología funcionó bien con encierro, las perspectivas a futuro de estas y de otras mejores tecnologías, ya sin encierro, son fenomenales. Se lo digo a los funcionarios que se espantaron en la pandemia: dejen de demonizar a la tecnología educativa, no le conviene al aprendizaje de los chicos.
  3. Es cierto que los problemas emocionales existieron y persisten y deben haber influido negativamente en los resultados.
  4. Es posible que el instrumento de evaluación no sea lo suficientemente sensible a desempeños inferiores a los actuales.
  5. Como vemos en 3) y en 4), todavía faltan estudios estadísticos más sofisticados para encontrar explicaciones menos tentativas y más consistentes. En eso estamos.

Muchos docentes objetan este análisis con su experiencia: en las universidades, los estudiantes llegan con una preparación deficiente desde la secundaria, y en esta, con una base aún más débil proveniente de la primaria. ¿Pero desde cuándo se dice esto? ¿Años? ¿Décadas? Lo que el encierro hizo es acelerar el colapso y sobre todo ponerlo en evidencia a punto tal que lo hemos convertido, equivocadamente, en la madre de todos los problemas pedagógicos. El crimen perfecto. Y esta tozudez no nos ayuda a entender mejor lo que nos pasa.

Ojo, no es para ponernos contentos. Es para ser realistas.

Seguimos congelados, pero en 2020–2021 trabajamos bien y evitamos que suceda lo peor. Sin, y hasta a pesar de, los gobiernos.

El problema no fue la pandemia. Es el colapso de la educación.