Lo que está roto es la política
Mariano Narodowski, profesor de las Maestrías y las Especializaciones en Educación, opinó sobre el estado de la política argentina.
Muchos dicen que la Argentina está rota. Estamos de acuerdo ¿Pero qué es lo que se rompió? Un elemento clave de cualquier sociedad es la cohesión social, el enlace que contiene a sus miembros con una identidad común. En todo grupo humano esto se consigue con la administración del poder para sostener dicha cohesión, aún con cambios relevantes que la sociedad reclame.
Esta administración es el ejercicio de poder al que llamamos “la política”: en la Argentina lo que está roto es la política, a punto tal de que sus protagonistas son blanco fácil de cualquier crítica por falsa o pueril que sea. La percepción del conjunto como “casta” es un reflejo posible de lo que los políticos, como sector, supieron conseguir.
La política es un termostato: cuando el clima social se recalienta por el aumento de la pobreza, la inseguridad o el avance del mercado sobre derechos básicos, la política gira la perilla del termostato hacia abajo para enfriar y equilibrar las posiciones, actuando como un factor de peso.
A la inversa, cuando el clima se endurece por la presencia de monopolios, el avance de corporaciones, de la burocracia estatal, de la economía del delito o de la arbitrariedad (de la policía, por ejemplo), la perilla se gira hacia arriba para calentar.
Pues bien, la política argentina de tanto girarla se quedó con la perilla del termostato en la mano y con ello perdió los instrumentos para enfriar o calentar, condenada a la presión sin filtro de cada fragmento. Obviamente, los sectores de mayor vulnerabilidad socio-económica, las clases medias emprendedoras, los sectores innovadores y de riesgo de la economía y las empresas no rentistas, junto a sus trabajadores, son los más perjudicados.
El Estado es la organización emergente de los consensos de la política, sumado a un sistema técnico capaz de gestionar el día a día del poder. Por lo tanto, la ausencia de termostato impacta de lleno en una acción estatal que acaba por licuar su poder y queda inhibida para construir autoridad.
Además, la política también erosiona a la gestión técnica, reemplazando a los cuadros expertos del Estado por elementos políticos: un manotazo de ahogado para reconstruir el termostato que termina en una patética retroalimentación negativa: peor funciona la administración estatal, más políticos sustituyen a los expertos por lo que se profundiza la incapacidad estatal y así de seguido.
La sociedad está rota porque la política -al romperse a sí- misma rompió a un Estado que se convierte en la mueca de lo que fue: funcionarios frente a una botonera enchufada a cables pelados que no conectan con ningún lado.
En este contexto de ruptura, se propone dinamitar o semi dinamitar al Estado para romper más. Allí donde el Estado ya está dinamitado y lo que vemos son sus escombros.
Ejemplo de esto es el “plan motosierra”, muy seductor para quienes alguna vez cantamos “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Pero es una motosierra igualmente rota, una motosierra sin dientes, incapaz de cortar y atravesar a los sectores más duros y enquistados en el Estado y sus terminales económicas y solo eficaz con los más blandos y débiles. Antes de motoserrear recomiendo arreglar la motosierra.
Volver a la cohesión social con un programa virtuoso que enfríe o caliente a favor del desarrollo y en contra del rentismo y la pobreza requiere antes que una reforma del Estado, un cambio de rumbo de la dirigencia política que genere consensos básicos para volver la perilla a su lugar y reparar el termostato.
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