Di Tella en los medios
El Economista
28/02/18

Eduardo Levy Yeyati: “Los desafíos estructurales son exportar más y crear más empleo”

Por Juan Manuel Antonietta

“Nuestro problema de exportar es estructural e histórico”, dice el decano de la Escuela de Gobierno de la UTDT


El Economista dialogó con Eduardo Levy Yeyati que, además de decano de la Escuela de Gobierno dela Universidad Torcuato Di Tella, es uno de los economistas más influyentes y escuchados del país. Luego de su alejamiento del programa Argentina 2030, Levy Yeyati habló sobre economía, educación, empleo, perfil productivo y más.

¿Cuáles son los principales problemas que observa en la economía argentina? Hay dos grupos de problemas.

Los coyunturales son los problemas de los primeros seis meses de Gobierno: bajar el déficit, bajar la inflación, realinear el tipo de cambio y crecer. Muchos de ellos poseen la dificultad de que son contradictorios entre sí, y estos problemas de seis meses nos están llevando cuatro años. Son desafíos muy complicados, pero vienen encaminados. El año que viene vamos a crecer por tercer año consecutivo, la inflación va a ser más baja que la de este año y la de 2018 menor que la de 2017. El déficit fiscal sigue bajando. El tipo de cambio, como es la variable de ajuste de los otros tres problemas, probablemente siga un poco apreciado, pero una vez que se baje la inflación y el déficit, será más fácil que vuelva a niveles más competitivos. Después hay problemas más estructurales que son esencialmente dos: exportar y crear trabajo. Cada uno de estos problemas poseen muchos frentes distintos. Nuestro problema de exportar es estructural e histórico. Yo lo resumiría en que nos cuesta mucho venderle cosas al mundo desde hace mucho tiempo. En los ‘90 nosotros no exportábamos mucho más que el 10% del PIB. Medido en volúmenes, pese a las devaluaciones que hubo como la del 2002, si bien las exportaciones crecieron en términos de PIB, no lo hicieron en cantidades. Tenemos que encontrar la manera de exportar más porque si no, no vamos a tener los dólares para comprar las importaciones asociadas a un crecimiento de 3% durante diez años. El otro gran problema estructural es crear trabajo, algo necesario para que el crecimiento sea inclusivo y tengás el apoyo político para hacer las reformas que hay que hacer. Entre los coyunturales y estructurales, me preocupan más estos últimos.

El problema exportador que menciona es compartido por gran parte de los economistas. El déficit comercial del 2017 alcanzó los US$ 8.471 millones, las exportaciones sólo crecieron 0,9%% y las importaciones 19,7%. ¿Cómo ve el déficit de cuenta corriente en el 2018? Este año va a estar subiendo y si seguimos creciendo no veo razones para que en 2019 no crezca también o se mantenga estable.

La gran preocupación igual no es el déficit de este año o del que viene sino la incapacidad argentina de generar nuevas exportaciones. Parte del déficit está asociada a la importación de insumos y bienes de capital. Si esas importaciones de hoy son exportaciones de mañana no me preocuparía. El problema sería si nuestras importaciones no generan exportaciones a futuro. Ese problema de sostenibilidad en Argentina no se resuelve con un tipo de cambio más alto y una retracción de las importaciones, es decir, una recesión. El desafío es evitar la crisis, y no tanto observar la cuenta corriente sino la prognosis de las exportaciones. Por ahora no queda claro qué es lo que vamos a exportar. No obstante, hay industrias como la automotriz que no van a ser las encargadas de transformar nuestro perfil exportador. También hoy en día estamos teniendo un fuerte déficit de turismo porque tenemos mucha gente que viaja y trae productos de afuera. Con un tipo de cambio más alto podemos aminorar esto, aunque esto no va a generar por sí sola una solución al problema. Lo hemos probado varias veces en Argentina y no funcionó.

¿El tipo de cambio está flotando hoy? 

Hoy, el tipo de cambio no está flotando totalmente, y probablemente el año pasado habríamos tenido más apreciación de haber sido así. El tipo de cambio es tres cosas: una unidad de cuenta, un precio relativo y un activo financiero. El año pasado el país pudo ser deficitario y tener apreciación gracias al flujo de capitales que hubo.

Entonces, ¿es sostenible el déficit de cuenta corriente? 

Un déficit de 2%-3% del PIB sería sostenible durante una década tranquilamente. Ahora de 5%-6% cómo se está insinuando el actual, no. Pero también depende mucho de la voluntad del mundo de financiarte. Hay países que han tenido déficit financiables durante mucho tiempo, incluso décadas. Argentina tiene un costo financiero mucho mayor, lo que genera que cueste el doble o el triple que otros países desarrollados. Dependemos mucho del tamaño del déficit y del costo financiero. No me arriesgaría a estirar mucho la cuerda en términos de la capacidad de conseguir financiamiento, y creo que el Gobierno es consciente de que el déficit tiene que reducirse. Los problemas no se pueden resolver ni con el tipo de cambio ni controlando impor- taciones. Hay que resolverlo con políticas de promoción de exportaciones mucho más quirúrgicas de las que tenemos ahora.

Otra de las principales preocupaciones de los economistas es la inflación. ¿Cuáles son las principales causas para que ello ocurra? 

La inflación argentina es altamente inercial y el único momento donde no hubo inercia fue en el 2002 cuando cayó rápidamente después del primer impacto de la devaluación porque no había inercia. Sacando esta salvedad, siempre fue altamente inercial. Eso dificulta la baja y más con el aumento de tarifas o precios relativos que impacta sobre la inflación, generando un empuje que después cuesta desacelerar por la gran inercia. El BCRA tiene tres herramientas para frenarla. Por medio de la suba de tasas se permite modificar dos de los principales canales: apreciar el tipo de cambio y enfriar la demanda bajando los márgenes. Y el tercer canal son las expectativas. Las metas buscan ir contra las expectativas y decirle a la sociedad cual va a ser la inflación a futuro, de modo que se puedan corregir todos a la baja para no tener ni tanta apreciación ni tanta recesión. El canal de expectativas ha sido más débil de lo que el BCRA esperaba y ahora, después del cambio de metas, se ha debilitado aún más. Con lo cual nos quedan dos canales, el tipo de cambio y la demanda. No obstante, la inflación está bajando. En 2018 va a ser más baja que en 2017 y en 2019 aún más baja. Me preocupa exportar más o crear trabajo. Tarde o temprano vamos a alcanzar la inflación de un digito.

Entonces ¿tiene sentido una política de metas de inflación si está tan dañado el canal de expectativas? 

Tenía sentido. El canal de expectativas tiene sentido con el tiempo y a medida que se muestra una política consistente. El esquema de metas de inflación ha pasado a ser más cosmético que efectivo. Eso no implica que no pueda hacer política monetaria, de hecho, la está haciendo, pero el canal de expectativas no va a ser tan efectivo como se esperaba hace dos años.

En el debate económico se puso de moda hablar de las dos velocidades: el de la política fiscal y el de la monetaria. ¿El cambio de metas solucionó esa suerte de descoordinación? 

El mix de política tiene dos motores, el fiscal y el monetario. Es más fácil políticamente asignarle la tarea más contractiva al BCRA que al Tesoro porque este último es el Gobierno y el BCRA es un ente independiente. Esto suele verse en el mundo. A su vez, es mucho más fácil instrumentalmente subir una tasa de interés que reducir el gasto. No hay mucho margen para subir impuestos y el esfuerzo que está haciendo el Gobierno para reducir el gasto es enorme. Ahora se está balanceando mejor entre las dos políticas, ya que el cambio de metas está permitiendo una baja de la tasa y el Gobierno está aumentando la velocidad de baja del déficit fiscal.

Recién a fines de 2017 comenzamos a recuperar los niveles de empleo de 2015, pero con cambios en la composición, como la caída de 50.000 puestos de trabajo industriales y un aumento de más de 70.000 monotributistas. ¿Esto es parte de la llamada Cuarta Revolución Industrial o son problemas específicos argentinos? 

En Argentina hemos tenido una caída y una recuperación del empleo, pero en esta última no se agregaron trabajadores asalariados privados y se sumaron muchos monotributistas. Mucho blanqueo laboral. Hay mucho crecimiento del empleo público, sobre todo de las provincias, de modo que aumenta todo menos los asalariados privados. Esto preocupa por la precarización laboral que se está viendo: estamos reemplazando empleo de cierta calidad, por uno que tiene menos calidad. Si los cuentapropistas tuvieran los mismos derechos que los asalariados sólo sería un cambio de época y podríamos quedarnos tranquilos con eso. Pero no es solamente eso. Cuánto es el mundo y cuánto es Argentina es muy difícil saber. La tendencia a la desalarización en el mundo nos puede empezar a traer complicaciones y hay que pensar en regímenes laborales para estos nuevos trabajadores que están fuera del régimen de convenio para que no pierdan en el cambio. Hay una transformación, lo importante es que no quede nadie colgado de una palmera y que un cambio de trabajo no implique una precarización profunda. Tenemos dos problemas con el trabajo. Hay muchos trabajadores muy pocos calificados que les va a costar mucho ingresar a un trabajo estable y al mismo tiempo hay un desplazamiento de trabajadores de calificación media que están perdiendo sus puestos actuales más vinculados a la industria.

¿Está bien sostener sectores que quizás no son muy rentables, pero generan trabajo? 

El Gobierno ha sido claro al señalar que la protección tiene fecha de vencimiento. Hay que tener un buen equilibrio entre la protección anacrónica y la apertura total. Hoy lo que está faltando es un rumbo para los empresarios de ciertas actividades. Quizá, por ejemplo, en textil se dejará de hacer confección para hacer más diseño, quizá se agregue más valor e incluso se exporte. Todavía faltan más señales del Gobierno de hacia donde reinvertir y dirigir la producción.

El “proteccionismo inteligente” del que habla usted...

Hay que proteger a los trabajadores y cambiar el centro de la protección de la empresa al trabajador directamente. Cuando el Gobierno habla de integración inteligente debería ser más explícito sobre hacia donde deberían moverse los empresarios para que sepan dónde invertir.

¿Cuál debería ser la inserción económica de Argentina en el mercado mundial? 

No hay ningún producto que por sí solo vaya a dar el suficiente impulso a las exportaciones como para duplicarlas dentro de unos años. Se ven indicios, más allá de bienes primarios y energías donde Argentina ya se perfila bien, pero solo con esto no basta. Creo que se puede vender conocimiento, diseño, marca, asociado a un know how que todavía no tenemos, pero podemos conseguir. Ninguna vía por si sola resuelve el problema y no hay un único producto capaz de solucionar el problema.

Una buena veta son los productos premium...

Nosotros no queremos ser el supermercado del mundo. Ese negocio es de poco margen y muchas ventas. Nosotros somos un país de ingresos medios altos, queremos una remuneración por arriba de un país de ingresos bajos. Necesitamos vender caro nuestro trabajo, una opción son los productos delikatessen, productos premium, hasta turismo premium podríamos vender. Maximizar el agregado de valor.

Desde el Gobierno afirman que los acuerdos comerciales son el camino hacia una economía más sana y desarrollada. ¿Qué beneficios se pueden esperar, por ejemplo, del acuerdo Mercosur- Unión Europea (UE)? 

En la apertura unilateral me parece que se puede perder más de lo que ganás. Nosotros no tenemos tantos bienes y servicios exportables. Tenemos que generar mercados exportables, pero a su vez tenemos que generar los bienes exportables. El boom del vino en 2003 2004 estuvo atado a un programa de inversiones que habían empezado las principales bodegas en 1990. Un acuerdo con la UE ahora sería mínimo, no alcanza sólo con el tratado para integrarse, es un proceso lento.

El Gobierno espera firmar un compromiso político en 2018 con una apertura gradual de ahora a diez años... 

Los tiempos son difíciles. Un acuerdo político sería un primer paso pequeño en la dirección correcta. Cualquier país desarrollado cobra muy caro la apertura de sus mercados. Hay que tener en cuenta que en un primer momento esto va a agrandar el déficit de cuenta corriente y los países emergentes van a importar mucho más productos de los desarrollados. El impacto inmediato no va a ser necesariamente positivo.

Volvemos a la trampa del desarrollo argentino... 

Todos los problemas tienen varias aristas. Hay algunos problemas que exigen un largoplazismo que todavía no tenemos. Estamos bien encaminados en términos de infraestructura y logística. No tenemos tan claro lo que debemos hacer con la educación, el trabajo y el conocimiento. Falta mucha coordinación con docentes y científicos, mejorar el capital humano a futuro. Todos tienen un rol en el desarrollo, no hay que dejar a nadie a expensas del otro.

Hoy en día la educación es una de las principales críticas de la sociedad. “Ya no es como era antes”, se escucha. ¿Considera que ha empeorado mucho?

 Antes iba menos gente a la secundaria y estaba relegada a los sectores de más altos ingresos. Ahora se incrementó la cobertura generando que entren estudiantes de menores ingresos que tienen más dificultades para estudiar. Entonces la cobertura genera la sensación de que el nivel medido en exámenes cae, pero es una sensación errónea porque lo que hay es más alumnos. Hay que pensar qué tipo de educación requieren los estudiantes de ahora. Tenemos una educación muy elitista, que empieza antes del primario y termina en la universidad. Y si te caés, no hay nada en términos de inserción laboral. Este sistema muy rígido requiere de complementos. El Gobierno acaba de anunciar ahora que los subsidios a la prestación social vienen con la contrapartida de la educación, pero mandar a gente grande al primario o al secundario no tiene sentido. Necesitan una formación más específica y corta para integrase al mercado laboral.

Pensar más la educación en función de las personas en cambio de en las instituciones...

Mirando las necesidades de cada uno. A mí me viene bien la educación tradicional, pero el tipo que hoy tiene problemas para insertarse laboralmente requiere de otro tipo de educación. Hay que fortalecer la oferta de otro tipo de educación, es casi tan importante como mejorar el secundario.

¿Cree que puede ser una respuesta a mucho de los problemas sociales argentinos? 

En la medida en que la formación se adapte a los sujetos, sí. La palabra es formar, preparar y equipar a los individuos para que se ganen la vida. En Argentina siempre tuvimos un sesgo hacia la versión sarmientina, hacia generar ciudadanos. La formación tiene que ser específica para que las personas tengan capacidades y competencias que les permitan mostrar a sus hijos que tienen trabajos regulares de modo que los hijos puedan salir de la trampa de la pobreza y por ahí si llegar a la universidad.

¿Cuáles son las prioridades del país a futuro? 

Hay que mejorar la pertinencia de la educación y salir del círculo de la pobreza estructural que afecta a una proporción muy grande de la población argentina. Hay padres precarizados y marginalizados y los hijos siguen el mismo camino porque no tienen opciones. Además, es algo que está muy enraizado por el tema del narcotráfico y la droga. Hoy el problema laboral está vinculado a la droga. Para vincular a cada vez más trabajadores hay que sacarlos de la droga como adicción y de la droga como negocio. Hay muchas prioridades que no son tan visibles, pero que son fundamentales para que dentro de diez años estemos un escalón más arriba.

¿Cree que el rumbo económico de largo plazo es el correcto para el desarrollo argentino? 

Se han tomado ciertas decisiones estratégicas en las que el rumbo es el correcto, pero hay ciertos debates que todavía no nos hemos dado y son fundamentales para el desarrollo. El enfoque del problema de esas cuatro puntas macroeconómicas que heredamos es el correcto. El enfoque de la infraestructura es correcto también. Pero, en términos laborales, educativos, promoción del conocimiento y perfil productivo, todavía nos faltan varios rounds de debates. No está claro el rumbo.

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Publicado en: Economía
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