En los medios

El auge de la lectura acelerada: una carrera sobre la superficie de las páginas
Andrea Goldin, investigadora del Laboratorio de Neurociencia e investigadora asociada del CEPE Di Tella, fue consultada sobre la tendencia a la lectura veloz.
En las redes sociales proliferan los consejos para optimizar cada aspecto de la vida cotidiana. No solo el trabajo o el ejercicio físico, sino también el ocio: es bastante fácil toparse con videos que explican cómo ver series y películas en velocidad 1.5x para consumir más contenido, o cómo escuchar audiolibros y podcasts a doble velocidad para “ganar tiempo”. La idea de la eficiencia, que antes estaba reservada a la productividad laboral, hoy se trasladó incluso a los espacios que están destinados al placer.
Pensadores como Byung-Chul Han ya advirtieron sobre los efectos de la hiperproductividad en la vida cotidiana. En La sociedad del cansancio, el filósofo surcoreano señala que la autoexigencia por ser cada vez más eficientes no solo genera agotamiento, sino que también altera la forma en que se perciben el tiempo y la cultura. El arte, concebido históricamente como un espacio donde se puede ejercer la contemplación, la reflexión y el disfrute, se ve afectado por esta lógica de optimización constante.
En TikTok, los videos con trucos y consejos para leer más rápido son tendencia y acumulan miles de visualizaciones. Entre las recomendaciones que hacen algunos booktokers está el skimming o lectura en diagonal; el scanning, que consiste en hacer una visualización rápida de la página y extraer lo más importante; o aconsejan simplemente leer solo los diálogos de un libro y no vocalizar mentalmente las palabras.
Es que el objetivo de algunos booktokers no pareciera estar relacionado con la experiencia de leer un libro en sí -y todo lo que se genera con eso-, sino con la cuantificación del consumo. De esta manera, la lectura por placer, que históricamente ha sido una actividad de disfrute y reflexión, se convierte en una especie de maratón donde importa más el número de títulos consumidos que la profundidad con la que se los aborda.
En una época donde todos los consumos están no solo cuantificados sino también registrados, aplicaciones como Goodreads (para libros) o Letterboxd (para cine) ganan popularidad y suman nuevos usuarios constantemente, alcanzando 150 millones la primera y 14 millones la segunda. Pero también existen plataformas como How Long to Read o Reading Length, que estiman cuánto tiempo llevará leer un libro según la cantidad de palabras y la velocidad de lectura. Básicamente, el usuario ingresa el título y el sitio calcula cuántos minutos u horas se necesitarían para terminarlo, basándose en un promedio de 250 palabras por minuto (aunque este ritmo se puede ajustar).
Todas estas técnicas para saltear palabras “innecesarias”, evitar la relectura y recorrer los textos de forma superficial tienen, como fin, maximizar la cantidad de libros terminados en el menor tiempo posible. Sin embargo, esta tendencia plantea, por lo menos, una pregunta inquietante: ¿qué se sacrifica en esta carrera que prioriza la velocidad por sobre la experiencia y el contenido?
Marcos Apud, psicólogo, escritor y divulgador de neurociencias explica a LA NACION que “leer de manera veloz o con estas técnicas que se utilizan, genera la activación de capacidades y de habilidades cognitivas que son mucho más superficiales que cuando leemos concentrados. La imaginación, el pensamiento crítico y la memoria, fundamentalmente, están conectadas con niveles de foco y de concentración. Entonces, cuando alguien está leyendo de una manera hiperrápida, se está perdiendo de eso. Y también de otras cosas, como por ejemplo, de generar empatía, que tiene que ver con poder decodificar las emociones y los sentimientos de los personajes (si es que estás leyendo una novela)”.
“Leer pausado es algo que no solamente fortalece funciones cognitivas como la concentración, la memoria y el foco, que son habilidades que estamos deteriorando por nuestra forma de vivir, sino que además es una forma de lograr que el cerebro siga poniendo en práctica habilidades que son esenciales para poder lograr el verdadero disfrute de una lectura”, dice Apud.
Andrea Goldin, investigadora del Conicet en el Laboratorio de Neurociencias de la Universidad Torcuato Di Tella, detalla qué pasa en nuestro cerebro cuando leemos: “Son dos procesos. Por un lado, el más interesante, que es la comprensión lectora: poder entender lo que está diciendo el texto, poder relacionar ideas del texto entre sí y generar ideas nuevas a partir de eso. Y por otro lado, aprender a leer propiamente, que es lo que hacemos en los primeros grados de la primaria”.
La especialista, explica que cada palabra nueva que aprendemos la vamos guardando en una suerte de ‘baúl’ en el cerebro. “Y cada vez que nos volvemos a enfrentar a ellas, no necesitamos ir letra por letra, sino que directamente miramos la palabra completa. Pero de la única manera que podemos lograr esto es con mucha exposición a las mismas palabras, de modo tal que las aprendemos de memoria, algo que hacemos de manera inconsciente”.
En cambio, “cuando nos enfrentamos a un texto nuevo y se lee de manera rápida o en diagonal, lo que se está haciendo en realidad es adivinar. Y lo que uno pierde con ese tipo de lectura va a depender del objetivo que tenga: si tu objetivo de leer un texto es disfrutarlo, pasarla bien, aprender cosas o emocionarte, entonces necesitas incorporar esa información que te da el texto leyendo pausado. Sobre todo si estamos hablando de literatura. Vos no querés adivinar la literatura, porque estás leyendo a alguien que se supone que te gusta. Pero si tu objetivo es decir que leíste, que pasaste por todas las páginas del libro y cuántos libros leíste, entonces, bueno, es un método bárbaro”, concluye Goldin.
Lectura en la era de la productividad
En diálogo con LA NACION, la psicoanalista y escritora Alexandra Kohan afirma que en la actualidad nadie está fuera de la cuantificación. En este sentido, explica: “Todo se traduce a números hoy en día. Si la cosa es contar cuántos libros leíste de esa manera… no leíste ningún libro en realidad. Si la cuestión es la cuantificación per se, me parece que eso va arrasando con la lectura, que justamente no tiene que ver con la cuantificación, ni con el tiempo, ni con la productividad, diría que es exactamente lo contrario. Sin embargo, hoy todo parece ser medible, aunque esa cuantificación no signifique nada”.
Además, sobre la experiencia de leer, Kohan expresa: “Cuando uno lee en diagonal, no hay posibilidad de que se pueda tener una experiencia con eso porque no es leer en profundidad. La idea de sustraerse del mundo un rato y poder producir un silencio... no es solo un ejercicio intelectual, sino también una experiencia que pasa por el cuerpo. La lectura apresurada es, en cambio, la abolición de esa experiencia de la lectura”.
Finalmente, Kohan se observa "una crisis de lectura muy profunda: leer en diagonal no es algo nuevo, lo que sí es novedoso es que se utilice como un método de cuantificación. A mí, por ejemplo, me molesta cuando las personas dicen: ‘Leí tal libro de una sentada’, como si fuera un elogio. Un libro que realmente me interesa y que implica una experiencia de lectura suele llevarme más tiempo; más bien, diría que la lectura se ralentiza en ese caso. Los mejores libros de la literatura no se leen de una sentada. Entonces, la pregunta sería: ¿por qué en una sentada y no en 10, 20 o 30? La lectura justamente interrumpe la temporalidad tiránica del reloj. Vivimos sometidos al tiempo, a su dictadura: nuestras actividades diarias están regladas por el paso de las horas. Me parece que abrir un libro implica justamente quebrar esa tiranía. Cuando la lectura se convierte en una carrera deja de ser lectura y pasa a ser consumo. Es devoración, es glotonería”, concluye la psicoanalista.
Es que la lectura acelerada parece responder a una lógica de consumo donde prima la cantidad sobre la profundidad. En este contexto, la experiencia de leer se transforma en un proceso fragmentado, donde la comprensión, el disfrute y la reflexión pueden quedar relegadas. Mientras las plataformas y tendencias incentivan la velocidad, queda en los lectores la decisión de qué tipo de relación quieren construir con los libros.
El escritor Sergio Sinay también reflexiona sobre la lectura en estos tiempos y advierte sobre la importancia del proceso. Según su visión: “La cultura de la productividad, una de las tendencias banales de esta época, pone el acento en los resultados antes que en los procesos. Y es en el proceso en donde se aprende, se gana en conocimiento, en experiencia, en donde se reflexiona y se abren nuevas rutas mentales. Leer en diagonal, ‘leer por arriba’, es una manera de no leer, porque leer es más que el simple hecho de sumar una letra más otra hasta formar una palabra, es una manera de no comprender lo “leído”, de pasar por la superficie de las palabras sin incorporarlas. De alguna manera podríamos decir que refleja también una manera de vivir muy de este tiempo: rápido, corriendo hacia ningún lugar, sin experimentar las vivencias, sin aprender nada de ellas”.
En la misma línea, expone las consecuencias de la pérdida de la lectura en profundidad en la comprensión de textos: “Los preocupantes índices que muestran cómo los alumnos ingresan en la universidad habiendo egresado del secundario con una pobre o nula comprensión de textos es una muestra de que leer es mucho más que sumar palabras. Es comprender, imaginar, reflexionar, hacerse preguntas, abrir horizontes intelectuales, emocionales, cognitivos. Para una lectura verdadera (no diagonal, no superficial) se necesita tiempo. Tiempo externo, el del reloj, y tiempo interno, el de la mente. Leyendo a las apuradas, por encima, o en diagonal, no se gana tiempo, se pierde tiempo existencialmente significativo: tiempo de aprendizaje, de conocimiento, de imaginación, de comprensión, tiempo de enriquecer el pensamiento y el vocabulario. La productividad experimentada como una simple acumulación de resultados es negatividad”.