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La Nación
22/02/25

DeepSeek. ¿Una vía a la “soberanía” tecnológica o una nueva dependencia?

Eduardo Levy Yeyati, director académico del Cepe, y Soledad Guilera, profesora de la Escuela de Gobierno, escribieron sobre las oportunidades y los desafíos que plantea DeepSeek, la nueva Inteligencia Artificial de origen chino.

Por Eduardo Levy Yeyati y Soledad Guilera

El desarrollo de la IA exige inversión a los gobiernos de América Latina

I
maginemos una inteligencia artificial capaz de potenciar la tecnología argentina sin depender de Silicon Valley o Pekín. DeepSeek, el nuevo modelo chino de IA, promete hacer justo eso: ofrece potencia sin necesidad de una infraestructura costosa. ¿Es esta una oportunidad o una trampa tecnológica?

Para la Argentina –y para América Latina y el mundo en desarrollo–, DeepSeek podría ser el inicio de la independencia digital o la puerta de entrada a una nueva dependencia.

¿Atajo a la soberanía tecnológica...?

Mientras que OpenAI y Google requieren computadoras de última generación, DeepSeek funciona en hardware más accesible. Para América Latina, esto significa acceso a IA avanzada sin la necesidad de invertir fortunas en infraestructura. Si gobiernos y empresas juegan bien sus cartas, DeepSeek podría impulsar soluciones locales sin quedar atrapados en la dependencia de Silicon Valley o Pekín.

Más allá del acceso, DeepSeek rompe con la idea de que la IA es un juego del tipo “ganador lleva todo”. Si cumple lo que promete, podría descentralizar el desarrollo tecnológico y permitir que los países en desarrollo definan su propio futuro digital. Lo que podría dar lugar a un ecosistema IA más dinámico y competitivo, a diferencia de uno en el que la capacidad tecnológica se concentre en unos pocos monopolios.

Pensemos en un agricultor que predice sequías sin depender de Google. Imaginemos un hospital que diagnostica enfermedades sin enviar datos a Silicon Valley. Si la Argentina adopta DeepSeek estratégicamente, podría generar innovaciones propias sin quedar a merced de los gigantes tecnológicos.

La capacidad de DeepSeek para procesar idiomas como español y portugués puede fortalecer los ecosistemas de IA en la región, reduciendo la dependencia de modelos entrenados en inglés. Además, su eficiencia en hardware de gama media desafía la noción de que solo países con energía barata y abundante pueden construir ecosistemas de IA competitivos. En este escenario, México, Colombia o Chile podrían posicionarse como centros de innovación en IA sin depender de clústeres de GPU costosos.

América Latina ya cuenta con iniciativas en IA que pueden beneficiarse de este avance. En Brasil, Fiocruz desarrolla soluciones de IA para la agricultura de precisión. En la Argentina, el sistema Prometea agiliza los procesos judiciales. En Chile, la estatal Codelco podría reducir costos operativos y el impacto ambiental en la minería con modelos más accesibles de IA. En Colombia, startups como Quipu están promoviendo la inclusión financiera a través de modelos de crédito alternativos.

El creciente interés regional en IA se refleja en la reciente iniciativa de Chile: Latam GPT, un modelo de lenguaje abierto que se lanzará este año. Este movimiento posiciona al país como un creador de tecnología y no solo como un consumidor, desafiando el dominio de las grandes potencias de la IA.

¿... o caballo de Troya?

DeepSeek no es solo un avance tecnológico; es también una herramienta geopolítica. Un gambito de open source para economías de recursos limitados, un plan de fidelización.

Respaldado por el Estado chino, DeepSeek es parte de una estrategia para ganar influencia en los países en desarrollo. No es solo software, es diplomacia digital. Mientras Estados Unidos apuesta por modelos más potentes, China usa la IA como una vía para fortalecer sus lazos estratégicos en mercados estratégicos.

Para la Argentina y la región, esto implica tanto una oportunidad como un riesgo. La dependencia histórica de tecnologías occidentales podría simplemente transformarse en una nueva forma de dependencia tecnológica si DeepSeek se convierte en la única alternativa accesible.

La lección es clara: en lugar de quedar atrapados entre Silicon Valley y Pekín, los países latinoamericanos deben usar esta competencia a su favor, negociando mejores acuerdos de transferencia tecnológica y diversificando sus asociaciones en IA.

La dependencia de un único proveedor siempre es peligrosa. Así como Estados Unidos impuso sanciones en semiconductores para frenar la IA china, la Argentina podría enfrentar restricciones similares si su infraestructura digital queda atrapada en un solo bloque de poder.

Para evitar cambiar una dependencia por otra, los gobiernos latinoamericanos deben exigir transparencia en las alianzas de IA, garantizar la capacidad local para entrenar modelos y diversificar sus colaboraciones tecnológicas.

Hoja de ruta 

La inversión en IA no es opcional: es una condición para la competitividad. Sin ella, las startups de la región tendrán dificultades para escalar, dejando el futuro de la IA en manos de empresas extranjeras. Sin inversión, la región seguirá exportando cerebros e importando innovación.

América Latina cuenta con centros de investigación en IA de talla mundial, como el CPQD en Brasil, el Cenia de Chile, o nuestro Conicet. Sin embargo, sin inversión sostenida en educación y en incentivos a la innovación local, sus mejores talentos seguirán migrando hacia las grandes tecnológicas extranjeras en lugar de desarrollar soluciones propias.

Algunos países han dado pasos iniciales. En Uruguay, el Plan Ceibal ha promovido la educación digital, mientras que en Colombia existen bootcamps de IA respaldados por el gobierno. Pero se necesita más. Nuestros gobiernos deben, entre otras asignaturas pendientes, expandir la formación en IA desde niveles básicos hasta avanzados, financiar colaboraciones entre universidades y startups, fomentar el emprendimiento en IA para evitar la fuga de talentos e impulsar regulaciones que equilibren la innovación con la soberanía digital.

Alianzas regionales como Mercosur, Celac y la Alianza del Pacífico pueden jugar un rol clave en la negociación de acceso equitativo a la IA y en la creación de regulaciones de soberanía de datos. Una estrategia fragmentada solo haría a la región más vulnerable a las condiciones impuestas por las superpotencias tecnológicas.

La Argentina tiene la oportunidad de definir su futuro digital, pero solo si actúa con determinación. Sin un plan claro y una acción decidida, el país corre el riesgo de seguir siendo solo un consumidor de IA en un juego donde otros tienen el control.

La inversión en educación, investigación e innovación, o las alianzas regionales para armonizar regulaciones y agregar recursos escasos, no son una opción; son una necesidad cada vez más urgente. De lo contrario, la tecnología no hará más que ampliar la brecha de desarrollo. La pregunta no es si la IA transformará a la Argentina, sino quién definirá su futuro cuando lo haga.