En los medios

Clarín
21/08/24

La barrera a la Inteligencia Artificial no es tecnológica, sino humana

El decano ejecutivo de la Escuela de Gobierno UTDT estimó algunos límites al avance de la Inteligencia Artificial.

Por Darío Judzik



Parecía que la Inteligencia Artificial (IA) anularía los trabajos rutinarios, repetitivos, de calificación media o baja, dejando a la población menos educada sin ingresos laborales. Se suponía que la IA iba a ser el último capítulo en la triste historia de la decadencia obrera. Al menos eso decían los especialistas hasta hace pocos años.

Hoy creemos que ese consenso estaba equivocado. La IA generativa, como ChatGPT, está reemplazando tanto trabajos rutinarios como tareas realizadas típicamente por trabajadores de alta calificación. Los programadores, símbolo en los 2010’s de seguridad económica, van camino de ser el equivalente sociocultural de los obreros fabriles de antaño. Ya ninguna tarea realizada por personas es totalmente inmune a la automatización.

Esta sustitución vía IA de habilidades humanas puede generar un efecto “Robin Hood”: iguala salarios e incluye más personas en tareas que requerían entrenamiento (puede ser positivo); pero también nivela los trabajadores hacia abajo, socavando las ventajas de la educación y la experiencia, y reduciendo aún más la masa salarial total (probablemente sea negativo).

En nuestro reciente libro Automatizados (Ed. Planeta), con Eduardo Levy Yeyati desarrollamos escenarios probables en torno al impacto de la IA en nuestras vidas y en nuestros trabajos. Uno de los ejes de discusión es la brecha entre las posibilidades tecnológicas y su adopción: los límites a la automatización probablemente serán humanos y no tecnológicos.

En la presente ola de automatización con IA, el refugio del trabajador, la ventaja comparativa que lo mantenga activo y vigente, radica en su propia humanidad. Las habilidades basadas en la empatía, la creatividad y la gestión de equipos serán esenciales para supervisar procesos de trabajo cada vez más automatizados. El futuro de la automatización estará condicionado no solamente por las capacidades tecnológicas del lado de las empresas, sino también por las preferencias de los consumidores y cuestiones “humanas” que tamizarán la adopción.

Como indica la teoría del uncanny valley (o valle inquietante), nos genera rechazo lo artificial cuando se vuelve muy real. ¿Dejaríamos nuestros hijos al cuidado de un robot? ¿Consumiríamos recitales en vivo con música compuesta por IA y sólo reproducida por máquinas, sin artistas humanos en el escenario? ¿Qué diferencia hay entre el Guernica de Picasso que se exhibe en Madrid y una reproducción comprada en el gift shop? Hay un “aura”, en términos de Walter Benjamin, que rodea a creadores y artesanos. Es muy poco probable que los consumos asociados al ocio, culturales, gastronómicos, así como las tareas de cuidado, sean campo conquistado por IA en el corto plazo.

Creemos que los tecnólogos podrían estar subestimando, no el tiempo de desarrollo, sino el tiempo de adopción de la IA. Los consumidores, impulsados por un deseo de autenticidad y el toque único y espontáneo que solo la creatividad y las habilidades humanas pueden proporcionar, buscarán activamente productos y servicios creados por humanos, incluso más intensamente a medida que avance la automatización. Así se garantizará que la creatividad y la artesanía equilibren un mundo excesivamente artificial.

Darío Judzik es Decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT)