No apto para piloto automático
Por Eduardo Levy Yeyati. CIPPEC, BROOKINGS INSTITUTION, UNIV. DI TELLA
Los mercados y, crecientemente, los consumidores estadounidenses están viendo los indicios de una segunda recesión en EE. UU.: una economía que desacelera a pesar de un impulso fiscal y monetario considerable, una confianza del consumidor en baja y, sobre todo, una mochila de deuda cada vez más pesada.
Si a esto le sumamos que Europa no termina de resolver la crisis griega, que se derrama, tenemos que el mundo que hace un año salía de la crisis con 3 motores (EE.UU., Alemania y China), hoy avanza con uno solo, y con los chinos pisando el freno para contener la inflación.
No se trata ya del riesgo de instituciones financieras insolventes, sino de un exceso de deuda, privada y pública, que inhibe la demanda y limita el margen fiscal para estimular la economía.
El paquete anunciado por Obama el pasado fin de semana, un ajuste del gasto justo cuando gasto es lo que hace falta, es el mejor ejemplo de la distancia entre el presente frugal y el pródigo consenso expansionistas de 2009.
Hoy EE.UU., Europa y, desde hace años, Japón sufren una crisis de sobreendeudamiento. En este caso la deuda está denominada en moneda local, y puede diluirse con inflación, evitando un default explícito. De ahí que la Reserva Federal, con su política monetaria expansiva, haya intentado levantar las expectativas inflacionarias a expensas del dólar. Pero, con consumidores y empresas americanas endeudadas y reacias a gastar, el impulso monetario se transforma en un tsunami de dólares al exterior, y en apreciación e inflación en economías emergentes.
¿Qué esperar a futuro? Más de lo mismo: tasas reales negativas, emisión a mansalva, y promesas de inflación. Así las cosas, hoy hay menos riesgos de una crisis financiera que de un estancamiento prolongado. EE.UU. bien podrían convertirse en un Japón, con crecimiento, inflación y tasas por el piso por años. Dada su importancia relativa, esta situación inédita pondría en jaque el crecimiento del resto del mundo.
¿Cómo puede afectar todo esto a la Argentina? De nuevo, el canal no será financiero sino real: caída del precio de commodities, dolarización a la espera de la depreciación, menor demanda doméstica y menor crecimiento.
Así, si el viento de cola acabó a fines del año pasado, este escenario nos puede poner el viento de frente como en 2009, con el agravante de que, con una cuenta de subsidios astronómica y un déficit fiscal creciente, el espacio para políticas de estímulo es hoy mucho más limitado. En todo caso, un escenario no apto para el piloto automático.