8/12/13
Cómo lograr mejoras duraderas en la distribución
Por Juan José Cruces
Juan José Cruces
De a poco, los argentinos hemos ido aprendiendo a mejorar lo bueno recibido con el aporte de lo nuevo. A partir de 1983 priorizamos el respeto mutuo y la democracia como forma de gobierno. En los 90 priorizamos la eficiencia, y llegaron inversiones que permitieron importantes ampliaciones de nuestra capacidad productiva.
Pero en 2001 nos dimos cuenta de que muchas diferencias sociales que emergían de ese modelo eran injustas, y ello conspiraba contra la sostenibilidad política de la propia democracia. De modo que en la última década revalorizamos el rol de la equidad. Al hacerse evidentes fisuras en el modelo en vigor, por ejemplo ante la pavura colectiva a eventuales saqueos, vale la pena pensar en una conjugación más armónica y perdurable entre eficiencia y equidad.
En mi opinión, el peor legado de la última década no es la inflación, ni el cepo, ni los problemas con inversores internacionales, todo ello se puede arreglar si hay voluntad política. La peor herencia es que, ante una tasa de crecimiento económico muy superior a la de décadas pasadas, gran parte de nuestra sociedad cree que la política implementada ha sido muy buena. Y esto incluye los cuestionamientos a la legitimidad de la apropiación del ingreso, o "haber sembrado divisiones" como se dijo esta semana.
Mejorar la distribución del ingreso ha sido uno de los objetivos más repetidos por nuestros gobernantes recientes. Y en un contexto de mejoras generalizadas de la equidad en toda la región, la de la Argentina ha mejorado un poco más que la de países vecinos, un resultado loable. ¿Será perdurable esta mejora? ¿Qué determina la distribución del ingreso? ¿Cómo se pueden lograr mejoras permanentes que incrementen la eficiencia de esa distribución?
El ingreso es la renta que se percibe por la propiedad de un capital. Hay dos tipos de capital: el físico y el humano. El físico son las tierras, los inmuebles y las máquinas, es el que se puede comprar. El humano es el conjunto de habilidades productivas de cada trabajador. Es el que incorpora cada uno a su persona a lo largo de la vida, como la salud y la educación.
Metafóricamente, podríamos pensar que el ingreso es el agua de una lluvia que cae uniformemente en un territorio. El capital de cada persona es un recipiente en el que cae esa agua. Algunas personas la juntan en palangana mientras otras sólo tienen un vasito en la mano. Si la distribución de recipientes es desigual, así lo será la del agua recolectada.
Hay dos formas de mejorar la distribución del agua. La coyuntural es sacarles agua a los que tienen palangana para dársela a los que tienen vasito: cobrarles impuestos a unos para darles subsidios a otros, o distribución secundaria del ingreso. La estructural es lograr que los que tienen vasito tengan un recipiente mayor; es afectar la distribución primaria del ingreso. Los estados modernos combinan ambos tipos de políticas, en distintas proporciones. En mi opinión, el discurso oficial desde 2003 ha puesto excesivo énfasis en la distribución secundaria, a veces exacerbando la tensión distributiva, olvidando que hay formas pacíficas de mejorar la distribución primaria del ingreso que son beneficiosas para pobres y ricos. Si bien las transformaciones estructurales son más paulatinas, también son más duraderas.
Durante el siglo XX muchos creyeron que para tener una sociedad más equitativa había que confiscar la propiedad privada del capital físico, una forma de mejorar la distribución primaria del ingreso. Ello a la larga dio pésimos resultados, entre otras cosas porque el capital migra en anticipación a las confiscaciones. Y si uno anticipa que le sacarán el fruto del esfuerzo propio, acumula poco. Por similar motivo es también problemático poner impuestos exagerados a los dueños de palanganas, porque sus dueños se las pueden llevar a otros países.
La manera más duradera de mejorar la distribución del ingreso y reducir la pobreza es brindar una educación y una salud de calidad a los sectores menos favorecidos. Desde 2003 subió significativamente la inversión en educación y ello es bienvenido. Pero los resultados de las pruebas PISA que se dieron a conocer esta semana muestran que nuestro desempeño es muy pobre en una comparación global. Cualquiera que tenga un genuino interés en estos temas debe pensar en mejorar la calidad de la educación masiva.
A su vez, cuanto más capital físico tiene cada trabajador a disposición, más altos son los salarios. Una empresa cuyos trabajadores usan palas manuales podrá pagar sueldos inferiores que una en la que usan palas mecánicas. El capital físico que dan las organizaciones a sus empleados para que trabajen es como un embudo que cada uno puede poner arriba del recipiente que tiene para recolectar más agua aun. Resulta entonces que alguien genuinamente preocupado por reducir los niveles de pobreza y mejorar la distribución del ingreso querrá que los trabajadores tengan una salud pública de gran calidad, altos niveles de educación, que ésta sea accesible de manera igualitaria y que haya mucho capital físico por trabajador. Ello mejorará tanto la equidad como la eficiencia de toda la economía.
El autor es decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella ( UTDT )