5/11/13
Magdalena Jitrik: el arte en rama
Por: Ana Martínez Quijano
Recrear a partir de lo perdido: Magdalena Jitrik construyó y levantó las escultóricas formas del árbol desafiando la ley de gravedad. "El Fin, el Principio", la muestra de Magdalena Jitrik (1966) que se exhibe en la Universidad Torcuato Di Tella, adquiere una dimensión especial si se tiene en cuenta el contexto que la alberga: una escuela de arte.
Junto a la sala de exposiciones están las aulas donde se abordan materias tan difíciles como definir cuál es la tarea del curador o qué implica hoy ser artista.
Allí, Jitrik, dueña de una intensa y extensa experiencia artística, despliega una muestra que se abre a múltiples interpretaciones.Al ingresar a la sala se divisa un inmenso árbol con unas ramas desnudas de las que cuelgan unas coloridas pinturas abstractas. Jitrik construyó y levantó las escultóricas formas del árbol desafiando la ley de gravedad. Junto a este ejemplar extraño y reconstituido, hay un carrito donde se amontonan unas ramas caídas.La artista cuenta que las ha reunido con el afán de recomponer, de que vuelva a formar parte de un árbol aquello que por accidente se desgajó. Agrega que trabajó duramente para presentar este paisaje y, que, de hecho, tuvo que trasladarse a un campo de las afueras para armar las partes enormes- que luego se dedicó a ensamblar en la UTDT .
Consultada sobre el empeño en levantar lo que está ya perdido y la actitud romántica de torcer un destino fatal, la artista confiesa: "He pensado muchas veces en Frankestein". La directora del Departamento de Arte de la Universidad, Inés Katzenstein, analiza la obra: "Edificada a partir de ramas muertas de distintas especies, desterrada en la arquitectura de la sala de exposiciones, esta escultura se eleva a partir de una voluntad loca por transitar el proceso de reconstrucción de lo natural como un aprendizaje de la materia, y por trabajar con ruinas y restos como si se tratasen de un nuevo principio".
En el texto de presentación de la muestra, Katzenstein relata el proceso de gestación, dice que la obra nació como un gesto de euforia, cuando en el climax de su vida revolucionaria Jitrik sacó los cuadros de su taller y los colgó de un árbol.A partir de esa celebración memorable, volvió a fotografiar la escena, esta vez con ambición estética. Buscó entonces árboles monumentales, figuras dominantes en medio del paisaje de la llanura y los usó como pedestales de sus pinturas. Esas fotos, esos árboles vivos, inspiraron la reconstrucción del árbol a partir de las ramas caídas.La artista aclara sin embargo, que la pintura es el género artístico donde se afirma y se siente segura. Género que abandonó parcialmente durante las secuelas de la crisis económica, social y política de 2001, cuando junto con Mariela Scafati y Diego Posadas, Jitrik, que había vivido y estudiado en México y conocía la experiencia del arte político, ganó la calle con el Taller Popular de Serigrafía. Así puso en marcha los creativos programas de difusión de la imagen en términos masivos. Lo que sigue es un relato épico y, luego, uno de los más honestos reconocimientos sobre las tensiones de la conciencia provocados por la pugna entablada entre la labor social y la artística. Con una sinceridad que no es habitual, la artista dice: "Creo en el arte, soy artista, no puedo sostener una ideología 'anti arte' porque no considero al arte únicamente como un sistema de relaciones económicas que son reales, injustas, capitalistas, elitistas; también lo veo como la tarea que tengo en mi vida y si en un gesto de renunciamiento dedico mi tiempo, mi energía, a producir imágenes de otros que no me representan o no me dicen nada artísticamente, creo que habrá perdido sentido mi existencia. No puedo renunciar al arte", sostiene Jitrik.
Después de esta experiencia, la pintura, que nunca había abandonado del todo, saldría fortalecida. A la extensa serie de retratos "Socialista", le siguió un regreso a las abstracciones líricas de los inicios de su carrera, obras bellas, musicales, cargadas con el peso rotundo de su decidida admiración por las vanguardias.La primera pintura que cuelga de las paredes de la UTDT es un recuerdo del monumento que Mies van der Rohe erigió en Berlín, en memoria de Rosa Luxemburgo. La pintura es pequeña pero su presencia resulta imponente. En las paredes se lee el título de la exhibición y la parte superior está coronada por una torre cuyas formas evocan la revolucionaria torre que proyectó el ruso Vladimir Tatlin. Para documentar la genealogía del proyecto, están las fotografías de los árboles de un campo bonaerense cargados de pinturas. Junto a ella están los juncos que se cruzan en el agua y las ruinas de Xochicalco, dos imágenes directamente relacionadas con la capacidad de la artista para observar y apreciar las formas de las cosas. A estas fotos de viajes se suma la de un barquito donde el cielo se confunde con el agua. Esta imagen de ensueño descubre la razón poética que mantiene Jitrik en toda la muestra. La exhibición se completa con una película en Super 8, un registro de la producción del árbol acompañado por la música de Orquesta Roja, el grupo de la propia artista.
Detrás del árbol muerto y reconstituido como el cuerpo de Frankestein, hay una pintura con dos paredones grises. Los muros, como lápidas, cierran un ciclo y una exposición inusual, atrapan y conducen la mirada hacia el horizonte. La muestra, dedicada a "la pintura como instrumento de creencia", al trabajo manual como "proceso de aprendizaje y transformación del mundo" y a "la actualidad de la esperanza y de la épica", encierra en sí misma un excelente material para el análisis y el pensamiento de las nuevas generaciones.
Allí, Jitrik, dueña de una intensa y extensa experiencia artística, despliega una muestra que se abre a múltiples interpretaciones.Al ingresar a la sala se divisa un inmenso árbol con unas ramas desnudas de las que cuelgan unas coloridas pinturas abstractas. Jitrik construyó y levantó las escultóricas formas del árbol desafiando la ley de gravedad. Junto a este ejemplar extraño y reconstituido, hay un carrito donde se amontonan unas ramas caídas.La artista cuenta que las ha reunido con el afán de recomponer, de que vuelva a formar parte de un árbol aquello que por accidente se desgajó. Agrega que trabajó duramente para presentar este paisaje y, que, de hecho, tuvo que trasladarse a un campo de las afueras para armar las partes enormes- que luego se dedicó a ensamblar en la UTDT .
Consultada sobre el empeño en levantar lo que está ya perdido y la actitud romántica de torcer un destino fatal, la artista confiesa: "He pensado muchas veces en Frankestein". La directora del Departamento de Arte de la Universidad, Inés Katzenstein, analiza la obra: "Edificada a partir de ramas muertas de distintas especies, desterrada en la arquitectura de la sala de exposiciones, esta escultura se eleva a partir de una voluntad loca por transitar el proceso de reconstrucción de lo natural como un aprendizaje de la materia, y por trabajar con ruinas y restos como si se tratasen de un nuevo principio".
En el texto de presentación de la muestra, Katzenstein relata el proceso de gestación, dice que la obra nació como un gesto de euforia, cuando en el climax de su vida revolucionaria Jitrik sacó los cuadros de su taller y los colgó de un árbol.A partir de esa celebración memorable, volvió a fotografiar la escena, esta vez con ambición estética. Buscó entonces árboles monumentales, figuras dominantes en medio del paisaje de la llanura y los usó como pedestales de sus pinturas. Esas fotos, esos árboles vivos, inspiraron la reconstrucción del árbol a partir de las ramas caídas.La artista aclara sin embargo, que la pintura es el género artístico donde se afirma y se siente segura. Género que abandonó parcialmente durante las secuelas de la crisis económica, social y política de 2001, cuando junto con Mariela Scafati y Diego Posadas, Jitrik, que había vivido y estudiado en México y conocía la experiencia del arte político, ganó la calle con el Taller Popular de Serigrafía. Así puso en marcha los creativos programas de difusión de la imagen en términos masivos. Lo que sigue es un relato épico y, luego, uno de los más honestos reconocimientos sobre las tensiones de la conciencia provocados por la pugna entablada entre la labor social y la artística. Con una sinceridad que no es habitual, la artista dice: "Creo en el arte, soy artista, no puedo sostener una ideología 'anti arte' porque no considero al arte únicamente como un sistema de relaciones económicas que son reales, injustas, capitalistas, elitistas; también lo veo como la tarea que tengo en mi vida y si en un gesto de renunciamiento dedico mi tiempo, mi energía, a producir imágenes de otros que no me representan o no me dicen nada artísticamente, creo que habrá perdido sentido mi existencia. No puedo renunciar al arte", sostiene Jitrik.
Después de esta experiencia, la pintura, que nunca había abandonado del todo, saldría fortalecida. A la extensa serie de retratos "Socialista", le siguió un regreso a las abstracciones líricas de los inicios de su carrera, obras bellas, musicales, cargadas con el peso rotundo de su decidida admiración por las vanguardias.La primera pintura que cuelga de las paredes de la UTDT es un recuerdo del monumento que Mies van der Rohe erigió en Berlín, en memoria de Rosa Luxemburgo. La pintura es pequeña pero su presencia resulta imponente. En las paredes se lee el título de la exhibición y la parte superior está coronada por una torre cuyas formas evocan la revolucionaria torre que proyectó el ruso Vladimir Tatlin. Para documentar la genealogía del proyecto, están las fotografías de los árboles de un campo bonaerense cargados de pinturas. Junto a ella están los juncos que se cruzan en el agua y las ruinas de Xochicalco, dos imágenes directamente relacionadas con la capacidad de la artista para observar y apreciar las formas de las cosas. A estas fotos de viajes se suma la de un barquito donde el cielo se confunde con el agua. Esta imagen de ensueño descubre la razón poética que mantiene Jitrik en toda la muestra. La exhibición se completa con una película en Super 8, un registro de la producción del árbol acompañado por la música de Orquesta Roja, el grupo de la propia artista.
Detrás del árbol muerto y reconstituido como el cuerpo de Frankestein, hay una pintura con dos paredones grises. Los muros, como lápidas, cierran un ciclo y una exposición inusual, atrapan y conducen la mirada hacia el horizonte. La muestra, dedicada a "la pintura como instrumento de creencia", al trabajo manual como "proceso de aprendizaje y transformación del mundo" y a "la actualidad de la esperanza y de la épica", encierra en sí misma un excelente material para el análisis y el pensamiento de las nuevas generaciones.