22/02/13
Entre dos mundos
China hoy: Las leyes del comunismo y las del mercado conviven en la nueva y compleja realidad del gigante asiático. Crecimiento económico, boom tecnológico y explosión de consumo delinean la fisonomía de los grandes centros urbanos y de una generación de jóvenes de hábitos cosmopolitas.:
Germán Heidel
En broma, pero no tanto, el mundo se ha preguntado durante años qué ocurriría si todos los chinos saltasen a la vez. No hay respuesta oficial, aunque se supone que ni un cataclismo, ni un cambio de órbita planetario, ni nada que deba activar alarmas.
Más a tono con los tiempos, asoma otro interrogante: ¿qué pasaría si todos los chinos comenzaran a consumir, en términos generales, al nivel de los estadounidenses? Los recursos del planeta no alcanzarían a satisfacer esa gigantesca demanda.
Alarmante o no, es un hecho que 1.400 millones de habitantes empujan a la sociedad china en busca de dos objetivos claros: modernidad y progreso.
Metas que, en muchos casos, se traducen en consumo.
Con tasas de crecimiento económico récord y con una enorme extensión de territorio que contiene al 20% de la población mundial, hoy China es un híbrido capaz de albergar aspectos de dos modelos históricamente definidos por contraposición: el comunismo y el capitalismo.
Al despegue financiero se suman los cambios culturales. Una nueva y multitudinaria generación de adolescentes y jóvenes-adultos traza perspectivas sociales y de consumo tan amplias (en comparación con las de sus antepasados) que nadie sabe a ciencia cierta de qué manera se podrán canalizar, considerando la verdadera marea de voluntades que representan.
No es difícil señalar contrastes: en la segunda economía mundial hay 158 millones de habitantes subnutridos (según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO por su sigla en inglés). La producción industrial creció 9,6% en octubre, al tiempo que Amnistía Internacional denuncia los desalojos violentos de viviendas, para el desarrollo de nuevos proyectos inmobiliarios en su lugar. Hoy conviven (y confrontan) diferentes realidadesdentro de un mismo país.
En Pekín, Shanghai, Shenzhen y la isla de Hong Kong (aunque ésta goza de una autonomía especial), se constata un proceso de modernización.
En estas cuatro ciudades conectadas directamente con el mar, donde se registran los mayores índices de población juvenil y de fuerza laboral activa, y donde comenzó la estrategia "liberal" del gobierno comunista, se produce la misma constatación: existe un categórico rechazo al pensamiento único y las pautas rígidas de acción del pasado. Ante la posibilidad de elegir, irrumpe con fuerza, en especial en los adolescentes, un nuevo modo de verse y reflejarse, en vivo contraste con el de sus mayores.
Dólar, yoga y baile del caño En Shanghai abundan, como en ningún otro lado, las tiendas de belleza y de indumentaria, con firmas internacionales en el mismo número que, por ejemplo, en Nueva York. Incluso en muchas de ellas los precios se exhiben en dólares. También crece el número de negocios que ofrecen música, comida chatarra y otros íconos tradicionales del mundo occidental, como los mega gimnasios para hacer fitness. Ganan lugar los teléfonos celulares, Internet y las distintas ramas del diseño.
Esta nueva franja de la sociedad vive una declarada era aspiracional, pero también un momento de conflictos interiores. Las oportunidades se han multiplicado, pero cada una trae consigo la presión que representa alcanzar distintas metas y escalafones, para luego verse en la dificultad de mantener ese nuevo estatus. Por eso, no extraña que un estudio haya revelado que el 45% de los residentes de las ciudades de China tiene riesgo de salud debido al estrés, con los índices más altos entre los jóvenes de edad universitaria, que en número cada vez mayor acceden a la educación superior.
El consumo creciente y el auge en las expectativas de confort, generaron también una sociedad mucho más individualista y competitiva.
Los grandes centros urbanos y sus habitantes viven a un ritmo vertiginoso y voraz: el paisaje sugiere un bosque de rascacielos, atravesado por multitudes de automóviles y vías rápidas que surcan las zonas comerciales.
Y muchedumbres que pululan por doquier: nuevos ricos, pobres, ejecutivos, oficinistas y todo tipo de trabajadores. Los jóvenes de entre 15 y 25 años, de aspecto cosmopolita, parecen ciudadanos del mundo, no muy distintos de los jóvenes de Tokio, Europa o Estados Unidos.
Hay indicios palpables de cambios culturales en distintos terrenos.
El habla corriente es otro reflejo. Los modismos del vocabulario de los más jóvenes, por ejemplo, exhiben marcas de las nuevas tendencias internacionales.
Es así como "ku" representa a "cool" en inglés, para hacer referencia a la buena onda; y como "fen" se refiere a "fan", cuando se utiliza a modo de admiración hacia una marca o un personaje público.
Los nombres en inglés, así como la problemática homosexual y el término "gay", se escuchan con más frecuencia en el uso público, y crecen en número las parejas que conviven sin casarse, en contra de las normas clásicas ancestrales. El yoga sigue en pleno auge, pero también se sumaron las clases de salsa y hasta es posible adherir a la transgresora moda del baile del caño.
El aluvión de cambios alcanza a la institución familiar. Los padres ya no dan órdenes imperativamente, como les tocó vivir en su propia infancia: ahora también escuchan a sus hijos, quienes más de una vez guían a los mayores en el laberinto de la vida actual, con sus nuevos códigos culturales y tecnológicos.
Si Mao viviera Muchos piensan que el tronar de este colosal motor humano en movimiento que es la China actual, tiene su origen en la figura de Mao Tse-Tung, el líder considerado el padre de la República Popular, quien a mitad del siglo pasado instauró el comunismo, reunificando y fortaleciendo al país, y sin ahorrar mano dura en pos de esa meta.
Pero lo cierto es que unque su rostro siga dominando la escena pública, China se mueve fundamentalmente al ritmo que impuso otro de sus líderes: Deng Xiaoping. Fue Deng quien, tras la muerte de Mao activó, desde 1978, la maquinaria de este monstruo productivo y de consumo, a través de una batería de reformas y una apertura económica que desembocarían en esta realidad: un panorama que Mao, si pudiera observarlo, hallaría cuanto menos perturbador.
China es hoy el país con la mayor dinámica capitalista de la economía mundial, incluidos sus 60 multimillonarios y 1.000 millonarios. Las grandes marcas de productos de alta gama migran decididamente a este país, convertido en el mercado de bienes de lujo de mayor crecimiento en los últimos años. En su tienda de 4 pisos en Shanghai, inaugurada en julio de 2012, Louis Vuitton apuesta a un servicio exclusivo de diseño de productos "a medida"; las suntuosas vidrieras de Chanel y de Prada, entre otras, rivalizan en el mismo vecindario.
¿Cómo resulta esto posible bajo un gobierno comunista? Quizás no haya que buscarle explicación. El propio Deng Xiaoping denominó al proceso: "Un país, dos sistemas".
Lo concreto es que, como queda visto, desde 1980 se han ido desarmando los pilares de la política económica comunista clásica, aunque la mayor parte de las compañías sigan siendo todavía estatales y haya delegados del gobierno en cada empresa privada. A la par, continúa habiendo restricciones a nivel informativo y cultural; los ataques a la libertad, los castigos a los disidentes y los abusos de poder siguen formando parte del panorama.
Pero así y todo, hay cambios trascendentales.
Según el licenciado Mariano Turzi, director del Programa de Estudios de Asia-Pacífico de la Universidad Torcuato Di Tella, para poder medir la intensidad de la transformación en la sociedad china, se debe tomar en cuenta la magnitud que alcanzan estos cambios, y no la velocidad a la que suceden. Pero además agrega que "si estos cambios son comparados con los estándares actuales de Occidente, los resultados serían una cosa; pero si se los compara con el repaso de la China histórica, el resultado es completamente diferente.
Hace cuatro décadas el país se moría de hambre, batiéndose en una sangrienta y fallida Revolución Cultural.
Hoy es altamente improbable que eso vuelva a suceder, porque China ha virado de manera definitiva hacia el progreso".
En materia económica y política, el reciente Congreso del Partido Comunista Chino confirmó el rumbo. En Jinping asumió como secretario general del PCCh por la próxima década, y desde marzo será el nuevo presidente chino, con Li Keqiang como premier.
En el todopoderoso Comité Permanente —núcleo duro del Politburó, de 7 miembros— revista Wang Qishan, gurú de las finanzas en quien se confía la puesta en marcha de una serie de nuevas reformas económicas.
Casa, auto y vacaciones En los últimos 30 años, el gobierno comunista logró rescatar a 680 millones de habitantes de la pobreza.
Un buen porcentaje de ellos pasó a formar parte de una creciente y multitudinaria clase media, cuyo salario mínimo anual oscila entre los 10.000 y 20.000 dólares.
Esta clase media encontró sustento en un ambiente apto para los emprendimientos comerciales, proceso que comenzó en el agro y se trasladó a la industria. Un gran número de campesinos y obreros pasaron de ser simples eslabones en la cadena manufacturera, a alistarse en el ejército de consumidores, cuya idiosincrasia es emprendedora y negociadora.
Los resultados de este proceso de apertura y prosperidad se perciben en los hogares, donde sigue ganando terreno la adquisición de tecnología, la renovación del parque automotor, e inclusive se ha acrecentado de manera notable la posibilidad de obtener una vivienda propia. Este paulatino repliegue del Estado de la vida privada, le permite a la sociedad ser libre de elegir dónde vivir, trabajar y hasta vacacionar. Y aunque el auge consumista pueda tener su costado frívolo, representa un cambio sustancial para un pueblo que nunca había sido actor protagónico en lo socio-económico.
Sin embargo, los niveles de consumo evidencian desigualdades y esta tendencia es una preocupación para los que procuran una sociedad sin estándares asimétricos. Si bien este desbalance no queda tan expuesto en las ciudades, sí resalta en la comparación con las regiones del interior, las que en muchos casos resultan una ventana a la China de hace medio siglo.
Serán entonces el tiempo, o los acontecimientos, los que otorguen equilibrio o profundicen diferencias.
Mientras, una multitud continúa avanzando hacia una modernidad sin precedentes para el legendario Gigante Asiático.
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tierra de contrastes Dos hazañas de construcción: la Gran Muralla China, declarada Patrimonio de la Humanidad, tiene más de 2 mil años de historia; la moderna ciudad de Shanghai, con sus destellos futuristas, es símbolo de la transformación del país.
Caminos cruzados Estación de ferrocarril de Guangzhou, en la provincia de Guangdong. Época de vacaciones. Una multitud de pasajeros aguarda para abordar sus trenes.
EN CLASE Niños en una escuela de la provincia de Shaanxi. Los retratos sobre la pared son de Sun Yat-sen (1861925), republicano considerado el padre de la China moderna. Mao TseTung, padre de la China Popular. Y Chou Enlai, su primer ministro desde 1949 hasta su muerte en 1976.
belleza ribereña El río Li, bordeado de montes, ofrece algunos de los paisajes más idílicos del país.
Al wok Un grupo de estudiantes de cocina prepara vegetales en una escuela de chefs en Hefei, en la provincia de Anhui.
nuevos consumos Jóvenes chinas eligen mascotas de lujo, en un local de Shanghai. Surgen mercados para satisfacer las aspiraciones de estatus de una generación que toma distancia de los hábitos de sus mayores.
zona de obras Comienza la construcción de un nuevo museo de ciencias en Chongging.
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1.000 millones Son las líneas de telefonía móvil en uso. La factura promedio, de 10 dólares mensuales, se duplica en el caso de los iPhones.
550 millones Es el número de internautas. Las proyecciones indican que serán 800 millones en 2015. Los servicios de las redes sociales Twitter y Facebook están bloqueados.
470 rascacielos Son los construidos hasta 2012 inclusive. Hay otros 332 rascacielos en construcción, y 516 más planificados.
3,2 billones de dólares Son las reservas nacionales (cifras de 2012). El promedio de crecimiento anual de la economía china, en la primera década de este siglo, es de 10%.
224 millones de autos Es la dimensión del parque automotor nacional (cifras de 2011). En Beijing es posible ver autos de alta gama, como Ferrari, Lamborghini, Maserati o Porsche.
92% ascenso social Es el porcentaje de ciudadanos chinos que considera que su nivel de vida es mejor que el de sus padres, según un sondeo del Centro Pew estadounidense.
23 millones de personas Son las que viven actualmente en la ciudad de Shanghai. Es el primer puerto a nivel mundial: en 2011 movilizó 31 millones de TEUs (capacidad de carga de un contenedor).
10 mil dólares Es el ingreso anual mínimo calculado por hogar. La clase media se estima entre 100 y 150 millones de personas. En China actual viven 60 multimillonarios y 1.000 millonarios.
100 millones Es la proyección de turistas chinos que viajarán al extranjero en 2015, contra los 210.000 que salieron entre 1949 y 1978.
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El dilema del hijo único
El crecimiento demográfico de China se ha desacelerado de manera ostensible desde que, en 1979, entrara en vigencia la regla de no más de un nacimiento por familia. Pero la medida desembocó en otro dilema: ¿De dónde obtener la inmensa masa laboral necesaria para mantener el impetuoso auge productivo y económico actual? Hasta el momento, se ha provisto de trabajadores rurales desocupados, pero se estima que para 2050, un tercio de los ciudadanos chinos tendrá más de 60 años, es decir tres veces la proporción actual. Y la tendencia así lo demuestra: desde 2010, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas, el número de habitantes con esa edad ya alcanza al 13,3% de la población; mientras que la proporción de menores de 14 años, cayó hasta el 16,6%.
La ONU calcula que China dejará de ser el país con más habitantes a partir de 2025, cediendo ese lugar a la India. Se estima que, de aquí a cinco décadas, la población podría bajar de la barrera de los 1.000 millones.
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Alta gama y gym En Shanghai abundan autos y tiendas de lujo, comida chatarra y mega gimnasios, entre otros íconos del mundo occidental.
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Internet: la otra gran muralla
"Vela", "Tiananmen", "nunca olvidar", "silla vacía", "Oslo": a este tipo de menciones, y aun otras más crípticas, está alerta el ejército de cibercensores que patrulla la web en China, con la eufemística misión de "moderar". Al bloqueo de Twitter, Facebook y YouTube se suma la censura en otras redes sociales, motores de búsqueda y plataformas como la local Sina Weibo. Los comentarios, posts e imágenes en Internet, considerados "inconvenientes", son bloqueados: sucede cada aniversario de la Masacre de Tiananmen —trágico saldo de la represión contra estudiantes en la plaza de Beijing, en 1989—, como cuando se entregó el Premio Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo, entre otros temas críticos para el gobierno y al contrario de lo ocurrido con Mo Yan, Premio Nobel de Literatura alineado con la política oficial. Mientras la comunidad cibernáutica crece, al ritmo de la popularización de la tecnología, las "normas, regulaciones o políticas relevantes" invocadas para limitar el acceso a la información, no retroceden.
En el afán de controlar las comunicaciones, durante el reciente Congreso del Partido Comunista no sólo se suspendió el servicio de Google: se prohibió el uso de palomas mensajeras, un hobby muy popular en China.