12/11/11
La maldición de Keynes
Por
Por PABLO SCHIAFFINO. ECONOMISTA y profesor de Macroeconomía de la UTDT.
EL COLAPSO DE GRECIA Y LA ESPIRAL EUROPEA.En el pico de la crisis en el 2009, sus principios fueron furor entre los gobiernos. Pero pocos siguen sus consejos. Ajustes y egoísmos.:
El 31 de diciembre de 1933, mientras la economía estadounidense se mortificaba con otro año de mediocre desempeño en sus variables económicas, el grito de guerra en la antesala de la revolución keynesiana llegaba al New York Times.
John Maynard Keynes escribía "una carta abierta al presidente Roosevelt", analizando a lo largo de diecinueve puntos cada una de las medidas adoptadas por el gobierno de los Estados Unidos para rescatar de la crisis a una economía sumergida en la depresión. El análisis de Keynes, así como sus propuestas, poco tienen que ver con los mandamientos de la ortodoxia económica de por aquel entonces, pero fueron sus ideas las que sacaron (en parte) a la economía mundial de la gran depresión en la que se encontraba.
Las similitudes en términos cualitativos entre aquella crisis y la actual reivindicó de manera notoria los manuales de procedimiento keynesianos.
Tanto fue así que Larry Summers -ex secretario del tesoro en la era Clinton y hasta hace poco asesor principal de Obama- declaró que la obra de Keynes debería titularse "Una teoría especifica del colapso en el empleo, el interés y el dinero" ya que se trata de entender la manera en la cual las economías de mercado están indefectiblemente destinadas a ciclos de caos y prosperidad. Summers sugirió entonces que la lección keynesiana era central en la actualidad tanto para los Estados Unidos como para Grecia y el resto de Europa, aunque el punto de partida del recetario keynesiano no contemplaba el choque inmediato con variables de otras latitudes: la política.
APOCALIPSIS GRIEGO. Europa se debate en problemas de liderazgo interno a lo la largo de la Unión que poco ayudan a la implementación de medidas expansivas. En la actualidad, los problemas de competitividad por parte de Grecia y otras economías también poco productivas como Italia y Portugal plantean serios interrogantes sobre si continuar perteneciendo al euro es la mejor alternativa.
En una situación similar, Keynes sugirió a Roosevelt que una devaluación que animase las exportaciones y sustituya importaciones es positiva para la recuperación, y que la política monetaria es un elemento poderoso a la hora de combatir una crisis. Pero esto, al ser parte de la unión monetaria europea, nunca fue una opción para Atenas y cada uno de los países en problemas.
Paralelamente, los planes de salvataje financiero, con quitas en los porcentajes de la deuda externa e inyecciones de liquidez, son insuficientes y cuestionados por parte de los países (Grecia actualmente y posiblemente Italia y Portugal en el futuro) a los que se les exige un ajuste en nombre de la ayuda recibida. El tipo de rescate pensado por Merkel y Sarkozy para el saliente Papandreu en la república mediterránea, que busca tranquilizar el ánimo general y despejar posibilidades concretas de una eventual cesación de pagos, está sesgado a la sustentabilidad fiscal de corto plazo sin reparar en la cuestión importante de cómo sacar a las economías de la recesión en la que se encuentran. La ironía del asunto, observada en su momento por Keynes, es que si bien la actual crisis fue generada por exceso de crédito, confianza y gasto, la manera de recuperar la senda del crecimiento se logra a través de aumentos de confianza, crédito y gasto. Y esto, por ahora, en Europa no se consigue, ni en Grecia ni en el resto de la Unión.
Parte del problema bien podría ser solucionado logrando tasas interés más bajas que abaraten el crédito, permitiendo una devaluación del euro y otorgando a las economías mayores tasas de inflación. Pero si, por el contrario, el euro se mantiene apreciado en relación con el dólar y las tasas de interés se fijan lo suficientemente altas porque el nivel de precios actual (3% de inflación anual) se considera como "muy elevado", los motivos radican en que detrás de esa decisión de política económica yacen las verdaderas prioridades del Banco Central Europeo (BCE).
INDIGNADOS. La coordinación en las políticas activas fue tambien un elemento central en la teoria keynesiana.
Sin embargo, la lectura actual parece indicar que cada estado europeo se encuentra, con todas las limitaciones existentes, pensando en cómo lidiar con sus problemas internos por su cuenta. Porque la crisis también devora primeros ministros, Merkel se disgusta por los excesos cometidos por el país heleno y aclara que no hará nada que implique un costo significativo para Alemania, Sarkozy está demasiado ocupado atendiendo posibles virulencias en su sistema financiero ante la posibilidad de un default griego y, a Cameron, los estudiantes le copan la calle en señal de protesta por los recortes en el gasto social. Berlusconi, si no está desactivando un escándalo sexual, resiste como puede los embates de la oposición que claman por su renuncia a causa de una economía en estado de ebullición. El premier prometió que resignaría solo cuando voten las reformas que Bruselas le reclama.
Si bien Estados Unidos aún no puede cantar victoria, varias medidas de corte keynesiano implementadas por Obama han minimizado el impacto de la crisis y generado, en parte, los primeros palotes de la recuperación.
Europa, en cambio, cuenta con una multiplicidad de actores sin un objetivo común que los una y una dirección clara hacia donde, en definitiva, intentan dirigirse. Grecia es su ejemplo más claro. Lejos está aún de tener un plan económico que permita a la unión, como conjunto, recuperar el sendero de prosperidad económica por la que abogó Keynes.
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RECETARIO IGNORADO
-Devaluar y ganar competitividad.
El corset del euro impidió a los gobiernos como Atenas apelar a la política monetaria.
-Aumentar el gasto y el crédito.
Los planes estímulo duraron poco.
Ahora se busca ajustar.
-Coordinar las políticas activas.
Los líderes atienden más a su popularidad interna en sus países que a un juego regional conjunto.