Cuáles son los documentos nucleares top secret que Brasil no puede revelar
Dilma Rousseff tuvo que ceder a las presiones de militares y de la diplomacia. El plan atómico brasileño. La tensión con Buenos Aires.
La polémica en Brasil por la desclasificación de archivos secretos despunta una arista sensible para la Argentina. La presidenta Dilma Rousseff discute con sus aliados políticos –entre ellos, el ex mandatario Luis Inácio Lula da Silva– si conviene sacar a la luz una serie de documentos que los ministerios de Defensa y de Relaciones Exteriores prefieren mantener bajo llave. Algunos de los archivos contendrían información sobre el programa de desarrollo nuclear brasileño y darían cuenta de que ese país incumplió parte de los tratados de cooperación y transparencia firmados con la Argentina.
La semana pasada, Eliane Cantanhêde, una de las principales columnistas del diario Folha de San Pablo, reveló que "militares y diplomáticos defienden que los datos, estudios y métodos utilizados para desarrollar centrífugas y tecnología nuclear se conserven para siempre como ultrasecretos" para no generar tensiones con la Argentina, "con quien se tiene un acuerdo bilateral de transparencia en esa área".
El celo de Itamaraty reabrió un viejo interrogante: ¿Brasil ya está en condiciones de producir armamento nuclear? Y si esa duda se convirtiera en certeza, ¿cómo impactaría en la relación con su socio regional?
Dalton Girâo Ellery Barroso, un físico del Instituto Militar de Ingeniería (IME) brasileño, ensayó una respuesta a la primera pregunta en una tesis de doctorado que despertó el interés de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) en 2009. Barroso interpretó los modelos físicos y matemáticos de la ojiva W-87, de origen estadounidense, y realizó simulaciones numéricas de detonaciones nucleares. La conclusión de su estudio fue que Brasil había reunido los conocimientos técnicos necesarios para crear una bomba atómica.
En enero de este año, una filtración de WikiLeaks dejó al descubierto que autoridades de la AIEA quisieron entrevistarse con el científico para saber cómo había obtenido la información para su teoría. Aunque Barroso juraba que había trabajado sobre la base de datos públicos, la agencia sospechaba que sólo podía haber desarrollado su tesis con acceso privilegiado a los laboratorios nucleares de Brasil. Según los cables diplomáticos, el asunto se zanjó con una intervención del ministro de Defensa, Nelson Jobin, quien expresó su fastidio por la insistencia de la AIEA e impidió el encuentro con el físico del IME.
"Brasil tuvo una actuación desprolija y poco atenta a los compromisos de información con la Argentina, tal vez porque está más preocupado por la presión de las potencias nucleares para que firme el Protocolo Adicional al Tratado de No Proliferación", dijo a PERFIL Mónica Hirst, profesora de Política Internacional de la Universidad Torcuato Di Tella. "El compromiso pacífico de Brasil en materia nuclear tiene rango constitucional, pero que no busque construir el arma atómica no implica que vaya a renunciar a los conocimientos técnicos que eso requeriría", agregó la politóloga brasileña experta en temas de paz y seguridad.
El miércoles, el canciller Antonio Patriota aseguró que el Ministerio de Exteriores de Brasil no tiene ningún problema en que se abran los "documentos históricos" de la cartera diplomática, que incluyen documentación sobre la Guerra del Paraguay y sobre un litigio fronterizo con Bolivia. Pero Patriota no dijo ni una palabra sobre la Argentina y los folios nucleares. Quizá no podía hablar.