Di Tella en los medios
La Nación
17/04/25

Pablo Gerchunoff: “Como en todo libertario, hay en Milei una desconfianza profunda para con la democracia”

El profesor de las Licenciaturas en Economía, en Historia y en Ciencias Sociales fue entrevistado sobre su nuevo libro, "La imposible república verdadera. Argentina, 1903-1930".

“A pesar de que a Milei no le gustaría lo que voy a decir ahora, comparte con Yrigoyen el hecho de que ha construido un poder desde abajo. Notablemente Milei también tiene algo de Yrigoyen en términos de estilo político. Es un personalista despectivo de las instituciones, aunque, a diferencia abismal de Yrigoyen o de Perón, está muy lejos de alcanzar la estatura de caudillo. Ese es un problema, porque sin instituciones y sin un caudillo es difícil saber cómo se puede gobernar la Argentina”, dice Pablo Gerchunoff, autor de La imposible república verdadera. Argentina 1903-1930 (Edhasa), un ensayo histórico que aborda las tensiones y las heridas que marcaron el nacimiento de la república con derechos políticos plenos, en 1912.

A diferencia de quienes ven en el peronismo “el origen de todos los males” de la Argentina, para el presidente Javier Milei la causa de la larga decadencia se encuentra en las primeras décadas del siglo XX. De aquellos años se ocupa el flamante libro de Gerchunoff, autor de textos fundamentales de historia económica, profesor emérito de la Universidad Torcuato Di Tella y Miembro de número de la Academia Nacional de Ciencias Económicas.

En una entrevista con LA NACION, Gerchunoff describe a Milei como alguien “apurado”, “con necesidad de construir poder” y con una “monotonía fiscal en su cabeza, algo importante pero insuficiente”. Aunque revela algunos de sus temores, anhela que en el futuro pueda decirse que el actual presidente posibilitó “el reencuentro de la Argentina con el progreso material”.

Con respecto de las distintas corrientes y miradas que conviven bajo el amplio y diverso paraguas del liberalismo, Gerchunoff, que se considera un liberal de izquierda, marca un límite infranqueable respecto del liberalismo libertario que dice encarnar el presidente. “Si Milei es liberal, entonces yo no lo soy. Y si yo soy liberal, entonces Milei no lo es. Esto no quiere decir que yo no respete su pensamiento libertario, pero es un pensamiento, desde mi punto de vista, confrontativo con la democracia cuando vamos a fondo. Y entonces yo quiero decir: yo con ese tipo de pensamiento no querría ni siquiera compartir la palabra que nos nombra”.

-En tus últimos libros abordaste a los líderes que marcaron la vida política de la Argentina del siglo XX. Pienso en El Planisferio invertido, la biografía exhaustiva y documentada de Raúl Alfonsín. Pienso en La caída, que es una entrevista imaginaria con Perón en Puerta de Hierro. Y ahora llega La imposible república verdadera, un ensayo histórico cuyo protagonista es Yrigoyen. ¿Por qué Yrigoyen y por qué ahora?

-¿Por qué ahora? Porque tenía ganas. No es un libro pensado para que se conecte con el contexto actual, es un libro que tiene una trayectoria previa, que es la historia del radicalismo a partir de mi experiencia con Alfonsín. Me conecté con Alfonsín, fui un funcionario menor de Alfonsín, y a partir de ahí me empezó a interesar. Nunca fui radical.


El nuevo libro de Gerchunoff 

-Más que radical te hiciste alfonsinista. Te conmovió Alfonsín.

-Le tuve un profundo respeto a Alfonsín, efectivamente, y a partir de ahí me interesó ver de dónde venía él, cuál era el origen, qué era el radicalismo. En esa línea, primero escribí un libro más económico que fue El eslabón perdido, sobre las tres presidencias, la de Yrigoyen en el 16, la de Alvear en el 22, la de Yrigoyen de nuevo en el 28. Y después seguí, y seguí conectándolo con el libro que vos recién citaste, que es La caída. Entonces, me empezó a interesar cómo alguien que saca votos “de dimensiones peronistas”, digámoslo, como Yrigoyen en 1928, “el plebiscito”, dijeron en su momento, pudo caer a los dos años, pudo ser la víctima de una “revolución”. No digo golpe de estado, digo revolución porque era la palabra de la época. Y a los dos años de ser elegido, con una cantidad enorme de votos, es derrocado por una revolución militar, pero también por, y en eso se parece a la caída de Perón, por el desgaste de la edad y de su propia fuerza política, del partido y de los yrigoyenistas en general que empezaron a considerar que Yrigoyen se estaba volviendo un poco insoportable.

-Es inevitable ver pensar los hilos que unen pasado y presente. Milei considera que precisamente en esos primeros años de los que te ocupás en este libro está el origen de todos los males de la Argentina y son la causa de su crisis y decadencia. ¿Por qué crees que hace esa lectura?

-Para el mundo no peronista en general, el origen de todos los males está en Perón. El origen de todos los males son las políticas corporativistas, populistas y hay un rosario de palabras para explicar esa postura. Sin explicarlo mucho, Milei es el primero que dice: “Todo empezó antes, todo empezó hace más de cien años”. En cierto sentido, este libro se conecta con el presente ¿Qué fue 1916? Fue la encarnación en Yrigoyen de un impulso democrático, pero también justiciero. Esa es la razón por las que es interesante ver ese momento desde los ojos de Milei, del Milei que, novedosamente, recrimina esos años –y no los del peronismo- como el comienzo de la decadencia y la crisis argentina. No sé si él cree eso o alguien le inculcó esas ideas, pero en todo caso, Milei simpatiza con “los desalojados del poder” como consecuencia imprevista de la ley Sáenz Peña, y se hace cargo del despecho con que esos hombres vivieron, estupefactos, el ascenso inesperado del caudillo radical. ¿Quiénes fueron los desalojados? Milei, como cualquier político, usa la historia a piacere. Los identifica como los arquitectos del progreso, por supuesto que no como una oligarquía desorientada. El drama argentino ha cumplido, entonces, más de cien años para Milei. Y si el peronismo no es el problema es, entre otras cosas, porque Milei ha nacido en sus márgenes y porque ahora trata de conquistarlo. Yo no escribí ese libro pensando en eso, pero cuando terminé de escribirlo me dije a mí mismo, estoy hablando de aquello que Milei más detesta.


"¿Qué fue 1916? Fue la encarnación en Yrigoyen de un impulso democrático, pero también justiciero. Esa es la razón por las que es interesante ver ese momento desde los ojos de Milei" - Aníbal Greco

-¿Hay en Milei, entonces, una desconfianza en la democracia?

-Como en todo libertario, hay en Milei una desconfianza profunda para con la democracia que quiso nacer en 1912 y se frustró. La democracia casi no aparece en su retórica. Cuando coloca a Alberdi en el podio de los próceres es porque ha tenido una lectura imperfecta del tucumano. Milei vive en su propia “república posible”, porque su convicción es que “la república verdadera” ha fracasado en estos más de 40 años, y ha engendrado una “casta política” enriquecida y corrupta. Hay algo llamativo y seguramente molesto para Milei si comprendiera el sentido de lo que voy a decir. La “casta política” es el equivalente funcional de lo que era “el viejo régimen” para Yrigoyen, el viejo régimen “falaz y descreído”. La democracia es, para Milei, la dictadura de las mayorías, no la victoria del mérito, no la victoria de los argentinos de bien. Por eso la ley Sáenz Peña es una herida en el cuerpo de la nación. Fue en 1912 que se abrió la Caja de Pandora, la Caja que contenía todos los males del mundo, y sobre todo el mal que está por encima de todos, el de la justicia social, el de la democracia igualitaria, la fuente del desorden profundo. Y porque Milei tiene esa visión es que nos habla de una enfermedad de más de cien años y desprecia el sentido de 1983. La imagen de Milei lanzando dardos sobre una foto de Alfonsín es iluminadora. Milei es entonces un reaccionario.

-Según Milei, el origen de los males no está en el peronismo. ¿Crees que además de querer seducir y conquistar a sus votantes comparte con el peronismo el método político que utiliza? Me refiero a la confrontación política y la polarización permanente entre “nosotros y ellos”, “los argentinos de bien y la casta”.

-Sí, creo que son las dos cosas. Él es diferente a Macri en ese sentido. Macri tiene una visión más convencional respecto al peronismo. El peronismo es populismo y la versión última del peronismo que es el kirchnerismo es populismo y no hay mucho más que hablar. Yo creo que Milei nace, no digo como peronista en su vida personal, pero seguro en las márgenes del peronismo y quiere al mismo tiempo conquistarlo. Y en ese sentido, vos decías una cosa que vale la pena retomar, que además hay un problema de estilo político. Hace poco tiempo releí a Chantal Mouffe y a su marido, Ernesto Laclau, en La razón populista. Algunos párrafos de La razón populista parecen estar describiendo a Milei. Dice: “El populismo es un estilo de gobierno que corta la sociedad en dos. Los de arriba y los de abajo. Y el populismo quiere representar a los de abajo”. ¿En qué sentido podemos incorporarlo a Milei a esa definición? En el sentido de que él redefine lo de arriba y lo de abajo. Los de arriba son los políticos corruptos que se apropiaron del Estado. Y los de abajo son aquellos que sufren la ineficiencia y la corrupción de los políticos que se apropiaron y se enriquecieron a costa del Estado. Entonces, él es antiestatista y antipolítico. Y ese punto, Milei es antipolítico, es lo que lo separa y genera cierta perplejidad en el arco republicano antiperonista de la política argentina. “¿No debería ser un poco más antikirchernista y antiperonista?” Y él básicamente es antipolítico, no antiperonista. Él tiene una visión arrasadora de toda la clase política argentina. No sé si de verdad lo cree, pero le resulta muy útil, muy importante para crecer. Así que Milei es un personaje de Laclau.


"Milei también tiene algo de Yrigoyen en términos de estilo político. Es un personalista despectivo de las instituciones, aunque, a diferencia abismal de Yrigoyen o de Perón, está muy lejos de alcanzar la estatura de caudillo" - Aníbal Greco

-Volvamos por un momento a Yrigoyen y a Perón. Uno podría decir que Milei e Yrigoyen se parecen en algunos puntos: ambos son personalistas y, por lo tanto, despectivos de las instituciones. ¿En qué se parecen y en qué se diferencian Milei, Yrigoyen y Perón?

-Perón es un poder construido desde arriba. A pesar de que a Milei no le gustaría lo que voy a decir ahora, Milei comparte con Yrigoyen el hecho de que ha construido un poder desde abajo. Está construyendo un poder que Yrigoyen también construyó desde abajo. Notablemente Milei también tiene algo de Yrigoyen en términos de estilo político. Es un personalista despectivo de las instituciones, aunque, a diferencia abismal de Yrigoyen o de Perón, está muy lejos de alcanzar la estatura de caudillo. Ese es un problema, porque sin instituciones y sin un caudillo es difícil saber cómo se puede gobernar la Argentina. Pero Milei, como Yrigoyen, se percibe a sí mismo como un hombre con una misión para cumplir y no va aceptar límites para cumplirla. Si es un populista, es un populista con poco pueblo, por lo menos todavía. Querría dividir a la sociedad en dos y movilizar “a los de abajo”, como diría Laclau. Solo que, esta vez, “los de abajo” no son los explotados en el sentido marxista del término, sino los atribulados por el peso de un Estado que no les da nada. Milei tiene, como Yrigoyen, un ingrediente religioso y por lo tanto antiliberal como Yrigoyen, insoportable para sus adversarios y quizás, como Yrigoyen, termine siendo insoportable hasta para sus más leales seguidores. Para Yrigoyen ese fue su final. Esperemos eso no ocurra con Milei.

-Milei dice que quiere destruir el Estado. ¿Quiere destruirlo o quiere usarlo y cooptarlo para su proyecto político?

-Yo creo que en algún momento pensó de verdad como un anarquista. Y pienso que, llegado al gobierno, si esa idea no se diluyó del todo ya, va a terminar diluyéndose. No hay más remedio. La idea de destruir al Estado es una idea cercana al absurdo. No va a ser eso lo que va a ocurrir. Y lo que va a ocurrir es que él va también a apelar al Estado, va a usarlo como lo usan todos los gobernantes, como lo usan todos los caudillos. Insisto, él, no teniendo la fuerza todavía de un caudillo, es un hombre que está en minoría en el Congreso, no tiene una Corte adicta y no tiene gobernadores. Así que todavía le falta para ser aquello que le gustaría ser, que es un caudillo político popular. Todavía no la tiene. ¿Qué dirá la historia en el futuro? No lo sé. A mí me parece muy temprano para entender a Milei, para juzgar a Milei.

-¿Qué le gustaría ser? ¿Perón? ¿Roca?

-¡No tengo ninguna duda! Él diría públicamente “me gustaría ser Roca” e íntimamente también diría “me gustaría ser Perón”.

-¿Es posible decir algo hoy sobre las huellas que podría dejar el gobierno de Milei o es prematuro?

-Es una pregunta importante, porque de Alfonsín, Menem y ambos Kirchner, buenas o malas, quedaron huellas muy importantes. ¿Qué huella quedará de Milei? Mi respuesta es que no tengo la menor idea. Me resulta demasiado temprano para decir algo sobre la silueta definitiva del gobierno de Milei. Apenas pasaron 16 meses. Lo que distingo es algo que me devuelve al tema del estilo: la prisa. Eso sí me llama la atención. Está apurado. Lo comprendo. Tiene que acumular poder casi desde la nada. Como decíamos, es minoritario en las dos cámaras del Congreso, no tiene una Corte adicta ni gobernadores leales. Es ridículo en ese contexto calificarlo de autócrata. Pero si bien no puedo todavía decir nada sobre el perfil definitivo de su gobierno, hay tres cosas que no me gustaría decir de él dentro de algunos años.

-¿Cuáles?

-No me gustaría decir “fue un fiscalista empedernido”. Eso es importante, pero es demasiado angosto. Si de Milei lo único que se va a poder escribir en el futuro es “nos dio una obsesión por el equilibrio fiscal”, yo diría, está bien eso, pero es insuficiente. Nosotros no vamos a salir del pantano solo con política fiscal. Y a mí me parece que Milei tiene una especie de monotonía fiscal en su mente. Tampoco me gustaría decir que “lideró un ajuste ciego, no un proceso reformista”, que por momentos es lo que temo. Finalmente, no me gustaría decir que el éxito lo convirtió en un autócrata, lo que también a veces temo. En cambio, me gustaría decir que posibilitó “el reencuentro de la Argentina con el progreso material”, una nueva versión del espíritu alberdiano, pero manteniéndose anclado en la república verdadera. Ni siquiera agrego el reencuentro “con la equidad”. No quiero excederme en mis ambiciones ni caer en la ingenuidad, pero tampoco es poco lo que pido. Sobre todo, porque no pertenezco a la nueva religión, que más que religión es un teorema: Equilibrio fiscal + Vaca Muerta = Crecimiento Económico.

-No crees en eso.

-No. Es el enésimo atajo para convencernos plácidamente de que Vaca Muerta más la minería que añoramos desde que perdimos el Potosí le permitirá a la clase media más próspera un Miami por año, a la clase media-media un Florianópolis por año, a los estratos sumergidos de la sociedad alimentos baratos todo el tiempo, y a todos los que puedan, atesoramiento en dólares. Mi impresión es que lo que tenemos por delante para consolidar el progreso material, y no una reactivación corta, es mucho más difícil. Milei ha chocado con esa antipática verdad cuando hace muy pocos días aceptó el fracaso de su primer plan estabilizador y emprendió otro, inevitable y riesgoso, que nace con la flotación cambiaria, a la que bautizó, a la manera de Trump, “el día de la liberación”. No le podemos pedir paciencia a los de abajo porque sería una inmoralidad, pero sí creo que una clase política que quiera redimirse, incluyéndolo a Milei, debe mirarse menos a sí misma y hacer una docencia del esfuerzo, una docencia que reconvierta los valores de la sociedad. Gobernar es explicar, y lo que hay que explicar es lo siguiente: si tenemos una productividad baja no podemos tener una moneda fuerte. Eso conduce siempre a una crisis. Yo sé que lo que estoy pidiendo es muy complicado. Quizás la docencia política de la que estoy hablando no tenga ni docentes ni alumnos. Quizás sea una imposibilidad. Pero, en todo caso, es la reforma económica, social y cultural que importa, la condición necesaria de cualquier otra reforma.

-¿Qué te generan los modos de Milei?

-Nada.

-¿Los agravios e insultos a académicos, economistas?

-Ah, no, me parece un espanto. Ahora entiendo a qué te estás refiriendo. Vos sabés que mi tic es tratar de entender y de ser indulgente con todos los personajes que andan dando vueltas por ahí. Si algo soy yo, es un historiador indulgente.


Gerchunoff: "Si Milei es liberal, entonces yo no lo soy" - Aníbal Greco

-Has mordido la manzana de la comprensión.

-Como escribí en La moneda en el aire, he mordido la manzana de la comprensión, que al final esa manzana se vuelve de verdad un veneno, por lo menos termina comprendiendo demasiado. Yo me acuerdo que cuando escribimos El ciclo de la ilusión y el desencanto con Lucas Llach. Lucas era muy joven. Y como yo estaba todo el tiempo mordiendo la manzana de la comprensión, Lucas con el estilo inteligente habitual de él me dice: “¿Y qué hacemos con Hitler?” Y ahí yo no tengo respuesta. Es un problema. ¿Qué me pasa a mí? Que yo a ese problema termino dándole menos importancia que la que realmente tiene. Pero eso es un problema mío. Yo me doy cuenta que le estoy cometiendo un error cuando le perdono los modos. Porque los modos importan.

-La familia liberal es amplia y absolutamente diversa. En ese universo parecen convivir, por ejemplo, un liberal de izquierda, como te autodefinís, y un liberal libertario, como se autodefine Milei. ¿Es posible? ¿Cómo se explica siendo tan distintas las miradas?

-El liberalismo es una familia de muchos hijos y hay una enorme desavenencia. Es una familia que se lleva muy mal. Hay un momento en que se lleva tan mal que ni siquiera reconoce al otro liberal como familia. Yo no soy de la familia de Milei. Si Milei es liberal, entonces yo no lo soy. Y si yo soy liberal, entonces Milei no lo es. Esto no quiere decir que yo no respete su pensamiento libertario, pero es un pensamiento, desde mi punto de vista, confrontativo con la democracia cuando vamos a fondo. Y entonces yo quiero decir: yo con ese tipo de pensamiento no querría ni siquiera compartir la palabra que nos nombra.