
8/03/25
Covid y después. La pandemia cambió el mundo, pero no tal como se preveía
Por Gabriela Origlia
Andrés Hatum, profesor del MBA y Executive MBA, fue consultado sobre el impacto de la pandemia en el mundo laboral.
En el primer minuto del 20 de marzo de 2020 comenzó oficialmente la cuarentena por el Covid-19 en la Argentina. La anunció el entonces presidente Alberto Fernández; dos meses antes la enfermedad había sido caracterizada como pandemia por la Organización Mundial de la Salud (ahora, según anunció Javier Milei, el país abandonará el organismo, al que calificó de "nefasto").
Por esos tiempos, cuando los contagios y las muertes se contaban en tiempo real, especialistas de distintos ámbitos proyectaban que, con la vuelta a la normalidad, habría cambios en varios órdenes. Los humanos, arriesgaban, saldrían diferentes. Más solidarios y empáticos. La cooperación internacional permanecería.
A cinco años del inicio de la cuarentena, ¿qué quedó de aquellos vaticinios? ¿Viró el mundo de acuerdo a ellos o los cambios pasaron por otro lado? Y en cualquier caso, ¿qué tan profundas fueron esas transformaciones? Podemos adelantar algo: todos los analistas consultados coinciden en que la pandemia, sobre todo, aceleró y profundizó tendencias que ya se vislumbraban.
La Argentina registró la cuarentena temprana más estricta del mundo, y aunque a fines de mayo de 2020 había pasado al puesto 15, rápidamente volvió a escalar posiciones y todo el primer año de pandemia se mantuvo en el top 10. Otra cuestión es cuánto respetaron los argentinos el aislamiento. Por empezar, los escándalos protagonizados por Alberto Fernández y algunos de sus funcionarios, como el "vacunatorio VIP" y el festejo de cumpleaños de Fabiola Yañez, sumados a la crisis económica, fueron factores clave en el humor social que culminó con Javier Milei como presidente. Vaya cambio.
La pandemia fue la mayor crisis después de la Segunda Guerra Mundial, tanto en términos sanitarios como económicos y sociales. "Sacudió las bases de nuestra civilización y la relación de nuestra cultura con la muerte -dice el ensayista Alejandro Katz-. Produjo una revulsión en nuestra certidumbre; quebró todo el saber técnico y el esfuerzo civilizatorio al servicio de postergar la muerte. Afectó la relación con los otros y con el futuro, que se hizo más aleatorio, menos controlable. En consecuencia, la sociedad se volvió más hedonista, más presentista".
Hasta la irrupción del Covid-19, que provocó más de 20 millones de decesos en el mundo según los últimos datos de la OMS, en Occidente la muerte era considerada "un defecto que le ocurría a aquellos que no controlaban debilidades como comer mal, fumar, consumir drogas", dice Katz. "Una suerte de moralización de la vida hacía que la muerte fuera considerada una responsabilidad de quien la sufre. Y, si no sobrevenía por defectos morales, llegaba por ‘defecto genético’, por ‘agarrarse’ una enfermedad". Katz entiende que la pandemia puso en cuestión esta idea: "La muerte puede ocurrir más allá de las virtudes morales y de las técnicas para tratar una enfermedad. Pone en cuestión saberes y técnicas".
Jorge Ossona, historiador y profesor de historia económica y social argentina, admite que las sociedades tienden a sobrevalorar las coyunturas y los efectos que pueden generar: "Cuando se producen cisnes negros como las guerras mundiales, todos piensan en el día después, pero la realidad se termina burlando de eso -previene-. Lo que se creía muerto no lo estaba tanto; y subyacen novedades, pero hay que regular el zoom para advertirlas. Ningún proceso de los que dejó la pandemia es del todo nuevo, pero sí cambió la sintonía, el volumen. La zaga del aislamiento es la acentuación de procesos congénitos de la modernidad".
Ossona, también investigador de la facultad de Ciencias Económicas de la UBA, coincide con Katz en que se vive un presente continuo más intenso. "Hay una mayor ansiedad en la calle. También, cierto fatalismo respecto de la muerte y de las enfermedades. Y un retorno a las concepciones religiosas, a la idea de fuerzas trascendentes, porque la muerte está a la vuelta de la esquina. Eso convive con más digitalización. La pandemia dejó, además, un plebeyismo en términos comu- nicacionales, decir lo que se piensa, sin filtro, con un maniqueísmo en el que no hay grises".
Katz comparte: "La contención en el decir tiene que ver con la construcción de relaciones de largo plazo y, como el mundo se presentifica, el insulto y el agrevio se generalizan. No importa que pueda haber represalias futuras por un acto del presente. Lo que podría pasar en el futuro deja de interesas".
Reconfiguración política
Ossona señala que en la Argentina la pandemia ayudó a poner fin a un ciclo. "La polarización se acentuó, se empobrecieron aún más los conurbanos y también la clase media, en medio de una administración estatal que fue un fracaso absoluto. Estos factores le permitieron ganar a Milei, que es el exponente de una corriente global más vasta, pero que debe ser leído en clave local", sostiene. "La Argentina nunca fue republicana y liberal. Sus élites pueden serlo, pero es un país conservador. Los populismos no creen en las mediaciones. Hoy la masa se expresa menos en las plazas y más en las redes sociales".
En términos geopolíticos globales, el politólogo Andrés Malamud sostiene que la pandemia profundizó los nacionalismos de uno y otro signo ideológico y la desconfianza de Occidente hacia China. "Pero, antes de eso, la crisis financiera de 2008 había tenido un efecto aún más disolvente: alimentó la desconfianza del mundo en la fortaleza de Occidente", advierte.
Al inicio de la pandemia se profetizaba que aumentaría la acción del Estado, junto con los lazos de solidaridad entre Estados. Hoy, sin embargo, vemos un debilitamiento del multilateralismo y de los vínculos de cooperación internacional. "Vamos hacia un retorno de las esferas de influencia, la redefinición de fronteras y el derecho del más fuerte (might makes right). Pero cuidado, la pandemia exacerbó este efecto, no lo produjo", señala Malamud.
Para Ossona, el mundo vive hoy en un equilibrio basado en el terror. "Está el neoimperialismo ruso. Trump quiere avanzar sobre Groenlandia y Panamá; China, sobre Taiwan. Se reabren viejas fricciones entre Rusia y China", enumera.
Por su parte, el economista Luis Palma Cané observa que líderes de extrema derecha como el húngaro Orban, Trump, Bolsonaro y el propio Milei reniegan del multilateralismo. "Estamos en un mundo dividido en bloques", dice.
Para Palma Cané, la alteración de las líneas de abastecimiento que provocó la pandemia representa un tema de seguridad geopolítica, más que económico. "La premisa es que no vuelva a repetirse el desabastecimiento. Cada país productor puso énfasis en reemplazar a sus proveedores externos, con todo lo que eso significa en términos de costos, eficiencia y seguridad de aprovisionamiento", apunta. Fue una respuesta a la interrupción de los flujos comerciales. "Muchos países hicieron una especie de sustitución de importaciones. Eso en alguna medida se mantuvo y modificó la dinámica del comercio internacional".
Rol clave de los jóvenes
Especialista en tendencias sociales y consumo, Guillermo Oliveto observó en mayo de 2020 que los cambios de los que se hablaban entonces serían menos drásticos de lo esperado. Creyó, desde el arranque, que la "normalidad", tal como se la conocía, regresaría pronto aunque con algunas modificaciones. Esperaba, entonces, "la revancha de la vida, porque ese mundo de encierro se llevaba a las patadas con la libertad por la que había siempre luchado la humanidad". En su libro Humanidad ampliada analizó la pospandemia y planteó un mundo marcado por dos grandes fuerzas, la tecnología y el consumo.
Los consultados enfatizan que la demanda social pasó de la preservación, durante el Covid, a la de libertad, tras la pandemia. En la Argentina, como dice Ossona, eso coincidió con "un fin de ciclo" marcado por el protagonismo de las redes sociales. De allí surgió el apoyo de los j óvenes que constituyeron la base de despegue de Milei.
"La gente volvió a todo -señala Oliveto-. A los recitales, a los shop- pings, a los estadios. El cambio más fuerte es psicológico, que repercute sobre las demás áreas. La población global vivenció la vulnerabilidad, la noción de finitud, y eso llevó a un proceso en el que se conjugan estos efectos y las plataformas tecnológicas. Además, estuvimos dos años viviendo en la caverna digital y las plataformas aprendieron mucho de nuestros patrones de conductas".
Oliveto apunta que surgió una suerte de "cultura ciborg, un híbrido humano/tecnológico, muy agudizada, imprescindible para sobrevivir. En noviembre de 2022 el ChatGPT irrumpe en lo cotidiano y eso termina de cuajar".
A ese escenario, Oliveto le agrega una nueva relación con el tiempo. "De la posmodernidad venía el ‘vivirlo todo’ y a eso se le sumó el ‘todo es ahora’. Hay un cambio en la concepción psíquica del tiempo y eso se traduce en plataformas que traen la cultura de la instantaneidad. Más velocidad, gula vital, ansiedad".
Añade que quedó una concepción del bienestar más integral, más holística, en la que venían insistiendo los centennials y que hoy es un fenómeno transgeneracional que pone todo en debate: "‘Me quiero sentir bien y es ahora, No sé cuánto duraré y sé que la vida se termina’ -ejemplifica-. Eso es lo que rige".
El psicólogo Damian Klor cree que la pospandemia dejó mucho que procesar y focaliza en el impacto que tuvo en los más jóvenes en lo educativo. "La pésima gestión en educación, el cierre irresponsable de las instituciones generó trastornos del aprendizaje que hoy cualquier maestra de los últimos grados de la primaria pueden confirmar. Gran parte de los alumnos del secundario están desprovistos de motivación para el aprendizaje porque durante dos años no se les exigió prácticamente nada".
Vivir el hoy
Además, señala que, con el pretexto de haber estado encerrados a sus 16 y 17 años y haberse perdido, por ejemplo, el viaje de egresados a Bariloche, muchos jóvenes se sienten con derecho a salir todos los días, a hacer y probar, para "aprovechar" el tiempo perdido. "Del otro lado, muchos padres se sienten culpables y solidarios con ellos y dan permisos contraproducentes. Por ejemplo, hoy tenemos el flagelo de las apuestas online, una problemática joven que, si bien existía desde antes, se masificó".
Katz ve unajuventud menos comprometida con la idea de una carrera profesional, pues todo esfuerzo implica postergar algo del presente en vistas al futuro. Esa conducta incide sobre la configuración política, añade, ya que se interpreta que el esfuerzo para garantizar futuro no es conveniente. "El concepto de Estado de bienestar implica garantizar condiciones para que el futuro no dependa solo del patrimonio, para poder proyectar con cierta estabilidad ya que, aun sin ser rico, se cobra algo, se tiene acceso a cuidados, aun sin ahorros los hijos irán escuela y tendrán atención médica. Todo eso tambalea si la vida se orienta solo al hoy y olvida el mañana".
También en el mundo laboral la influencia de los j óvenes se hizo más notoria. Andrés Hatum, profesor de la Escuela de Negocios de la UTDT , señala que en los peores momentos del Covid, en paralelo al miedo de morir, corrió el de perder el trabajo. "Terminó con la ruptura de un paradigma: se puede estar afuera de la oficina y ser productivos -dice-. Después de un tiempo hubo voces críticas y algunas corporaciones muy importantes hicieron volver a sus empleados a la oficina. Con gente que renunciaba, hubo una vuelta atrás al menos en la exigencia de presencialidad diaria. Hacer volver es una tendencia dinosáurica, de organizaciones prehistóricas". Hoy en la empresa hay más comprensión de que se necesita calidad de vida, agrega. "Pero esto no significa que el ‘salario emocional’ pueda reemplazar al buen pago real", advierte.
Como antes las grandes guerras, la pandemia dejó su marca y el mundo ya no fue el mismo. Aceleró procesos, inició otros, y echó un manto de incertidumbre quizá asociada a la sombra de nuestra ahora ineludible condición finita.

Por esos tiempos, cuando los contagios y las muertes se contaban en tiempo real, especialistas de distintos ámbitos proyectaban que, con la vuelta a la normalidad, habría cambios en varios órdenes. Los humanos, arriesgaban, saldrían diferentes. Más solidarios y empáticos. La cooperación internacional permanecería.
A cinco años del inicio de la cuarentena, ¿qué quedó de aquellos vaticinios? ¿Viró el mundo de acuerdo a ellos o los cambios pasaron por otro lado? Y en cualquier caso, ¿qué tan profundas fueron esas transformaciones? Podemos adelantar algo: todos los analistas consultados coinciden en que la pandemia, sobre todo, aceleró y profundizó tendencias que ya se vislumbraban.
La Argentina registró la cuarentena temprana más estricta del mundo, y aunque a fines de mayo de 2020 había pasado al puesto 15, rápidamente volvió a escalar posiciones y todo el primer año de pandemia se mantuvo en el top 10. Otra cuestión es cuánto respetaron los argentinos el aislamiento. Por empezar, los escándalos protagonizados por Alberto Fernández y algunos de sus funcionarios, como el "vacunatorio VIP" y el festejo de cumpleaños de Fabiola Yañez, sumados a la crisis económica, fueron factores clave en el humor social que culminó con Javier Milei como presidente. Vaya cambio.
La pandemia fue la mayor crisis después de la Segunda Guerra Mundial, tanto en términos sanitarios como económicos y sociales. "Sacudió las bases de nuestra civilización y la relación de nuestra cultura con la muerte -dice el ensayista Alejandro Katz-. Produjo una revulsión en nuestra certidumbre; quebró todo el saber técnico y el esfuerzo civilizatorio al servicio de postergar la muerte. Afectó la relación con los otros y con el futuro, que se hizo más aleatorio, menos controlable. En consecuencia, la sociedad se volvió más hedonista, más presentista".
Hasta la irrupción del Covid-19, que provocó más de 20 millones de decesos en el mundo según los últimos datos de la OMS, en Occidente la muerte era considerada "un defecto que le ocurría a aquellos que no controlaban debilidades como comer mal, fumar, consumir drogas", dice Katz. "Una suerte de moralización de la vida hacía que la muerte fuera considerada una responsabilidad de quien la sufre. Y, si no sobrevenía por defectos morales, llegaba por ‘defecto genético’, por ‘agarrarse’ una enfermedad". Katz entiende que la pandemia puso en cuestión esta idea: "La muerte puede ocurrir más allá de las virtudes morales y de las técnicas para tratar una enfermedad. Pone en cuestión saberes y técnicas".
Jorge Ossona, historiador y profesor de historia económica y social argentina, admite que las sociedades tienden a sobrevalorar las coyunturas y los efectos que pueden generar: "Cuando se producen cisnes negros como las guerras mundiales, todos piensan en el día después, pero la realidad se termina burlando de eso -previene-. Lo que se creía muerto no lo estaba tanto; y subyacen novedades, pero hay que regular el zoom para advertirlas. Ningún proceso de los que dejó la pandemia es del todo nuevo, pero sí cambió la sintonía, el volumen. La zaga del aislamiento es la acentuación de procesos congénitos de la modernidad".
Ossona, también investigador de la facultad de Ciencias Económicas de la UBA, coincide con Katz en que se vive un presente continuo más intenso. "Hay una mayor ansiedad en la calle. También, cierto fatalismo respecto de la muerte y de las enfermedades. Y un retorno a las concepciones religiosas, a la idea de fuerzas trascendentes, porque la muerte está a la vuelta de la esquina. Eso convive con más digitalización. La pandemia dejó, además, un plebeyismo en términos comu- nicacionales, decir lo que se piensa, sin filtro, con un maniqueísmo en el que no hay grises".
Katz comparte: "La contención en el decir tiene que ver con la construcción de relaciones de largo plazo y, como el mundo se presentifica, el insulto y el agrevio se generalizan. No importa que pueda haber represalias futuras por un acto del presente. Lo que podría pasar en el futuro deja de interesas".
Reconfiguración política
Ossona señala que en la Argentina la pandemia ayudó a poner fin a un ciclo. "La polarización se acentuó, se empobrecieron aún más los conurbanos y también la clase media, en medio de una administración estatal que fue un fracaso absoluto. Estos factores le permitieron ganar a Milei, que es el exponente de una corriente global más vasta, pero que debe ser leído en clave local", sostiene. "La Argentina nunca fue republicana y liberal. Sus élites pueden serlo, pero es un país conservador. Los populismos no creen en las mediaciones. Hoy la masa se expresa menos en las plazas y más en las redes sociales".
En términos geopolíticos globales, el politólogo Andrés Malamud sostiene que la pandemia profundizó los nacionalismos de uno y otro signo ideológico y la desconfianza de Occidente hacia China. "Pero, antes de eso, la crisis financiera de 2008 había tenido un efecto aún más disolvente: alimentó la desconfianza del mundo en la fortaleza de Occidente", advierte.
Al inicio de la pandemia se profetizaba que aumentaría la acción del Estado, junto con los lazos de solidaridad entre Estados. Hoy, sin embargo, vemos un debilitamiento del multilateralismo y de los vínculos de cooperación internacional. "Vamos hacia un retorno de las esferas de influencia, la redefinición de fronteras y el derecho del más fuerte (might makes right). Pero cuidado, la pandemia exacerbó este efecto, no lo produjo", señala Malamud.
Para Ossona, el mundo vive hoy en un equilibrio basado en el terror. "Está el neoimperialismo ruso. Trump quiere avanzar sobre Groenlandia y Panamá; China, sobre Taiwan. Se reabren viejas fricciones entre Rusia y China", enumera.
Por su parte, el economista Luis Palma Cané observa que líderes de extrema derecha como el húngaro Orban, Trump, Bolsonaro y el propio Milei reniegan del multilateralismo. "Estamos en un mundo dividido en bloques", dice.
Para Palma Cané, la alteración de las líneas de abastecimiento que provocó la pandemia representa un tema de seguridad geopolítica, más que económico. "La premisa es que no vuelva a repetirse el desabastecimiento. Cada país productor puso énfasis en reemplazar a sus proveedores externos, con todo lo que eso significa en términos de costos, eficiencia y seguridad de aprovisionamiento", apunta. Fue una respuesta a la interrupción de los flujos comerciales. "Muchos países hicieron una especie de sustitución de importaciones. Eso en alguna medida se mantuvo y modificó la dinámica del comercio internacional".
Rol clave de los jóvenes
Especialista en tendencias sociales y consumo, Guillermo Oliveto observó en mayo de 2020 que los cambios de los que se hablaban entonces serían menos drásticos de lo esperado. Creyó, desde el arranque, que la "normalidad", tal como se la conocía, regresaría pronto aunque con algunas modificaciones. Esperaba, entonces, "la revancha de la vida, porque ese mundo de encierro se llevaba a las patadas con la libertad por la que había siempre luchado la humanidad". En su libro Humanidad ampliada analizó la pospandemia y planteó un mundo marcado por dos grandes fuerzas, la tecnología y el consumo.
Los consultados enfatizan que la demanda social pasó de la preservación, durante el Covid, a la de libertad, tras la pandemia. En la Argentina, como dice Ossona, eso coincidió con "un fin de ciclo" marcado por el protagonismo de las redes sociales. De allí surgió el apoyo de los j óvenes que constituyeron la base de despegue de Milei.
"La gente volvió a todo -señala Oliveto-. A los recitales, a los shop- pings, a los estadios. El cambio más fuerte es psicológico, que repercute sobre las demás áreas. La población global vivenció la vulnerabilidad, la noción de finitud, y eso llevó a un proceso en el que se conjugan estos efectos y las plataformas tecnológicas. Además, estuvimos dos años viviendo en la caverna digital y las plataformas aprendieron mucho de nuestros patrones de conductas".
Oliveto apunta que surgió una suerte de "cultura ciborg, un híbrido humano/tecnológico, muy agudizada, imprescindible para sobrevivir. En noviembre de 2022 el ChatGPT irrumpe en lo cotidiano y eso termina de cuajar".
A ese escenario, Oliveto le agrega una nueva relación con el tiempo. "De la posmodernidad venía el ‘vivirlo todo’ y a eso se le sumó el ‘todo es ahora’. Hay un cambio en la concepción psíquica del tiempo y eso se traduce en plataformas que traen la cultura de la instantaneidad. Más velocidad, gula vital, ansiedad".
Añade que quedó una concepción del bienestar más integral, más holística, en la que venían insistiendo los centennials y que hoy es un fenómeno transgeneracional que pone todo en debate: "‘Me quiero sentir bien y es ahora, No sé cuánto duraré y sé que la vida se termina’ -ejemplifica-. Eso es lo que rige".
El psicólogo Damian Klor cree que la pospandemia dejó mucho que procesar y focaliza en el impacto que tuvo en los más jóvenes en lo educativo. "La pésima gestión en educación, el cierre irresponsable de las instituciones generó trastornos del aprendizaje que hoy cualquier maestra de los últimos grados de la primaria pueden confirmar. Gran parte de los alumnos del secundario están desprovistos de motivación para el aprendizaje porque durante dos años no se les exigió prácticamente nada".
Vivir el hoy
Además, señala que, con el pretexto de haber estado encerrados a sus 16 y 17 años y haberse perdido, por ejemplo, el viaje de egresados a Bariloche, muchos jóvenes se sienten con derecho a salir todos los días, a hacer y probar, para "aprovechar" el tiempo perdido. "Del otro lado, muchos padres se sienten culpables y solidarios con ellos y dan permisos contraproducentes. Por ejemplo, hoy tenemos el flagelo de las apuestas online, una problemática joven que, si bien existía desde antes, se masificó".
Katz ve unajuventud menos comprometida con la idea de una carrera profesional, pues todo esfuerzo implica postergar algo del presente en vistas al futuro. Esa conducta incide sobre la configuración política, añade, ya que se interpreta que el esfuerzo para garantizar futuro no es conveniente. "El concepto de Estado de bienestar implica garantizar condiciones para que el futuro no dependa solo del patrimonio, para poder proyectar con cierta estabilidad ya que, aun sin ser rico, se cobra algo, se tiene acceso a cuidados, aun sin ahorros los hijos irán escuela y tendrán atención médica. Todo eso tambalea si la vida se orienta solo al hoy y olvida el mañana".
También en el mundo laboral la influencia de los j óvenes se hizo más notoria. Andrés Hatum, profesor de la Escuela de Negocios de la UTDT , señala que en los peores momentos del Covid, en paralelo al miedo de morir, corrió el de perder el trabajo. "Terminó con la ruptura de un paradigma: se puede estar afuera de la oficina y ser productivos -dice-. Después de un tiempo hubo voces críticas y algunas corporaciones muy importantes hicieron volver a sus empleados a la oficina. Con gente que renunciaba, hubo una vuelta atrás al menos en la exigencia de presencialidad diaria. Hacer volver es una tendencia dinosáurica, de organizaciones prehistóricas". Hoy en la empresa hay más comprensión de que se necesita calidad de vida, agrega. "Pero esto no significa que el ‘salario emocional’ pueda reemplazar al buen pago real", advierte.
Como antes las grandes guerras, la pandemia dejó su marca y el mundo ya no fue el mismo. Aceleró procesos, inició otros, y echó un manto de incertidumbre quizá asociada a la sombra de nuestra ahora ineludible condición finita.

