Di Tella en los medios
El Cronista
6/03/25

El lado olvidado de los mandamientos económicos

Por Fernando Navajas

Fernando Navajas, vocal del Consejo de Dirección de la UTDT, escribió sobre la enseñanza de los mandamientos económicos.

Aprender, enseñar o difundir ideas de economía que están incompletas por no incluir los requisitos para que esas ideas funcionen es un problema más serio del que uno imagina. Yo lo experimenté en carne propia hace mucho, cuando viajé a completar mis estudios en el exterior y me di cuenta que mis profesores de la UNLP me habían enseñado muy bien el primer teorema fundamental de la economía del bienestar, en la prueba matemática genial de la "mano invisible" elaborada por Kenneth Arrow y Gerard Debreu, que dice que un equilibrio de mercado competitivo es socialmente eficiente bajo un criterio especial y bajo ciertos supuestos.

Pero también me di cuenta que no me habían instruido mucho sobre el uso y significado del segundo teorema fundamental, "gemelo" del anterior, que invierte la causalidad y dice que cualquier punto de bienestar social puede llevar a un equilibrio competitivo si se realiza una redistribución de la riqueza a través de impuestos y subsidios de suma fija (sacarle y darle dinero a la gente) y luego se deja actuar al mercado. Este segundo resultado es algo más que un curioso matemático. Es lo que debería ser el comienzo de un curso sobre la teoría económica del estado y de las finanzas públicas.

Es un resultado que da escalofrío, porque presupone una redistribución fuerte por la vía del estado que uno se pregunta por las consecuencias que ello conlleva. Cuando lo vi por primera vez me pareció un teorema más bien stalinista, de imposible implementación. Pero luego me tranquilice, cuando aprendí que es una referencia teórica, nada más. Claro, cuando alguien que no entiende bien esto lo mira tal como luce, ahí viene el rechazo, bastante injustificado para mí, a toda la teoría económica neoclásica.
El segundo ejemplo, más en línea con el título de esta nota, viaja mucho más atrás en el tiempo, al momento de la llegada del mesías del capitalismo moderno, Adam Smith, y de la tabla de los mandamientos que trajo consigo. Es algo que está expuesto en un libro brillante reciente que completa una trilogía de libros de Colin Mayer, un gran profesor de economía y finanzas de Oxford y que fue mi primer tutor allí. En este último libro sobre Capitalismo y crisis, Mayer cierra el círculo que abrió con sus dos libros anteriores: Compromiso y Prosperidad.

La tesis de Mayer es que el mundo capitalista aprendió solo una parte de la tabla de los mandamientos del mesías Smith, que está expuesta en La Riqueza de la Naciones y se resume en la mano invisible del mercado, pero dejó sin leer el reverso de la tabla de piedra, en donde Smith había escrito, con anterioridad, los requisitos para que ello funcione en un libro menos conocido llamado La Teoría de los Sentimientos Morales. Este último abogaba por los requisitos que debían estar detrás de las decisiones de los agentes económicos que iban a construir, de abajo hacia arriba, un sistema virtuoso de progreso económico y social, bregando exclusivamente por sus intereses económicos.

Esos requisitos pueden resumirse, de modo muy simple, en algo vinculado al sentido común, en la interpretación del mismo que apunta a entender el sentido colectivo al que se contribuye tratando de ganar dinero. Sin este requisito, la búsqueda de la rentabilidad a cualquier costo o mejor dicho a costa de otros (incluyendo la estafa), a costa de la sociedad o a costa del entorno natural, no va a llevar al bienestar y la riqueza, sino a la ruina colectiva. La relevancia actual de esto, a nivel global y local, no es una pavada académica.

La tesis central de Mayer es que la gobernabilidad del sistema capitalista necesita ser reformada para evitar caer en un péndulo entre capitalismo miope y estatismo fracasado. Mayer apunta a la gobernabilidad corporativa como proa del cambio, porque cree que tiene más chances de funcionar que la vía exclusiva de la gobernabilidad política o del estado. Y porque cree que querer implementar instituciones vía políticas públicas si enfrente se tiene un capitalismo prebendario, timbero o "free rider" la cosa va a terminar en más regulaciones y represión que van agregar un mal a otro mal. Y la desregulación de los timberos no es una solución para la sociedad. Es algo bueno para ellos, pero no para el resto.

Los desafíos que se plantean en el esquema de Mayer son muy grandes porque se enfrentan a cuatro fallas o fracasos importantes del sistema económico, que todavía no han podido ser superados. Ellos son las fallas de mercado, las fallas del Gobierno, las fallas de la regulación de los mercados y finalmente, nada menor, las fallas humanas en donde se anidan graves problemas de códigos morales y errores de selección adversa de personas en lugares importantes de empresas y estado. Los dos primeros son bastante conocidos y ocupan gran parte de los debates, el último es sistemáticamente evadido.

Pero lo que en mi opinión Mayer aporta y mucho, con conocimiento de causa por su experiencia de ver el sistema regulatorio del Reino Unido, son las fallas de la regulación, tema que se divide a su vez en dos problemas vinculados entre sí por el avance de la inteligencia artificial. Por un lado, las fallas en la política de defensa de la competencia, por la complejidad que la misma conlleva en un mundo en donde la inteligencia artificial (IA) va camino a hacer cada vez más difícil detectar y controlar comportamientos anti competitivos. Ese, dicho sea de paso, fue uno de los temas de un libro sobre IA y Análisis Económico que yo edité junto a otros economistas académicos de la ANCE en 2022. O sea que, más allá de los temores que la IA genera a nivel global sobre la defensa y el manejo de las armas, existe en economía una fundada preocupación sobre el funcionamiento de algo fundamental como el proceso competitivo, que tiene consecuencias negativas sobre la regulación económica.

El segundo frente o problema se refiere a la regulación de sectores de servicios de infraestructura, en donde la dificultad de estimar costos en un mundo en donde la estructura de costos se sesga hacia intangibles y costos comunes o de red se combina, no solo con el poder de lobby e influencia que tienen las empresas reguladas, que se ha sofisticado en el tiempo, sino con la posibilidad concreta de que el uso de IA coordine una falsificación de costos como práctica común indetectable. Es decir que las condiciones para que la regulación se vuelva efectiva se han hecho cuesta arriba y lo que se creía hace tres décadas hoy no luce un camino promisorio. Esto no tiene nada que ver, a mi juicio, con la enorme tarea de desregulación o desarmado de regulaciones "estrangulatorias" que el estado ha acumulado en la Argentina durante mucho tiempo. Ahí hay mucha tela para cortar y yo apoyo eso. Pero tampoco con renunciar a mejorar las instituciones regulatorias, sino a hacerlas más efectivas y sofisticada.