11/11/24
Las reformas estructurales, en un momento bisagra
Por Miguel Kiguel
Miguel Kiguel, profesor de la Maestría en Finanzas, escribió sobre el escenario económico del país y el conflicto de Intercargo y Aerolíneas Argentinas.
Todos los indicadores apuntan a una consolidación del programa macroeconómico, cuya gran ancla es el déficit cero. La inflación sigue en un camino descendente, el riesgo país se viene derrumbando y aumenta la esperanza de que el año que viene la Argentina pueda volver a los mercados internacionales al mismo tiempo que la brecha cambiaria está en los niveles más bajos de los último cinco años. Por supuesto que hay desafíos, especialmente porque en algún momento el cepo hay que eliminarlo, también habrá que monitorear de cerca la evolución de las reservas y habrá que ver cuan fuerte es la recuperación de la actividad económica y la baja en la pobreza. Pero lo importante es que el programa macroeconómico está encaminado.
Al mismo tiempo también estamos viendo un importante avance en las reformas estructurales, que son fundamentales para aumentar la productividad y la eficiencia de la economía y así ayudar al crecimiento. Son una parte integral del programa económico, porque hacen a la modernización de la economía, a que la gente pueda beneficiarse de una mejor calidad de servicios y de que mejore el poder adquisitivo del salario.
Sostener el déficit cero y las reformas estructurales es un esfuerzo que requiere tanto capacidad técnica como habilidad política. Los intereses creados de los que se vienen beneficiando de un gasto público exacerbado, de regulaciones o beneficios fiscales que son arbitrarios o que fueron pensados en contextos que se han vuelto anacrónicos o de una protección desmedida a la competencia externa son enormes y el poder que tienen para bloquear los cambios han quedado demostrados a lo largo de los años.
En este contexto de resistencia al cambio se enmarca el conflicto de Intercargo y Aerolíneas Argentinas, donde lo que está en juego no es sólo mejorar el transporte aéreo y reducir su déficit crónico, sino mostrar que lo que parecía imposible se puede lograr.
Este conflicto no es solo un choque con un sector sindicalizado o parte del plan de ajuste del gasto público; es una batalla crucial para ver si se logra un cambio de régimen en la economía, y de lograrse, puede ser momento bisagra para poder avanzar con otras reformas estructurales Javier Milei en este caso parece querer imitar los ejemplos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, quienes entendieron que, para avanzar en sus programas de reformas, primero debían marcar su posición frente a los factores de poder que querían enfrentar.
Thatcher encontró en su famoso enfrentamiento con los mineros en 1984 un hecho canónico en su estrategia para cambiar a la sociedad británica: "La economía es el método, el objetivo es cambiar el alma". Como parte de sus objetivos de reducir la intervención estatal, el déficit fiscal y promover reformas promercado, la dama de hierro decidió cerrar las minas estatales de carbón, que eran deficitarias y un símbolo de la ineficiencia.
Thatcher prevaleció en lo que fue un voraz conflicto –que duró más de un año– y con ello logró marcar un punto de inflexión para el comienzo de una etapa de reformas estructurales en el Reino Unido. Los sindicatos perdieron poder y la agenda de privatizaciones y aumento de la competencia se intensificó. Thatcher se enfrentó a monopolios estatales en sectores como telecomunicaciones, gas, aerocomercial, carbón, electricidad y agua, entre otros.
La historia de Reagan con los controladores aéreos es otro ejemplo similar. En 1981, cuando los controladores aéreos en Estados Unidos desafiaron al gobierno con una huelga que paralizó el sistema de aviación, Reagan tomó una decisión contundente: despidió a 11.000 trabajadores.
No fue solo una disputa laboral, fue un hito para su administración y un mensaje sobre los límites del poder sindical en los servicios públicos y esenciales, y el exceso de gasto público.
El Gobierno, en el caso de Aerolíneas e Intercargo, parece decidido a tomar el camino de Thatcher y Reagan. Ganar estas batallas es central para fortalecer al Gobierno –sobre todo cuando la sociedad muestra signos de hartazgo con paros disruptivos y beneficios laborales que suenan exagerados.
Pero no todos los casos son iguales y habrá que ser muy cuidadoso en el futuro, especialmente con la apertura a la competencia externa, porque hay sectores que, aunque no sean eficientes, emplean mucha mano de obra no calificada y no están en condiciones de restructurarse de un día para el otro.
Ciertamente no es el caso de Tierra del Fuego, del cual se benefician muy pocos trabajadores y un puñado de empresarios, pero puede ser el caso de los sectores textil o automotriz donde la apertura seguramente tendrá que ser gradual.
Lo que queda claro es que Argentina necesita avanzar con reformas estructurales y garantizar la seguridad jurídica para atraer inversiones y aumentar la productividad. y obstáculos para la creación de nuevas empresas.
Milei enfrenta una prueba de fuego: si logra salir fortalecido de esta disputa, seguramente consolidará la credibilidad de su programa de transformación estructural.
Pero el camino es largo y difícil y será importante mostrar que la lucha no es sólo con los sindicatos, y deberá incluir a empresas y ‘vacas sagradas’ que gozan de privilegios o que viven a costa del Estado.
Al mismo tiempo también estamos viendo un importante avance en las reformas estructurales, que son fundamentales para aumentar la productividad y la eficiencia de la economía y así ayudar al crecimiento. Son una parte integral del programa económico, porque hacen a la modernización de la economía, a que la gente pueda beneficiarse de una mejor calidad de servicios y de que mejore el poder adquisitivo del salario.
Sostener el déficit cero y las reformas estructurales es un esfuerzo que requiere tanto capacidad técnica como habilidad política. Los intereses creados de los que se vienen beneficiando de un gasto público exacerbado, de regulaciones o beneficios fiscales que son arbitrarios o que fueron pensados en contextos que se han vuelto anacrónicos o de una protección desmedida a la competencia externa son enormes y el poder que tienen para bloquear los cambios han quedado demostrados a lo largo de los años.
En este contexto de resistencia al cambio se enmarca el conflicto de Intercargo y Aerolíneas Argentinas, donde lo que está en juego no es sólo mejorar el transporte aéreo y reducir su déficit crónico, sino mostrar que lo que parecía imposible se puede lograr.
Este conflicto no es solo un choque con un sector sindicalizado o parte del plan de ajuste del gasto público; es una batalla crucial para ver si se logra un cambio de régimen en la economía, y de lograrse, puede ser momento bisagra para poder avanzar con otras reformas estructurales Javier Milei en este caso parece querer imitar los ejemplos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, quienes entendieron que, para avanzar en sus programas de reformas, primero debían marcar su posición frente a los factores de poder que querían enfrentar.
Thatcher encontró en su famoso enfrentamiento con los mineros en 1984 un hecho canónico en su estrategia para cambiar a la sociedad británica: "La economía es el método, el objetivo es cambiar el alma". Como parte de sus objetivos de reducir la intervención estatal, el déficit fiscal y promover reformas promercado, la dama de hierro decidió cerrar las minas estatales de carbón, que eran deficitarias y un símbolo de la ineficiencia.
Thatcher prevaleció en lo que fue un voraz conflicto –que duró más de un año– y con ello logró marcar un punto de inflexión para el comienzo de una etapa de reformas estructurales en el Reino Unido. Los sindicatos perdieron poder y la agenda de privatizaciones y aumento de la competencia se intensificó. Thatcher se enfrentó a monopolios estatales en sectores como telecomunicaciones, gas, aerocomercial, carbón, electricidad y agua, entre otros.
La historia de Reagan con los controladores aéreos es otro ejemplo similar. En 1981, cuando los controladores aéreos en Estados Unidos desafiaron al gobierno con una huelga que paralizó el sistema de aviación, Reagan tomó una decisión contundente: despidió a 11.000 trabajadores.
No fue solo una disputa laboral, fue un hito para su administración y un mensaje sobre los límites del poder sindical en los servicios públicos y esenciales, y el exceso de gasto público.
El Gobierno, en el caso de Aerolíneas e Intercargo, parece decidido a tomar el camino de Thatcher y Reagan. Ganar estas batallas es central para fortalecer al Gobierno –sobre todo cuando la sociedad muestra signos de hartazgo con paros disruptivos y beneficios laborales que suenan exagerados.
Pero no todos los casos son iguales y habrá que ser muy cuidadoso en el futuro, especialmente con la apertura a la competencia externa, porque hay sectores que, aunque no sean eficientes, emplean mucha mano de obra no calificada y no están en condiciones de restructurarse de un día para el otro.
Ciertamente no es el caso de Tierra del Fuego, del cual se benefician muy pocos trabajadores y un puñado de empresarios, pero puede ser el caso de los sectores textil o automotriz donde la apertura seguramente tendrá que ser gradual.
Lo que queda claro es que Argentina necesita avanzar con reformas estructurales y garantizar la seguridad jurídica para atraer inversiones y aumentar la productividad. y obstáculos para la creación de nuevas empresas.
Milei enfrenta una prueba de fuego: si logra salir fortalecido de esta disputa, seguramente consolidará la credibilidad de su programa de transformación estructural.
Pero el camino es largo y difícil y será importante mostrar que la lucha no es sólo con los sindicatos, y deberá incluir a empresas y ‘vacas sagradas’ que gozan de privilegios o que viven a costa del Estado.
Publicado en: Opinión
Link: https://www.cronista.com/columnistas/las-reformas-estructurales-en-un-momento-bisagra/
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