Una izquierda nueva cargada de futuro
Andrés Reggiani, director del Departamento de Estudios Históricos y Sociales, analizó junto a Svenja Blanke, directora de la Fundación Friedrich Ebert Argentina, la ascendente figura de Sahra Wagenknecht en el escenario político alemán.
Sahra Wagenknecht es una
política excepcional en
Alemania. Hasta 2023, fue una figura destacada del partido La Izquierda (Die
Linke), diputada nacional, autora best-seller y omnipresente en los talk-shows
políticos. Muchos la comparan con Rosa Luxemburgo por su aspecto, habilidad
intelectual e ideología de izquierda. Aunque siempre perteneció a un pequeño partido político y nunca ocupó un cargo gubernamental, es
una de las políticas alemanas más conocidas. Para algunos es una populista egocéntrica, una empresaria de la política; para otros, un faro alternativo de esperanza. Otro
elemento que contribuye a su alto perfil VIP es su matrimonio con el ex líder del SPD y La Izquierda, Oskar
Lafontaine.
En enero de 2024, fundó el partido Alianza Sahra Wagenknecht – Vernunft und Gerechtigkeit (razón y justicia). Se había enemistado con La Izquierda. Con ella, se fueron otros 9 diputados nacionales de ese partido. Ahora forman su propio grupo parlamentario en el parlamento alemán, el Bundestag. De hecho, la salida de los 10 diputados implicaba la disolución de la bancada de La Izquierda ya que los grupos parlamentarios no tienen tantos derechos como bancadas en el parlamento alemán. Para Die Linke fue un golpe fuerte ya que en el futuro tendrán que actuar sin su figura más popular y con menos poder y recursos económicos.
La mayoría de las y los fundadores de la nueva Alianza vienen de La Izquierda, como Amira Mohamed Ali, Klaus Ernst o Fabio di Masio, pero también está el ex alcalde de Düsseldorf y socialdemócrata por 40 años, Thomas Geisel. Además, cuentan con un importante apoyo financiero de un grupo pequeño de empresarios e inversionistas alemanes, como Ralph Suikat o Shervin Haghsheno. La periodista e ícono del movimiento feminista alemán de los años 1970 y 1980, Alice Schwarzer, simpatiza con el nuevo partido. En los últimos tiempos Schwarzer atrajo la atención por su oposición vehemente al Islam político, al velo por ser símbolo de opresión y por su crítica inflexible al feminismo queer. Algunas feministas críticas de las posturas de Schwarzer la definen como una “Trans-Exclusionary Radical Feminist”.
Según las encuestas más recientes el nuevo partido de Wagenknecht obtendría entre un 11-14% de los votos en las elecciones estatales de Sajonia, Brandenburgo y Turingia (que tendrán lugar en septiembre) y a nivel nacional podría llegar al 5-6%. No está mal para un grupo escindido de un partido pequeño. Lo que llama la atención es su nombre. Es una novedad en la República Federal de Alemania que un partido lleve el nombre de su líder más importante. "Populismo" gritan de reflejo progresistas, conservadores y el mainstream de medios. Sin duda, los nuevos miembros del partido están pensando en una jugada más inteligente, porque en el mundo hipermediatizado de hoy pueden estar seguros de que se les prestará atención y se hablará de ellos. Esto los sitúa en el diálogo político de tertulias y medios masivos.
Para entender la popularidad de Sahra Wagenknecht y la atracción de ese nuevo partido hay que ver su trayectoria en el contexto de la Alemania dividida y post-caída del muro por un lado y un aumento de ciudadanos preocupados y asustados por la multitud de crisis, desde la pandemia del COVID-19, el cambio climático y las migraciones a la energía, la inflación y las guerras de Ucrania-Rusia e Israel-Gaza. Muchos de ellos están convencidos que el gobierno actual no está respondiendo bien.
Sahra Wagenknecht nació en la ciudad germano-oriental de Jena en 1969. Por sus raíces (era hija de una alemana y un inmigrante iraní de Alemania Occidental, a quien no llegó a conocer) y rebeldía individualista ella era una outsider en la Alemania comunista. Objeto de burlas y bullying en la escuela primaria, sus años en la Freie Deutsche Jugend (FDJ, la organización juvenil comunista) acentuaron su talante inconformista con el clima sofocante del socialismo realmente existente. La estricta disciplina militar a la que eran sometidos los jovenes de la FDJ, la llevó a abandonar esa organización, decisión que le cerró la puerta para la continuación de sus estudios. Para aportar recursos al sostén del hogar se empleó primero como secretaria y luego dando clases particulares de ruso. Mientas tanto se volcó de lleno a la filosofía y literatura alemanas. Leyó por su cuenta y con avidez a Goethe, Kant, Hegel, Marx, Luxemburgo y Hilferding.
Su despertar a la política coincidió con la caída del muro y la desaparición de la RDA, la Alemania comunista. Sin embargo, los conflictos que en su juventud la enfrentaron con el poder no expresaban un rechazo consciente o razonado de la ideología comunista sino, más bien, un individualismo reacio a plegarse a consensos que en su óptica no se diferenciaban del conformismo. Así, no sorprende que apenas unos meses antes de la caída del Muro de Berlín (noviembre 1989) se afiliara al Partido de Unidad Socialista (SED, el que gobernó la República Democrática Alemana desde 1949); tampoco que recibiera los cambios que en esos años convulsionaron Alemania y Europa con una mezcla de horror ante lo que consideró una contrarrevolución.
Desaparecidas las prohibiciones en 1990 retomó sus estudios de filosofía y literatura modernas, ahora como alumna de las universidades Friedrich Schiller (Jena) y Humboldt (Berlín). En 1996 obtuvo su diploma de Magister en la Universidad de Groningen con una tesis de filosofía sobre la recepción de la obra del joven Marx en Hegel. Prosiguió sus estudios de doctorado, diploma que obtuvo en 2012 con una tesis de economía política titulada “Los límites de la elección. Decisiones de ahorro y necesidades básicas en países desarrollados”.
Paralelamente Wagenknecht inició una accidentada carrera política que la llevó a recorrer todo el arco de la izquierda alemana. En 1991 ingresó al nuevo Partido del Socialismo Democrático (PDS), agrupación formada con antiguos integrantes del desaparecido SED y que tras fusionarse en 2007 con Alternativa Electoral para el Trabajo y la Justicia Social (WASG), se transformó en Die Linke. Wagenknecht permanecería en esa fuerza política por más de tres décadas, hasta fines de 2023, cuando tomó la decisión de abandonar ese espacio y formar uno propio. Pese a haber ocupado varios cargos directivos su individualismo e inconformismo causó fricciones constantes, especialmente con el ala reformista del PDS/Die Linke. En 2006 fundó con otros miembros del PDS y WASG el grupo “Izquierda Anticapitalista” (AKL). De hecho, ya en los años 90 era activa en la “Plataforma Comunista” (KPF), observada por el servicio secreto alemán. Pese a ello, su popularidad entre las bases de Die Linke siguió creciendo. En 1998 obtuvo un mandato directo como diputada al parlamento alemán (Bundestag) por la ciudad de Dortmund; entre 2004 y 2009 fue miembro del Parlamento Europeo. Asimismo integró la comisión encargada de redactar el programa de Die Linke (2007-2010) y ejerció la vicepresidencia del partido (2010-2014) y de su bancada en el Bundestag (2011-2015).
En 2019 Wagenknecht renunció a sus cargos partidarios presuntamente por razones de salud (burn-out). Como se vería poco después, sus posiciones en materia de inmigración (restricciones), la pandemia de COVID-19 (contra la vacunación) y política exterior (pro-Rusia) sumado al colapso electoral de la izquierda (elecciones de 2017) acentuaron las divisiones dentro de Die Linke (especialmente después de la guerra de Rusia contra Ucrania) y alimentaron las críticas contra la vicepresidenta. La publicación de su libro Die Selbstgerechten (Los santurrones o creídos) en 2021 y la guerra en Ucrania provocaron la renuncia de su esposo Oskar Lafontaine a Die Linke (marzo 2022). El año siguiente, las nuevas autoridades partidarias acentuaron la presión para que Wagenknecht renunciara a su banca parlamentaria; en octubre recurrieron a la Comisión Arbitral de Renania-Westfalia so pretexto de que la diputada por Dortmund planeaba crear otro partido. Pese a que el pedido no prosperó, el 23 de octubre de 2023 Wagenknecht renunció al Bundestag y anunció la creación de la asociación Alianza Sahra Wagenknecht para la Razón y la Justicia (BSWVG).
Desde las lecciones de 2017 Wagenknecht venía trabajando para la formación de un movimiento de izquierda transpartidario. Este vio la luz el 30 de agosto del año siguiente con el nombre de “Levantarse” (Aufstehen). Dirigido por el dramaturgo y sociólogo Bernd Stegemann, la nueva iniciativa no se concebía como un partido sino como una plataforma que sustrajese votantes a ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) y diese a las fuerzas de la izquierda (SPD, ecologistas, Die Linke) una mayoría parlamentaria. A fines de 2018 “Levantarse” ya contaba con 167.000 adherentes, 80% de los cuales decían no poseer afiliaciones partidarias previas; el resto provenía de Die Linke (11.000), SPD (5.000) y Los Verdes (1.000).
Wagenknecht tomó como modelo organizativo experiencias contemporáneas caracterizadas por la movilización de activistas de base, como las campañas para la elección de Bernie Sanders al Senado de los Estados Unidos en 2016 (“The People for Bernie Sanders”), “Momentum” del líder laborista británico Jeremy Corbyn y “La Francia Insumisa” de Jean-Luc Mélenchon, con quien Wagenknecht y Lafontaine hasta el día de hoy mantienen un estrecho contacto. Wagenknecht también buscó inspiración en otros movimientos de protesta más polémicos, como los “Chalecos Amarillos” en Francia. En febrero de 2019, en plena efervescencia del fenómeno francés, convocó a una jornada nacional de “Chalecos de Colores” (Bunte Westen), llamamiento que tuvo poco eco.
El programa de “Levantarse” anticipaba varios de los puntos, no todos, que aparecerían en el Manifiesto del partido que Wagenknecht fundaría unos meses más tarde, en enero de 2024: a favor de la paz (es decir, contra la ayuda militar de Alemania/Occidente para Ucrania) y por una Europa de democracias soberanas, independientes de los Estados Unidos; una economía regulada, orientada al bienestar popular; profundización de la democracia a través del control de los lobbies, aumento de la asistencia social, extension del derecho de asilo a refugiados políticos y de catástrofes climáticas, ayuda para la combatir la pobreza en los países de origen de los migrantes (para evitar la (in)migración).
En marzo de 2019 Wagenknecht abandonó “Levantarse”, dejando a Die Linke aún más dividida. Tres años después la guerra en Ucrania abrió un nuevo espacio político no partidista que volvió a colocarla en el centro de atención. El 10 de febrero de 2023 lanzó junto con la veterana activista feminista Alice Schwarzer el “Manifiesto por la Paz” (Manifest für Frieden), convocatoria que según sus organizadores obtuvo más de 800.000 firmas. El documento adoptaba una posición ambigua al señalar el costo humano de la guerra para luego agregar que se trataba de una “guerra contra Rusia”, a la cual cual Zelensky quería derrotar, que amenazaba con convertirse en un conflicto mundial e incluso nuclear. La única salida posible era una negociación basada en compromisos de ambas partes. Según la encuesta de opinión realizada por la agencia INSA una misma proporción de alemanes se expresaron a favor (39%) y en contra (38%) del Manifiesto. Entre los primeros las preferencias ideológicas estuvieron igualmente repartidas entre votantes de Die Linke y AfD (67%). Esta paridad desaparece cuando los porcentajes se desagregan según el sexo y la geografía. El documento obtuvo mayor aprobación entre las mujeres que los hombres (45 vs. 34%); lo mismo ocurrió con alemanes del este y del oeste (48% vs. 37%).
Pocos días después, el 25 de febrero, tuvo lugar en la Puerta de Brandenburgo el “Levantamiento por la Paz” (Aufstand für Frieden), que convocó a cerca de 50.000 personas—13.000 según la policía. Si bien la vasta mayoría provenía de distintos sectores de la izquierda y el movimiento pacifista, la AfD, los antivacunas (Querdenker, los que piensan por sí mismos) y neonazis también aprovecharon la ocasión para movilizarse contra el el gobierno.
Las razones para abandonar el partido La Izquierda fueron – en sus propias palabras - la convicción de que la mayoría de sus miembros se estaba moviendo en la dirección equivocada en términos de contenido. Demasiado pensamiento "woke”, priorizando cuestiones de grupos individuales como LGBTQ o la cuestión climática en detrimento de las socioeconómicas.
Wagenknecht detecta una crisis de confianza dentro del electorado en general, el error en la política tradicional de creer que el mercado puede regular lo relacionado con la salud, la protección ante las catástrofes, la guerra, la energía. Como otras voces progresistas critica el hecho que en los años de Angela Merkel no hubo inversión en el futuro, es decir en infraestructura (digital o urbana) o educación. Ataca al actual gobierno de Olaf Scholz (integrado por tres fuerzas políticas) por su incompetencia en materia de política energética. En sus análisis usa palabras claras que llegan con facilidad a mucha gente.
¿Podría el partido Wagenknecht ser una alternativa para quienes aspiran a un Estado más presente y se identifican con valores conservadores, pero no necesariamente de extrema derecha, y que votan por la AfD “sólo por desesperación”? ¿Podría esta nueva fuerza política llenar un vacío de representación que reforzase el sistema democrático? El problema es que no hay socios políticos a la vista con los que se puedan llevar a cabo cambios políticos de fondo. De hecho, tanto el mainstream político como la izquierda descreen que Wagenknecht quiera aportar soluciones para los problemas polítcos y sociales; con frecuencia en los talk shows se la presenta como una alternativa popular no extremista para la rabia y la protesta, en otra palabras, una opción al fascista Björn Höcke del AfD.
Cuando se habla de votantes "conservadores o autoritarios de izquierdas" se piensa en un modelo de las ciencias políticas de dos ejes en cuatro campos. El eje económico horizontal está formado por los polos del Estado de bienestar redistributivo y el libre mercado; en el eje sociopolítico o sociocultural vertical se oponen, según los contornos, el liberal, individual, moderno, "verde-alternativo" y el tradicional, autoritario, nacional. El posicionamiento de los partidos existentes en Alemania muestra un campo vacío, porque no hay ningún partido a favor de un Estado del bienestar fuerte y protector y de orientaciones de valores conservadoras, por ejemplo, en política familiar, igualdad de género e inmigración. En su libro "Die Selbstgerechten" Wagenknecht oponía su "conservadurismo de izquierdas" a la "izquierda de estilo de vida" liberal, que mira con desdén a la "gente normal" y antepone los intereses de "minorías estrafalarias" a los "intereses de la mayoría". Con ello no se refería a un "conservadurismo rancio y reaccionario", sino a valores como "decencia, honradez, humanidad. Aprecio y trabajo duro, no aprovecharse de los servicios del Estado”.
Es importante señalar que siempre ha existido una fuerte corriente conservadora en los partidos obreros y populares de izquierda. En la actualidad, esa corriente se orienta principalmente hacia los años de éxito del compromiso de clase socialdemócrata, cuando el Estado nacional mantenía un equilibrio entre la seguridad social, las políticas redistributivas y la regulación económica, por un lado, y la economía de mercado y la maximización de beneficios, por el otro. En los años 90 una economía cada vez más globalizada y la influencia de las empresas transnacionales erosionaron las bases de este modelo. Además hay que señalar que el nuevo partido no tiene nada nuevo de decir sobre los grandes desafíos de economías que están en pleno proceso de transformación hacia la digitalización e inteligencia artificial con consecuencias enormes para los mercados de trabajo.
El conservadurismo nacional del Estado de bienestar, que se proclama de izquierdas, tendría que responder además a qué nación se refiere para poder distinguirlo del nacionalismo de derechas: ¿la germano-étnica o la republicana? El posicionamiento del partido Sahra Wagenknecht prioriza la clase trabajadora existente en contra de nuevas migraciones. Algunos comentaristas sostienen que dicha postura apunta a la discriminación de los trabajadores extranjeros en favor de alemanes. Solo el tiempo lo dirá. No hay que olvidar que una gran parte de los liderazgos del nuevo partido son alemanes hijas e hijos de inmigrantes.
Lo que ciertamente no tiene nada que ver con una política progresista es el uso político del miedo y la ira, el recurso a los chivos expiatorios y las narrativas que alimentan el resentimiento contra los más acomodados. En época de elecciones el miedo y la ira sólo generan más temor y crispación. Nuestras democracias necesitan la razón en la argumentación y el respeto a los que piensan diferente, pero también pararse contra la corriente con ideas innovadoras que fortalezcan la democracia, la economía, el trabajo y el pluralismo en las sociedades del siglo XXI.
Dra. Svenja Blanke
Directora
Fundación Friedrich Ebert Argentina
Dr. Andrés H. Reggiani
Director Departamento de Estudios Históricos y Sociales
Universidad Torcuato Di Tella