Daño colateral en la campaña presidencial
El decano de la Escuela de Gobierno UTDT escribió sobre el impacto de la nueva suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias.
El Ministerio de Economía anunció una serie de exenciones impositivas a distintos actores de la sociedad con, posiblemente, el doble propósito de alivianar el lastre de una inflación de dos dígitos mensual, y de mejorar su relación con un electorado esquivo a los resultados macroeconómicos.
Una de estas medidas es particularmente difícil de entender y dañina en sus efectos secundarios. Se trata de la suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias al valor de quince salarios mínimos (unos $1.770.000 pesos). Se trató de explicar esta medida como una intervención de corte popular y pro-trabajador. En realidad puede resultar una medida injusta y regresiva.
Por un lado, le da más a los que están relativamente bien (trabajadores asalariados registrados de salario alto, relativo a la distribución salarial de Argentina) y, por otro lado, le quita capacidad adquisitiva mediante mayor inflación a los demás trabajadores, a los que no son objeto de la medida, trabajadores informales, cuentapropistas, o de salario medio o bajo.
En definitiva, es una medida que favorece a un puñado de trabajadores registrados, y eventualmente perjudica a todos, incluidos los más pobres, vía inflación.
Siguiendo la información presentada por el Ministerio de Economía, esta medida beneficia a 800 mil trabajadores. Menos del 1% de los trabajadores registrados (de muy altos ingresos) seguirá pagando impuesto a las ganancias. Pongamos esto en contexto.
En Argentina la cuarta parte de la población en edad de trabajar es asalariada registrada en el sector privado. Este es el grupo con mayor bienestar de todo el mercado de trabajo, cuentan con cobertura de convenios colectivos, protección de la ley de contrato de trabajo, y los niveles salariales más altos del mercado.
De esa población, el ministerio decidió que un monto equivalente a casi el 12% de esos 6,7 millones de trabajadores deje de pagar impuesto a las ganancias. Cabe resaltar: son trabajadores de altos ingresos, dentro del grupo con mejores condiciones laborales.
Una vez más Argentina es una irregularidad empírica. El impuesto a las ganancias tiene muy buen prestigio en los esquemas fiscales en todo el mundo. Es un impuesto directo, progresivo (es decir, a mayor ingreso se paga más), no es tan distorsivo de la actividad económica como otros tipos de impuestos y, por lo tanto, es muy utilizado.
Relativo al PBI per cápita, en Argentina el mínimo no imponible es entre tres y cuatro veces más alto que en los demás países de la región y, en consecuencia, la recaudación como porcentaje del PBI es sensiblemente menor que en países como Uruguay o México (según cálculos del colega Julián Folgar).
De manera poco comprensible, al impuesto a las ganancias en Argentina decidimos usarlo poco y, en cambio, financiar al Estado de maneras más distorsivas y regresivas, como con impuestos de alícuota única y aplicados al consumo, o con inflación vía déficit fiscal y emisión monetaria. Lo cual nos lleva al segundo problema. No solo la medida es a favor de personas de ingresos laborales relativamente altos, sino que es una nueva hipoteca macroeconómica para 2024.
Por supuesto que Argentina necesita una reforma fiscal que aumente la eficiencia y la racionalidad del sistema impositivo, conjuntamente con una drástica abolición de regímenes de privilegio. De mientras, esta medida sacrifica valiosos ingresos genuinos en un contexto donde el Estado no puede permitirse no reducir decisivamente el déficit fiscal como condición necesaria para la desaceleración inflacionaria.
En suma, el aumento del mínimo no imponible de ganancias, con nocivo impacto distributivo, fiscal e inflacionario, puede que tenga lógica política, pero sin duda no tiene sentido económico.
Darío Judzik es Decano de la Escuela de Gobierno, Universidad Torcuato Di Tella.
Link: https://www.clarin.com/opinion/dano-colateral-campana-presidencial_0_wPZGDTEVwY.html