Las encuestas fallaron otra vez
El director de las Licenciaturas en Ciencia Política y Gobierno y en Estudios Internacionales escribió sobre las elecciones en Brasil y las encuestas de intención de voto.
Foto: Reuters
En 2016, los sondeos preelectorales y los sofisticados cálculos matemáticos de probabilidades auguraban un triunfo cómodo de la candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton. Aunque obtuvo más votos que el candidato republicano Donald Trump, éste ganó el Colegio Electoral. Unos años después, en la víspera de las primarias de 2019, el establishment argentino descontaba un triunfo del Presidente Macri y se fue a dormir el viernes anterior exultante. El domingo el palazo fue memorable. Escenarios parecidos se dieron en Estados Unidos en 2020 y en Chile en 2021 y 2022. Todas las veces las encuestas pre-electorales quedan en el centro de la escena.
El pasado domingo 2 de octubre ocurrió algo similar en Brasil. Las encuestas sugerían una diferencia importante, de alrededor de 15 puntos; algunas sugerían que se evitaría la segunda vuelta. Sin embargo, la diferencia terminó siendo de unos magros 4 puntos.
Este fenómeno se produce por varias razones. En primer lugar, es posible que las opiniones políticas de la ciudadanía estén cambiando profundamente. En el pasado los votantes tenían preferencias políticas más estables. Frente a una creciente despolitización, la aparición de nuevas alternativas y electorados más inestables, los votantes elijen su opción más cerca del día de las elecciones. Así, es más difícil para las encuestas capturar el flujo final de indecisos que termina inclinando las elecciones para uno u otro lado. Asimismo, en un contexto de desconfianza y desafección generalizados, los mismos votantes desconfíen de las encuestadoras y se resistan a responder.
En segundo lugar, las metodologías usadas también están fallando. El consenso profesional es que las encuestas presenciales son las más precisas. Pero a la vez son las más caras de realizar. A resultas de esto, las encuestas telefónicas son más populares. Pero la ciudadanía es cada vez menos ubicable vía teléfonos fijos. Así, las encuestas incluyen numerosos sesgos que alteran la precisión de los resultados.
En el caso de Brasil, una hipótesis posible es que hubo un segmento importante del electorado que prefirió ocultar su voto al actual presidente, Jair Bolsonaro. Con buena parte de la prensa en contra, muchos votantes pueden haber sentido que votar por el presidente era algo malo y prefirieron ocultarlo. Asimismo, históricamente ha sido más difícil capturar las preferencias de los sectores más desaventajados de la población. Es posible que en estos sectores haya habido mucho más voto por Bolsonaro del que habitualmente se cree. Por último, es importante notar que los votantes de Bolsonaro son los que más descreen del establishment político tradicional. En este sentido, es posible que hayan sido los más renuentes a responder encuestas de preferencias políticas.
Es cada vez más evidente que debemos apoyarnos cada vez menos en las encuestas. Por lo pronto, a pesar de los vaticinios, en Brasil habrá segunda vuelta y parece que será muy competitiva.
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