Di Tella en los medios
La Nación
19/02/22

Trabajo pospandemia. El nuevo poder del talento

Por Andrés Hatum y Nicolás José Isola

El profesor del MBA y Executive MBA analiza la transformación que sufrió el mercado profesional del talento, en una nota junto al filósofo Nicolás José Isola.

La profundidad de los cambios hace que las organizaciones tengan un doble desafío: conseguir el talento y ser empáticos para entender qué es lo que el talento necesita

La profundidad de los cambios hace que las organizaciones tengan un doble desafío: conseguir el talento y ser empáticos para entender qué es lo que el talento necesita. Fotoilustracion Shutterstock - Shutterstock


Atardece en Barrio Norte. Gustavo piensa en su sillón, si deja o no su posición como director de una multinacional. Se pregunta si en realidad no precisa irse a vivir más lejos de la ciudad con su familia. Gustavo es una madeja de dudas relacionadas con las napas de su vocación, su inquietud profesional y su futuro.

La pandemia generó un cúmulo de preguntas en las personas. En el talento profesional, esas inquietudes estuvieron ligadas a la calidad de vida, a la posibilidad de trabajar desde casa y reorganizar la propia vida familiar, a la evidencia de poder vivir en lugares con más verde y menos ruido. Esa reflexión individual sobre la propia vida y el deseo, pudo verse multiplicada y ha impactado en las formas en que el mercado está pensando el talento.

En efecto, el mercado profesional del talento se ha transformado en los últimos dos años de un modo vertiginoso. Y eso no es fruto de la sinergia de los grandes capitales o de alguna revolución tecnológica reciente. Esa transformación es como una gran tela conformada por miles de hilos entrelazados, que son cada una de esas reflexiones personales. Los individuos hackearon y zurcieron un nuevo modo de trabajo, mucho más flexible e internacionalizado, pero también mucho menos burocrático.

En 2001 tres consultores de McKinsey escribieron un libro que, además de haber sido un best seller, anticipó una tendencia que iba a instalarse en el mercado por un tiempo: el poder volvía al talento y las organizaciones debían luchar para conseguirlo. Si bien la obra tenía un buen punto al reforzar la idea de que iba a surgir una lucha por conseguir el mejor talento, lo exacerbó tanto que se olvidó que detrás de un talento siempre hay una organización. Y tal es así que Enron, una empresa que el libro idealizaba, se focalizó tanto en el talento individual que terminó explotando por los aires el mismo año del lanzamiento de aquel texto.

Diez años más tarde, otros consultores de McKinsey publicaron Beyond Performance (Más allá de la performance) reconociendo que además del talento, la salud organizacional es vital. Un poco tarde, pero era bienvenida la reflexión.

En esta nueva era del talento, con mucha mayor tecnología a nuestro alcance, las empresas se van dando cuenta que el cambio que atravesamos como sociedad ha sido mucho más radical que lo que sucedió en 2001 cuando se hablaba de la guerra por el talento. La pandemia trajo un proceso de reflexión que implica que el talento no solo quiere el mejor trabajo, sino que desea una mejor calidad de vida donde lo profesional no esté escindido de su vida personal.

Existen algunas tendencias en el mundo que hay que tener en cuenta y muchas de ellas están llegando al país. Para empezar, como consecuencia de la pandemia, aumentó el número de nómades digitales, personas que desean trabajar desde cualquier lado con múltiples empresas. En los Estados Unidos, existían 7 millones de nómades digitales previo a la pandemia. Ese número en 2021 creció a 11 millones de personas. Buenos Aires tiene buenas perspectivas para recibir nómades digitales. La ciudad rankea alto: Nº 1 en Latinoamérica y 33 a nivel global en el Nestpick’s The Work-from-Anywhere Index que analiza 75 ciudades de todo el mundo.



La pandemia llevó a muchos trabajadores en los Estados Unidos a replantearse su vida laboral, lo que se tradujo en millones de vacantes para todo tipo de empleos



Otra tendencia es la que se dio a llamar la Great Resignation o la “Gran Renuncia”. En los Estados Unidos, en septiembre 2021, 4,4 millones de personas dejaron sus trabajos. Los estudios sobre este fenómeno consideran que las personas no quieren volver a la intensidad laboral previa a la pandemia y están disconformes con sus salarios. Este fenómeno no se da sólo en las primeras y segundas líneas sino también en quienes están en las posiciones más bajas en la pirámide organizacional. La presión para las empresas es tal que no logran cubrir los puestos más básicos de la organización. ¿Quiénes son las personas que dejan sus trabajos? Fundamentalmente, aquellos entre 30 y 45 años, que se están replanteando la vida misma.

En la Argentina, también se da otro fenómeno, que es la fuga del talento, sea vía Ezeiza para conseguir oportunidades en países más estables, o mediante la exportación de servicios, es decir, personas que venden sus servicios al mundo saltando la guadaña fiscal local. Ese talento, también se pierde: sus cuerpos residen aquí, pero sus cerebros facturan afuera.


Doble desafío

La profundidad de los cambios hace que las organizaciones tengan un doble desafío: conseguir el talento y ser empáticos para entender qué es lo que el talento necesita. Esto implica un trabajo mucho más detallista por parte de las áreas de recruiting staffing. Además, todo este proceso requerirá cambios importantes en las empresas que abarcan cultura, valores y modos de trabajar. Hoy, los profesionales van a las entrevistas laborales y preguntan cuántos días tienen que ir a la oficina. Muchas empresas se sorprenden con el cuestionamiento porque esto va en contra de la paquidermia mental de compañías que quieren que la gente vuelva a la oficina a tiempo completo, porque era así antes y siempre es mejor preservar lo anterior, aunque no sirva. Esto es espantar al talento.

Sin embargo, otra parte del mercado es inteligente, reacciona rápidamente y absorbe ese talento. Lo que desperdicia una organización, lo aprovecha otra. La transformación no es sólo “home office sí” o “home office no”. El cambio es más profundo. No todas las compañías podrán ir hacia el lugar adecuado. Las trabas culturales, en muchos casos, generan inercias que hacen difícil adaptarse con la agilidad que estos tiempos requieren. Y esto es una gran oportunidad para aquellas empresas que logren dar el salto y dejar atrás la comodidad del statu quo.

Lo que comenzó en la solitaria reflexión personal ha impactado en una transformación social del mercado de trabajo global. El poder de los individuos se ha incrementado exponencialmente, poniendo a sus deseos a jugar en la mesa de negociación como nunca antes.

Hay momentos en la innovación de los mercados en los cuáles algo cambia y ya no vuelve a ser igual. Estamos parados encima de ese momento. Si eso da vértigo, bienvenido sea. Hay una buena noticia: esta vez, la revolución nació desde abajo.