Javier Milei, el gran provocador que admira a Trump, Bolsonaro y Vox
El profesor de los Posgrados en Historia analizó la figura de Milei a partir del debate de los candidatos por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Milei en el primer Debate de la campaña los candidatos porteños realizado en el programa A dos Voces TN. Foto: Emmanuel Fernández
Candidato a convertirse en diputado nacional en las elecciones de noviembre, Javier Milei es una de las novedades que aportaron las PASO. Si el resultado se repite (13,6%), la lista de Avanza Libertad obtendrá dos bancas. Outsider de la política, Milei no proviene ni del mundo del espectáculo ni del deporte. Se trata de un economista que inventó un nuevo personaje, a la vez en la política y en los medios. Su trayectoria no refleja una larga militancia política, como Roberto Lavagna o Ricardo López Murphy; no proviene solo de la vida académica, como Axel Kiciloff; no hizo el “salto” del periodismo especializado a la política, como Martín Tetaz; ni se destacó como un especialista o tecnócrata que ofrece sus conocimientos, como Martín Redrado.
Debate en A Dos Voces: los candidatos se enojaron con Javier Milei por interrumpir.
La novedad del personaje no se agota en su procedencia. Su histrionismo le ha conferido un lugar privilegiado en los medios. Se trata de un polemista que argumenta con tono moderado y profesoral, pero que puede pasar sin solución de continuidad a descalificar a sus interlocutores, al insulto soez. Los eslóganes y la frenética verborragia con la que los enuncia lo convierten en el centro del debate, aparentando poseer un conocimiento indudable y, obviamente, abusando de la ignorancia de sus eventuales interlocutores. Atildado, de traje oscuro, camisa celeste y corbata al tono como casi un profesor universitario en televisión, su aspecto se transforma en sus actos públicos: allí se lo ve vestido de negro y con una campera larga de cuero negro con oscuras reminiscencias.
Pero Milei no se agota, tampoco, en el “personaje”. Los principales partidos han recorrido un ondulante trayecto: algunos, han transitado distintas ideologías sin sentir ninguna incomodidad, otros han resurgido como huérfanos de la política para rehacerse en una alianza, otros han reivindicado la gestión como casi la única forma de pensar la política. Frente a ese panorama, que un candidato se defina, brutal y provocadoramente, por convicciones ideológicas constituye un gesto inédito. Desde sus primeras apariciones televisivas y hasta el acto de cierre de su campaña, Milei se definió como un “liberal”: “ser liberal, repitió hasta el cansancio, es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo”. Esta afirmación se complementa con otra: frente a interlocutores anonadados, Milei duplica la apuesta provocando estupor e incomprensión: reivindica ser anarco-capitalista en términos filosóficos, pero que, en términos prácticos y en el mundo real, se presenta como minarquista. Con esta distinción entre la filosofía y el mundo concreto, Milei se inscribe en una línea del liberalismo cuyo argumento consiste en la utopía de pensar una sociedad, desembarazada de la existencia del Estado.
Contrapunto entre Bregman y Milei en el primer debate de la campaña de los candidatos porteños. Foto: Emmanuel Fernández
Se trata de una tradición que hunde sus raíces en la filosofía política de John Locke (1632-1704) pero que, a diferencia del filósofo inglés, sostiene que el mundo de la “economía” –en el que la vida social y la propiedad privada pueden existir sin el consentimiento de los otros– puede prescindir de cualquier forma de la “política”, de cualquier autoridad social. Si bien Locke había sostenido que la sociedad no podría prescindir de la institución política debido a que era incapaz de resolver la vacuidad jurídica del mundo de la economía, el empeño de que la sociedad civil podría auto-regularse creó una representación de la sociedad que opuso el “mercado” (la autorregulación de la sociedad) al “contrato” (el regulador del funcionamiento social). El esfuerzo de pensar una sociedad autoregulada a través del mercado persiste. Varios filósofos y economistas como Friedman, Hayek, Nozick, Rothbard, y más allá de sus diferencias, han contribuido a crear un corpus que atestigua estos intentos.
La tensión entre anarco-capitalismo y minarquismo a la que alude Milei remite a una discusión general acerca de comprender el liberalismo. Algunas de sus consignas se inspiran en este empeño y en esta dificultad “teórica”. En su caso, la concepción del Estado mínimo solo debería incluir la justicia y la seguridad. Sus encendidas diatribas contra la “casta política” no solo se explican por la “corrupción” que encuentra en ella; remiten a una crítica a la expansión de distintas funciones estatales que, a su juicio, son parte el fruto inevitable del triunfo del “keynesianismo”, la gran bête noire de Milei. Del mismo modo, el rechazo por la política fiscal e impositiva navegan ambiguamente entre su posiciones teóricas y prácticas.
Las inspiraciones de Milei: Trump y Bolsonaro. Foto: REUTERS/Tom Brenner.
Ahora bien, esta reivindicación liberal, basada en la noción de libertad individual, como criterio para pensar el mundo social, difiere con otras posiciones y con la composición de su lista de candidatos. Milei ha declarado ser partidario de “la vida” en el debate acerca del aborto; también ha señalado su entusiasmo por algunos líderes políticos como Trump, sin que su política proteccionista constituyera un obstáculo para su admiración; ha reivindicado un vínculo con uno de los hijos de Bolsonaro, sin que la política iliberal del presidente brasileño lo condujera a hacer la crítica a algunos de los principios evocados por su colega; finalmente, junto con algunos otros políticos argentinos, Milei adhirió a la Carta de Madrid, una iniciativa en la que participó Vox, el partido de la derecha “dura” española.
Conviene detenerse en estas “inconsistencias”. La superación de esas incongruencias corresponde al candidato. Pero es posible que allí pueda observarse otro fenómeno. La historia pública de Milei comienza cuando inició su participación en los medios de comunicación, empeñado en participar en la batalla cultural. Allí cumplió un relevante papel dando a posiciones que no habían producido muchas adhesiones un nuevo lugar: su presentación como liberal es un ejemplo. Muchas de sus nuevas posiciones quizás reflejen la decisión de pasar de la batalla cultural a la política y de encontrar un espacio que lo inscribiera en sintonía con posiciones que no necesariamente coincidieran entre sí pero que le permitieran expandirse. En ese tránsito entre posiciones no puede soslayarse otra incógnita, que remite a la base social de este intento. Como ha observado Andrés Malamud, el voto a Milei ha concitado el “hartazgo de los incluidos”; no obstante, algunos de los resultados obtenidos en Villa Lugano o Mataderos muestran un apoyo diferente.
El líder del partido de extrema derecha español Vox, en la frontera hispano-marroquí, después de que miles de migrantes cruzaran a nado. Foto: REUTERS/Jon Nazca
¿Se construye con estos elementos un nuevo partido de derecha? Milei está erigiendo un nuevo partido en condiciones de expandirse, aprovechando las alternativas que le ofrecerían eventuales alianzas políticas. Las oscilaciones evidentes entre algunos de los más encumbrados dirigentes de su más evidente competidor en esta tarea así parecen revelarlo. La situación recuerda algo del vínculo que algunos herederos del gaullismo mantuvieron con el Frente Nacional. La analogía no puede ir muy lejos. Cambiemos no es el gaullismo y sería un error confundir a Avanza Libertad con el Frente Nacional. Las próximas elecciones ofrecerán solo una primera respuesta a un fenómeno inédito y permitirán observar un poco mejor hasta qué punto está cambiando el sistema de partidos en la Argentina.
Darío Roldán es Profesor-Investigador Asociado, Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales, Coordinador Cátedra Francia, Universidad Torcuato Di Tella
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