Analogías para la pos-pandemia
El vicerrector UTDT y profesor de las Licenciaturas en Ciencia Política y Gobierno y en Estudios Internacionales analizó cuatro momentos históricos de los últimos 100 años sobre los que reflexionar en la pospandemia.
Vior
La analogía, según el diccionario de la Real Academia Española, es un tipo de “razonamiento basado en la existencia de atributos semejantes en cosas diferentes”. ¿Qué analogías podemos hacer, qué referencias históricas nos podrían resultar útiles para vislumbrar el escenario mundial después de la pandemia? Sugiero examinar cuatro experiencias de los últimos 100 años para aventurar algunas hipóstasis.
Primero, observemos la Pos-Primera Guerra Mundial. Antes de que finalizara esta confrontación mundial (11/11/1918) ya se había constatado el primer caso de la llamada “gripe española” (4/3/1918) que, según estimaciones actuales, produjo más de 50 millones de muertos.
La guerra interrumpió lo que se conoce como la primera globalización (1870-1914) con su notable flujo de comercio, finanzas y migraciones. Después de 1918 avanzó el proteccionismo, se expandió el nacionalismo y aumentó el militarismo en medio de un masivo descontento social.
Ello estuvo acompañado del gradual eclipse de lo que Huntington denominó la primera ola de democratización (1828-1926). La Gran Depresión originada en la crisis financiera de 1929 se propagó durante la década del treinta. En breve, en el período posterior a la Primera Guerra Mundial se exacerbaron y entrelazaron distintas dinámicas conflictivas que fueron la antesala de la Segunda Guerra Mundial.
Segundo, consideremos la Pos-Segunda Guerra Mundial. Las dos grandes confrontaciones del siglo XX produjeron entre 50 a 104 millones muertes de militares y civiles y casi de inmediato, en 1947, se instaló la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. En ese marco se articularon distintos fenómenos que buscaban, simultáneamente, responder a lo que se presumía era el potencial avance del comunismo y fortalecer el capitalismo en Occidente.
Así, en EE.UU. y Europa se alcanzó un pacto político entendido como el compromiso de obligaciones y expectativas entre trabajadores y empresarios; entre el Estado, el mercado y la sociedad. Ello supuso la valoración de un modelo industrial y el papel correctivo de la intervención estatal. Básicamente se cimentó el Estado de bienestar.
Además, mediante la creación de distintos ámbitos multilaterales y el establecimiento de diversos regímenes internacionales, se fueron sentando los pilares para una gobernabilidad mundial.
En síntesis, se gestó un conjunto de instituciones, medidas y prácticas que apuntaron a robustecer un doble orden liberal, el interno y el internacional.
Ese orden, entendido en clave de estabilidad y paz entre las superpotencias, tuvo, sin embargo, muy poco de justo y equitativo en el Sur global.
Tercero, consideremos la Pos-Guerra Fría. El final de la competencia entre Washington y Moscú produjo, en particular en los países más desarrollados, una euforia notable. Estados Unidos, como líder, y sus aliados europeos se auto-asignaron la tarea de moldear un “nuevo orden”. Se esperaba que la globalización, ya para entonces dominada por la preeminencia de intereses, agentes e instituciones financieras, produjera un bienestar extendido.
Se auguraba un fortalecimiento del multilateralismo, la disminución del proteccionismo y el empuje a la integración. La tercera ola democratizadora de Huntington, que había comenzado en 1974, se anunciaba como irreversible. Sin embargo, aún antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001, y con más fuerza después, ese escenario optimista mostró sus límites y contradicciones.
Se aceleró el desmantelamiento del Estado de bienestar y se amplió la desigualdad interna. La crisis del multilateralismo se hizo evidente y se debilitaron algunos procesos de integración además de que se manifestó una regresión de la democracia liberal.
En suma, a mediados de la primera década del siglo XXI, las tensiones inter-estatales, los riesgos mundiales, las fragilidades institucionales y los malestares domésticos se fueron acentuando.
Cuarto, consideremos el Pos-2008. La crisis financiera desatada en Estados Unidos y expandida de manera global condujo a la Gran Recesión que afectó especialmente a las principales economías occidentales. A raíz de ello surgieron iniciativas que alentaron la expectativa de un viraje.
El resurgir del papel del Estado, el reconocimiento de la importancia de la regulación y la valoración de la coordinación internacional, ya no en el marco del G-7, sino en el más heterogéneo G-20.
Sin embargo, lo que realmente se constató fue la persistencia de un desequilibrio en la relación Estado-mercado, la desregulación a favor del capital financiero y la descoordinación a nivel multilateral.
¿Cómo conjeturar entonces el escenario global pos-pandemia? A mi entender, las alternativas Pos-Segunda Guerra Mundial y Pos-Guerra Fría son menos probables.
Aún no se han consolidado amplias coaliciones socio-políticas con una revisitada agenda progresista. Hay esbozos de diversificación productiva, pero el predominio de la financiarización sigue vigente.
El orden internacional liberal no parece tener visos de revitalización. El ascenso de China es un dato de época que preanuncia la presencia de un actor gravitante en la configuración de nuevas reglas con el apoyo de recursos materiales y simbólicos significativos. La democracia es invocada por muchos, pero sufre retrocesos y tergiversaciones por doquier. Al tiempo que si Washington solo procurara flamearla como parte de una estrategia anti-China quizás encuentre menos seguidores de los que supone.
Quizás una combinación de la Pos-Primera Guerra Mundial y el Pos-2008 pueda reflejarse en los años por venir. No puede descartarse un escenario en el que se superpongan y agraven pugnas internacionales, antagonismos domésticos, Estados impotentes, polarizaciones políticas y en el que, por distintas razones, se pospongan (nuevamente) reformas en lo económico, ambiental y social y se erosionen (aún más) ámbitos multilaterales esenciales para la gobernanza mundial.
No hay, por supuesto, nada inexorable. Sin embargo, es importante analizar con detenimiento las tendencias observables para intervenir políticamente y evitar cursos de acción adversos..
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