Habilidades blandas: por qué la escuela no enseña lo que hoy demanda el mundo del trabajo
Micaela Finoli, graduada de la Carrera de Abogacía e investigadora asociada del Programa de Educación del Diálogo Interamericano, opinó sobre la importancia de estimular las habilidades socioemocionales en el ámbito escolar.
La Encuesta de Continuidad Pedagógica oficial muestra que, de los 10 millones de estudiantes en el país, al menos 1 millón dejó la escuela durante la pandemia. El drama se concentra en el nivel secundario.
Los estudiosos en la materia señalan que las llamadas "habilidades blandas" son un pilar necesario para reforzar (o retomar) el vínculo pedagógico con los adolescentes, así como para impulsar trayectorias escolares exitosas que faciliten el ingreso al mundo laboral.
¿Qué son esas habilidades y cómo pueden entrenarse? ¿Existen en los programas educativos? ¿Cuál es el desempeño de las y los estudiantes argentinos en esta área? Clarín conversó con especialistas y organismos nacionales e internacionales para responder estos interrogantes.
Un origen muy particular
Jorge Catelli, psicoanalista, profesor, investigador de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y miembro titular de Función Didáctica en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) expone que el énfasis en lo que hoy se denominan soft skills (o habilidades blandas) surgió a partir de la observación de tropas estadounidense en los años setenta.
Habilidades blandas en el mundo laboral. Ilustración: Hugo Horita.
Todo indicaba que el mejor desempeño no se daba en los grupos con mayores conocimientos en el manejo de artillería, ni en los más sumisos, sino en aquellos que tenían una serie de cualidades: buena comunicación intra e intergrupal, trabajo colaborativo, comunicación asertiva y eficaz.
De allí se desprendieron una serie valores, retomados por las Ciencias de la Educación y la psicología laboral, que cobran vitalidad en contextos de crisis como el actual. Catelli nombra la gestión de crisis y la capacidad de liderazgo cooperativo como dos ejemplos claros.
En el campo educativo, el estudio de estas capacidades tiene una larga tradición, a cargo de figuras como Vigotsky, Bruner y Piaget.
Pero las habilidades blandas, en realidad, existirían "desde que la humanidad es tal", ya que resultan imprescindibles para la supervivencia: como el ser humano es el único animal que nace indefenso y vulnerable, requiere de otros para sobrevivir.
Regreso a clases después de las vacaciones de invierno en la Ciudad de Buenos Aires. Foto Andrés D’Elia
Desde el punto de vista psicoanalítico, Catelli distingue el factor comunicacional y social, la facultad de llevar adelante tareas de manera participativa, dándole entidad a la otra persona.
¿Estas capacidades deben ser aprendidas durante la niñez y adolescencia o pueden ser incorporadas en instancias posteriores? "Si las personas atraviesan tempranamente experiencias que privilegian la solidaridad y el trabajo en equipo, estas se van a ver potenciadas".
El rol de la escuela y los adultos es fundamental. También pueden ser ejercitadas a futuro, aunque, de acuerdo con el profesional, "todo entrenamiento va a ser una post educación".
La revolución de Internet generó una crisis en el modelo escolástico de enseñanza, donde los saberes estaban centralizados. "¿Qué enseña la escuela hoy y que debería enseñar?", se pregunta el profesor.
Internet cambió el paradigma de acceso al conocimiento.
En una era donde el conocimiento sobreabunda (por la conectividad sin precedentes), el pensamiento crítico sería una habilidad blanda fundamental para seleccionar información de manera aguda y no ingenua.
Pandemia y marco regional
Daniela Trucco es Oficial de Asuntos Sociales de la División de Desarrollo Social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Un primer dato que arroja es que América Latina y el Caribe constituyen una de las regiones del mundo con más tiempo de interrupción de clases presenciales, con un promedio de 48 semanas con cierres parciales o completos.
Es decir, más de un año académico. "Sin dudas, esto va a tener un impacto".
Trucco señala la necesidad de priorizar el bienestar socioemocional de la comunidad educativa: "habilidades blandas para poder recuperar los procesos de enseñanza y conexión con la educación".
El nivel secundario es el más afectado por la deserción escolar en épocas de crisis. Foto Luciano Thieberger
"La formación de ciudadanos críticos y preparados para la diversidad desde antes de la pandemia. Esta es una oportunidad para visibilizar la importancia que este tipo de habilidades tienen. Ya sabíamos que estábamos ante un escenario de alta incertidumbre respecto al presente y al futuro, en un escenario mundial marcado por constantes cambios económicos, políticos, ambientales y sociales, que afectan profundamente los trayectos educativos y laborales. Las nuevas generaciones viven un contexto complejo y desafiante", subraya.
"Desde la CEPAL investigamos cuáles habilidades demandará el futuro, para poder desarrollarlas hoy desde la educación. El informe que publicamos el año pasado junto con la Organización de Estados Iberoamericanos estima que cerca de la mitad de las ocupaciones podrían ser automatizadas en un futuro cercano y que los jóvenes serían los más afectados", relata la experta.
En el mismo estudio se observa que, entre las habilidades más demandadas en el mercado laboral, se encuentran la capacidad de aprendizaje, la adaptabilidad, la colaboración, la comunicación verbal y escrita, la creatividad y la innovación, la solución de problemas y la toma de decisiones, el pensamiento crítico, el manejo de información y datos, el liderazgo, la tecnología y la computación.
"Los estudiantes que mejor pudieron abordar la crisis actual son aquellos con autonomía para poder seguir aprendiendo y conectarse", define Trucco. La "agencia" resulta clave frente a las nuevas formas de aprendizaje.
"A pesar de que existe una narrativa sobre estas competencias, que se ha incorporado a la legislación educativa de los países de la región, su aplicación sigue siendo imperfecta y requiere mayor articulación a nivel presupuestario y de políticas públicas", refiere la especialista de la CEPAL.
¿Materia específica o contenido transversal?
Micaela Finoli es abogada de la Universidad Torcuato Di Tella y cursó una Maestría en Gestión Educativa de la Universidad de San Andrés. Trabajó en la Unidad de Evaluación Integral de la Calidad y Equidad Educativa del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, y actualmente se desempeña como investigadora asociada del Programa de Educación del Diálogo Interamericano.
La experta aclara que no hay consenso sobre cómo denominar a estas competencias. Algunos hablan de habilidades blandas, otros de no cognitivas, de habilidades para la vida o "para el siglo XXI".
"Específicamente en el ámbito educativo hay un incipiente consenso en que la denominación más acertada es Habilidades Socioemocionales (HSE)", complementa.
Finoli informa que, "en todos los casos se incluyen habilidades vinculadas específicamente con las actividades académicas que impactan en el desempeño escolar: por ejemplo motivación, determinación, perseverancia". Y que pueden predecir un buen desarrollo en el área laboral, pero también de los vínculos y hasta de la salud.
Si bien la familia, el entorno social y distintas instituciones colaboran a su desenvolvimiento, Finoli apunta al rol escolar.
Esta incorporación puede hacerse de modo transversal (como ocurre en Argentina, Brasil, Uruguay y otros países de la región) o puede incluirse como materia específica (así es en Chile, Ecuador, México y Perú).
"El caso de Perú es interesante, porque la asignatura se presenta específicamente en el nivel secundario y se focaliza en 'educación para el trabajo'", ejemplifica la educadora.
"Si bien la inclusión en los currículos y las evaluaciones es un gran avance, todavía queda mucho por hacer. Especialmente pensando en qué herramientas se les están brindando a los docentes para llevar a cabo esta tarea", finaliza.
Déficit en la solución de problemas
Las pruebas PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos) examinan, en distintos países, el rendimiento de alumnos de 15 años en áreas temáticas clave, así como su motivación por aprender, la concepción sobre sí mismos y sus estrategias de aprendizaje.
El proyecto nació con la idea de crear "un lenguaje común" y una "plataforma global de colaboración" en materia pedagógica, cuenta a Clarín, desde su oficina en París, Andreas Schleicher.
Andreas Schleicher. /AFP
Él es director del área educativa de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y creador de las PISA. Las competencias "blandas" están en el centro de su interés.
Sabe que en Argentina se han criticado estas pruebas, ya que examinan aspectos que no se aprenden en la escuela: este es justamente su objetivo.
Schleicher afirma: "Los estudiantes argentinos son buenos en recordar contenidos. Por eso arrojan mejores resultados cuando se les pregunta cuestiones relacionadas con la currícula, que cuando se les pide que apliquen esos conocimientos a otros ámbitos".
La resolución de ejercicios concretos de cierta complejidad es deficitaria en el país, según sus indicadores.
"Todavía en Argentina los estudiantes son entrenados para memorizar los contenidos de las asignaturas. En otros países, la educación se transformó para ayudar a pensar de forma más crítica. En los tiempos en que vivimos tenemos que desarrollar habilidades que creen valor, no solo replicar los conocimientos existentes", advierte.
Durante la pandemia, cerca de 1 millón de chicos dejó la escuela. Foto Luciano Thieberger
En sus experiencias en aulas locales notó que la Ciencia, por ejemplo, se inculca "casi como una religión". En otros lugares del mundo, en cambio, se enseña a "cuestionar los contenidos, a investigar, a identificar efectos, a sacar conclusiones basadas en la evidencia, a distinguir hechos de opiniones".
"No solo nos interesa si los estudiantes manejan aspectos determinados de Ciencia o Química, por ejemplo; sino si pueden pensar como científicos, hacer experimentos, formular preguntas científicamente relevantes. Observamos si los estudiantes pueden aplicar sus habilidades de forma creativa en situaciones que no les son familiares", detalla el estudioso.
Los asesores de las evaluaciones PISA están formados en Ciencia, Matemática, resolución de problemas y Lengua. Pero no se concentran solo en contenidos curriculares. El equipo está conformado por educadores, pero también por profesionales que aplican la Matemática o el análisis del lenguaje en su rutina laboral.
"En las pruebas no les decimos a los estudiantes que contesten una consigna mediante una ecuación, sino que les damos un problema de la vida real, para que ejerciten qué contenidos aprendidos en la escuela le sirven para solucionarlo. Muchos estudiantes en Argentina tienen problemas con esto", añade Schleicher.
Los cambios a los que apunta la OCDE tienen que ver con la currícula, pero también con la relación entre alumnos y profesores.
También plantean la necesidad de una capacitación docente, que facilite a los estudiantes a cuestionar el conocimiento establecido, antes que "absorber". Por último, sugieren revisar qué contenidos se evalúan en las distintas áreas y cómo.
Efecto crisis
"Como expuso un estudio de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura de Argentina, junto a organizaciones como Unicef y Unesco, las brechas durante la pandemia se agrandaron. No solo por la falta de conectividad, dispositivos y recursos tecnológicos, sino también porque los primeros que tuvieron que salir a trabajar son los más necesitados".
La villa 31 en Retiro. La crisis económica repercute también en la deserción escolar. Foto Maxi Failla
Quien habla es Facundo Pajon, licenciado en Ciencia Política por la Universidad de La Matanza, maestrando en Políticas y Administración de la Educación en la Universidad de Tres de Febrero y miembro del equipo de coordinación de Fundación Voz.
La organización se dedica a estudiar, conocer y transformar la escuela secundaria. Pajon recuerda que las crisis repercuten directamente en las aulas y menciona que, desde el 1993 hasta la fecha, el año que más bajó la matrícula fue 2002: luego del estallido financiero y social.
"Hay escuelas que sí preparan bien a las y los adolescentes para el mundo laboral y otras que no. Tiene que ver con el sistema: es imposible pensar en un proyecto educativo completo, cuando los docentes tienen que trabajar en muchas escuelas para tener un sueldo digno y no tienen concentración horaria, ni tiempo institucional para pensar en cómo mejorar las asignaturas", añade.
De su experiencia extrae que los mejores resultados son de aquellas instituciones que mantienen vínculos permanentes con su comunidad; que son abiertas y participativas para padres y alumnos; que están lideradas por un equipo directivo que impulsa proyectos de transformación; donde se trabajan proyectos con nuevas modalidades de aprendizaje y cada alumno es acompañado integralmente.