Di Tella en los medios
La Nacion.com
22/03/21

Primer tiempo y, tal vez, el último

Por Andrés Hatum

El profesor de la Escuela de Negocios analizó Primer Tiempo, el libro de Mauricio Macri que repasa su gestión de gobierno.



Comencé la lectura del libro del expresidente Mauricio Macri con poca expectativa. Había leído Sinceramente, el libro publicado por Cristina Kirchner, y nunca mejor puesto el título: desbordante de sinceridad, describe también cómo a lo largo de su vida se dedicó a mojarle la oreja y humillar a individuos que tenían menos poder que ella. El libro era un avant première de autoritarismo. Definitivamente, no me había gustado.

Pero Primer Tiempo sorprende por intentar ser un resumen y análisis del primer presidente no peronista que completa su período desde Agustín Pedro Justo, el 20 de febrero de 1938. También fue el primero en perder una reelección mientras ejercía el poder. Una de cal y una de arena.

Si alguno pensaba que Macri iba a comenzar conciliador, está equivocado. Le pega a todos y por todas partes. Tendrá sus razones, pero lo hace como un boxeador profesional. Para Macri, la expresidenta no está bien y no sabe si alguna vez lo estuvo. Le pega a Sergio Massa por ser poco confiable “enamorado del corto plazo” y sin convicciones; a los viejos empresarios que él conoce bien, por sus “comportamientos corporativos y proteccionistas”, además de ser poco competitivos e ineficientes; al Episcopado por sostener posiciones críticas y alinearse con el kirchnerismo por la “ideología del pobrismo” que ensalza la pobreza en lugar de combatirla; a los gobernadores por su inercia al cambio. Y la lista sigue y sigue.

A diferencia de Sinceramente, un libro escrito para los acólitos de la expresidenta que aplauden cualquier cosa que ella escriba o diga, Primer Tiempo intenta, a veces, dejar enseñanzas de liderazgo y poder. Analicemos algunas dimensiones que nos permite el libro.

La importancia del equipo: Macri considera que la Argentina es un país de individualidades y hay que comenzar a vernos como un gran equipo para poder coordinarnos, organizarnos y complementarnos mejor. Sin embargo, el armado de su propio equipo de trabajo trajo dificultades en la toma de decisión. El expresidente decidió arrancar su mandato sin un ministro de Economía. Eligió gente competente y prestigiosa que se instaló en sus áreas de especialidad. Los coordinadores del equipo, Quintana y Lopetegui, tenían una posición difícil ¿cómo discutir con Prat-Gay, Sturzenegger o Aranguren? ¿Qué llevó a Macri a un sistema atomizado de toma de decisión? ¿Miedo a un superministro? ¿o un convencimiento real de la necesidad de un equipo de súper expertos? Según lo que deja plasmado en el libro, estaba convencido de que esa era la mejor forma de trabajar.

Lo que no puede criticarse al expresidente es el énfasis puesto en elegir a los mejores profesionales para la función, como cuando se decidió por Susana Malcorra para canciller. Ninguno de los dos se conocía, pero Macri reconocía la experiencia de Malcorra para poder agilizar la agenda multilateral y de integración que tenía en mente.

Elige bien a tu enemigo: No hace falta leer mucho del libro para darse cuenta que el enemigo elegido es el kirchnerismo y el populismo que este movimiento representa. “El mayor éxito del populismo en estas décadas es haber inyectado en el sistema sanguíneo argentino el virus de la resignación: no esperar nada y no desilusionarse cuando nada ocurre”. El fatalismo llevado al apogeo. ¿Y quiénes son los mejores representantes del populismo? “la facción kirchnerista”. Según el expresidente, el kirchnerismo dejó un legado espantoso y triste que se resumen en “la grieta”, grieta que el libro también agranda.

La visión de largo plazo y la transformación: ¿gradualismo o cambio radical? Muchos se preguntan por qué Macri no avanzó más profundamente con los cambios para reformar la estructura política y productiva del país. Macri prefiere “pequeños cambios de reformismo permanente, multiplicados al infinito…”. Cuidado. Si como dice el expresidente, el peronismo, salvo en los 90, tiene una ecuación por la cual el cambio es cero y la gobernabilidad cien, difícilmente acompañe un reformismo al infinito y más allá. Y la gente tampoco. La transformación profunda que Macri considera hace falta en el país no se logró durante su presidencia y menos se vislumbra en la actualidad. Tal vez no confió en que los argentinos  estamos acostumbrados a los cimbronazos y podríamos haber tolerado cambios más profundos al inicio de su presidencia.

Mientras Cristina se creía la reencarnación de una arquitecta egipcia, Macri afirma que no odia a pesar de lo que han hecho o dicho sobre él. Un Gandhi criollo. Sin embargo, denosta al kirchnerismo por faccioso, incompetente y aberrante. Y, si bien genera autocrítica de muchas de sus acciones de gobierno y de su propio liderazgo, tal vez no sea suficiente para un “segundo tiempo”. Tal vez ese segundo tiempo, como en la renovación peronista que encabezó Antonio Cafiero en la década del 80, la tenga que encarar otra persona.