Di Tella en los medios
Diario Perfil
31/10/20

El nuevo libreto

Por Marcelo Rabossi y Alex Markman

El profesor del Área de Educación de la Escuela de Gobierno y la directora de Programas Internacionales analizaron el futuro de las universidades en la enseñanza virtual.


Foto: CEDOC

El 11 de marzo de este año la OMS declaró que el virus de Covid-19 se había transformado en pandemia. Así, a dos semanas del anuncio, el 80% de los 1.370 millones de alumnos de todos los niveles que hay en el mundo tuvo que interrumpir sus clases. En el caso de las universidades, cual actor que tiene pocos segundos sobre un escenario oscuro para hacer un cambio de traje antes de que se enciendan las luces de la sala, se vieron obligadas en tiempo récord a adoptar una nueva vestimenta: la de la virtualidad.

Tras la reanudación de la enseñanza, ahora en forma virtual, las políticas públicas adoptadas por los gobiernos coincidieron en fortalecer la accesibilidad a la enseñanza, capacitar a los docentes para las nuevas tecnologías y apoyar a las instituciones y los individuos en el acceso a dispositivos y plataformas virtuales. Sin embargo, en una región con brechas socioeconómicas tan grandes como es la nuestra, un desafío adicional fue implementar iniciativas de seguimiento y contención al alumnado más vulnerable para evitar su deserción.

Si bien es cierto que algunos sistemas se adaptaron más rápido a su ropaje virtual, el mismo no operó en forma de antídoto contra la reducción de recursos como consecuencia de una población más empobrecida. Por otro lado, el nuevo traje tampoco resultó un incentivo para que los gobiernos –acorralados por la emergencia y las consecuentes erogaciones imprevistas– pudiesen dar asistencia prolongada a cientos de instituciones de educación a pasos de cerrar el telón por última vez.

Asimismo, se debe tomar en cuenta el cese casi completo de las movilidades de alumnos internacionales. Según datos de la OCDE, cada año casi 6 millones de estudiantes eligen países distintos a los propios para realizar estudios superiores parciales o completos. Este tránsito implica importantes recursos para países como Australia, Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá y Nueva Zelanda. Por ejemplo, para algunas universidades de estas naciones, representa más del 30% y hasta el 50% de sus ingresos arancelarios. Para Argentina, a pesar de ser uno de los países de la región que más alumnos internacionales recibe, esa reducción de fondos, si bien importante, no pone en riesgo la supervivencia financiera de las universidades.

Para cuantificar de manera más precisa parte del problema causado por el Covid-19, en Estados Unidos, por ejemplo, existen 345 instituciones al borde de la quiebra producto de la merma en sus ingresos por aranceles académicos y rentas de alojamiento, menores proyectos de consultoría y donaciones, sumado al cese de las actividades deportivas universitarias que, en ese país, mueven montos inimaginables para la realidad local. Mientras tanto, en el Reino Unido 13 universidades podrían cerrar si no obtienen salvataje económico por parte del gobierno. En la Argentina, las universidades públicas, si bien acostumbradas a los vaivenes económicos y a depender fundamentalmente de los dineros fiscales, deberán prepararse para moderar sus justificadas aspiraciones de mayores fondos. En tanto, el sector privado, que representa el 20% del mercado universitario total, se halla en una posición financiera más sólida que parte de sus pares de la región. De esta manera, transitará por la pandemia con cierta estabilidad.

Frente a este panorama, cómo será la obra de la cual nos animamos a anticipar parte de su guion. En el nuevo escenario, no será extraño observar alianzas entre universidades de elite y empresas –sobre todo tecnológicas– para una creciente oferta de microcredenciales que posibiliten un aprendizaje conciso y continuo, adaptable a las cambiantes necesidades del mercado laboral en un mundo cada vez más volátil. Asimismo, las fusiones y adquisiciones entre universidades tenderá a acelerarse, aún más de lo que venía ocurriendo, como forma de evitar cierres definitivos. Por otro lado, los países que manejaron mejor la crisis de la pandemia (sanitaria, económica, social y diplomática) ganarán market-share de estudiantes internacionales. Se espera asimismo mayor colaboración entre países de una misma área geográfica, beneficiados por los husos horarios y por situaciones sanitarias similares. Esta última particularidad podría favorecer a la Argentina dada la aún buena reputación que mantiene el conjunto de sus universidades, tanto públicas como privadas. Por parte de los alumnos, quienes no han podido continuar sus estudios por falta de acceso a dispositivos o conectividad estarán entre los principales perdedores, involuntarios, ya que serán aún más vulnerables a la deserción de sus estudios.

En definitiva, hace casi ocho meses que el mundo es espectador de una realidad que por momentos se asemeja una de ciencia ficción. En ese escenario, y desde el inicio, se comenzaron a tejer los nuevos trajes que darán identidad a la educación superior que viene. Si bien el libreto para esta nueva temporada aún no está totalmente escrito, al menos tenemos un anticipo, el vestuario con el que las universidades saldrán a escena puede sorprendernos.

*Doctor en Educación. Profesor del Área de Educación en la Escuela de Gobierno, Universidad Torcuato Di Tella ( UTDT ).

**Directora de Programas Internacionales, Universidad Torcuato Di Tella ( UTDT ).


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