Di Tella en los medios
Le Monde Diplomatique
8/06/20

Pandemia y largo plazo

El vicerrector de la UTDT considera que una mirada de largo plazo sobre la evolución de la pospandemia permite alentar un optimismo prudente.



El factor tiempo es esencial al ponderar la eventual evolución de la pos-pandemia. Se puede acentuar la atención sobre lo inmediato, erguir la mirada hacia el mediano plazo o intentar divisar un horizonte más amplio y distante. Cuanto más nos aboquemos a la coyuntura más sombrío aparecerá el escenario. Cuánto más nos alejemos del corto plazo es probable que hallemos algunas razones para un optimismo prudente.

En ese sentido –es decir, recurriendo al telescopio más que al microscopio– es posible identificar tres fenómenos que merecen un seguimiento más pormenorizado. Primero, el COVID-19 bien puede potenciar una tendencia que antecedió el estallido del virus pero que la pandemia patentizó notablemente: la valorización de las políticas públicas, en diferentes ámbitos y cuestiones, basadas en la evidencia. En el largo plazo, la política no podrá responder a las demandas de bienestar, equidad y justicia desde la retórica, el berrinche o el dogma; necesitará sustentarse cada vez más en la información, el conocimiento, el aprendizaje y la investigación.

Segundo, hoy hay en el mundo apenas 16 mujeres en los puestos ejecutivos más altos. Ahora bien, entre los diez casos relativamente más exitosos en el abordaje de la pandemia la mayoría ha sido en naciones gobernadas por mujeres. La lucha por la igualdad de géneros no se detendrá y el progresivo empoderamiento de las mujeres traerá cambios significativos en el campo de las ideas, la política, la economía, la diplomacia y la ciencia; entre otras.

Y tercero, es posible que gradualmente el ser humano comience a desarrollar una relación diferente, menos antropocéntrica, con la naturaleza. El Coronavirus hizo realidad aquello que ha venido señalado Naciones Unidas: “El cambio climático, los cambios provocados por el hombre en la naturaleza, así como los crímenes que perturban la biodiversidad, como la deforestación, el cambio de uso del suelo, la producción agrícola y ganadera intensiva o el creciente comercio ilegal de vida silvestre, pueden aumentar el contacto y la transmisión de enfermedades infecciosas de animales a humanos”. Quizás entonces esta nueva pandemia haya revelado, por el fin, la importancia de reconciliar al hombre con el ambiente.