Di Tella en los medios
Revista Ñ
11/08/19

Cita con la música loca del Di Tella

Por Alejandro Cánepa

El sábado 3 de agosto el Departamento de Arte de la UTDT organizó la conferencia performática "Demostraciones prácticas de sistemas cuánticos únicos como mecanismos para producir resonancias en la atmósfera terrestre", realizada por los artistas mexicanos Mario García Torres y Sol Oosel. Allí se buscó rescatar el archivo del célebre Instituto Di Tella y recuperar las acciones del Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (CLAEM).


La historia de las experimentaciones sonoras, por la propia naturaleza de la materia con la que trabaja, siempre corre el riesgo de evaporarse. El carácter del sonido, empalmado con la modificación permanente de las técnicas de registro, le otorga a aquellas un tono frágil, cuando no fantasmagórico. 

La Universidad Torcuato Di Tella ( UTDT ), a través de su Departamento de Arte, busca rescatar el archivo del célebre Instituto del mismo nombre y, en esa tarea, concibió una iniciativa para recuperar las acciones del Centro Latinoamericano de Experimentación Musical (CLAEM), que dependía de este y que dirigió durante su existencia el compositor Alberto Ginastera. Así, una singular “conferencia performática” realizada por los artistas mexicanos Mario García Torres y Sol Oosel con máquinas utilizadas en ese espacio clave de Florida 936, en pleno centro porteño, dio la señal de largada para una muestra que, hasta el 23 de este mes en esa sede universitaria (Avenida Figueroa Alcorta 7310), permitirá observar esos y otros aparatos y percibir algo de ese clima vanguardista de los ’60.

Más de 100 personas se congregaron el sábado 3 de agosto al atardecer en la sala de exposiciones de la UTDT para presenciar el evento, titulado “Demostraciones prácticas de sistemas cuánticos únicos como mecanismos para producir resonancias en la atmósfera terrestre”. Más allá de la complejidad del título, de lo que se trataba era de reponer sonidos generados por máquinas del CLAEM. Así, se volvía a traer a la actualidad esas sensaciones auditivas, registradas en uno de los más ambiciosos núcleos de investigación sonora de la época.

“Esta experiencia es parte de otro proyecto más grande, Di Tella Visión México, apoyado también por Fundación Jumex Arte Contemporáneo y Mecenazgo Cultural, por el que la ex directora del Departamento de Artes, Inés Katzenstein invitó a dos artistas mexicanos a visitar al archivo del Di Tella. Ella eligió a Mauricio Marcín, que hizo un proyecto de estampado de remeras con imágenes de las actividades del Instituto que estaban en el archivo, y Mario eligió trabajar sobre el CLAEM, que fue una sorpresa porque todos suelen abordar el Centro de Artes Visuales”, cuenta Daniela Varone, coordinadora de proyectos del Departamento de Arte, que ahora dirige el artista plástico Carlos Huffmann. García Torres le propuso a Oosel sumarse al proyecto, y entre ambos se sumergieron en la tarea de rescatar espíritu y sonido del CLAEM.

Las estrellas de la puesta en escena eran dos máquinas que permanecían en exhibición en la sede del Laboratorio de Investigación y Producción Musical (LIPM), en el Centro Cultural Recoleta, sin que nadie las encendiera por décadas. Uno era un sintetizador controlado por voltaje, bautizado como “Gerónimo” y el otro un filtro convertido en instrumento polifónico con teclado por Fernando Von Reichenbach, profesor del CLAEM. A estos aparatos los acompañaban en el escenario distintos objetos que pertenecieron al Instituto, como ficheros metálicos y un ventilador, que se complementaban con otros objetos como una fotocopiadora, un teléfono de disco y las propias notebooks y consolas de los artistas.

De esta forma, se generaba una trama sonora punteada por los sonidos de todos estos elementos. García Torres intercalaba fragmentos leídos que aludían a los grandes nombres del Di Tella, y estudiantes de Arte se sumaba en distintos roles a la performance; otra peculiaridad sonora la causaban los efectos de los muebles metálicos y de unas láminas de cobre sobre los que se habían colocado micrófonos. Auditivamente, la performance por momentos parecía un concierto de Kraftwerk.

“Las máquinas están en dos lugares distintos, acá en la Universidad y en Recoleta, las de acá están más deterioradas, ni esperanza de que prendan. De las otras no sabíamos qué tantos sonidos íbamos a poder sacar de ellas”, explica García Torres. Por su parte, Oolsel reconoce que no pudieron “hacer andar por completo” los aparatos del Di Tella. Ante la escasez de fuentes para generar sonidos, sumaron los otros elementos del mobiliario y les adosaron “un micrófono de contacto, que con una pegatina, cuando lo pegas en una superficie, capta las vibraciones de esa superficie y las amplifica”, agrega Oolsten.

Otro rasgo llamativo e innovador era la presencia de dos intérpretes en Lengua de Señas Argentina; una de ellas, Noelia Tarantini, sentada en el escenario, traducía los sonidos, con el respaldo de su compañera, Patricia Gadzala, que, desde donde estaba sentado el público, le indicaba datos que la primera no podía ver por su ubicación. Gadzala, que no puede escuchar, sí sentía en el cuerpo las vibraciones de determinados elementos que sonaban en la performance, y así se lo comunicaba a su compañera. Tarantini explica: “El sonido Patricia no lo percibe, pero ve gente bailar o tocar máquinas y me dice: “Están tocando las máquinas”, o “se levantan y tocan un botón”, yo sí escuchaba el sonido. Nos complementamos”.

La idea de contar con lengua de señas partió de los artistas y de la universidad. “Queríamos que el público tuviese una experiencia sensorial más allá de lo auditivo”, justifica García Torres. Oolsten acota: “Una persona sorda es alguien que no escucha esto, pero lo va sintiendo”.

La temperatura de la performance, marcada por los timbres metálicos, se levantaba cuando los artistas incluían pasos de baile; hacia el final, Oosten, consagrado músico y productor en su país, interpretó temas de su repertorio. En un momento, él se subió a bailar sobre uno de los ficheros metálicos, como si fuera un parlante de un boliche, y el movimiento que provocaba en el mueble se sumaba a los demás sonidos de la puesta, captados por los micrófonos.

“No puedes recitarles ruido a la gente por una hora, pensamos que hubiese cosas cálidas, cosas más duras y hasta lo bailable”, explica García Torres. Si el cuerpo era uno de los protagonistas de la performance, además de la percepción sonora había que poner a aquel en acción. “Y era ver que los nerds también se divierten, también mueven el pie y quieren pasarla bien”, dice, entre risas, Oolsen. Terminado el acto, que el público siguió con mucha atención, quedaron como testigos las máquinas y los muebles, como signos del Di Tella que reverberan, transformados, en otra Argentina.