Moscú 2018: un mundial globalizado
El profesor del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales analiza el Mundial de Rusia desde una perspectiva de relaciones internacionales. "Los enfrentamientos deportivos internacionales, cargados de simbolismo y significación política, pueden leerse como guerras en las que se movilizan los recursos (humanos) nacionales", escribió Turzi.
Leer los mundiales desde una perspectiva de relaciones internacionales, siempre fue enriquecedor. Los enfrentamientos deportivos internacionales, cargados de simbolismo y significación política, pueden leerse como guerras en las que se movilizan los recursos (humanos) nacionales. O en su versión más positiva, el deporte tiende un puente de diálogo entre países que de otro modo se encontrarían irremediablemente condenados a procesar su enfrentamiento en el campo de batalla más que en el de juego. Incluso se ha explorado si el tipo de régimen –democracias o autocracias- se correlaciona con el éxito deportivo. Internamente se estudia el impacto que la Copa del Mundo tiene en el desarrollo de infraestructura, consumo privado y popularidad del gobierno anfitrión.
El mundial de Rusia de este año ofrece, además, una ventana al (des)orden mundial actual. En el nivel sistémico, la organización del mundial está a cargo de la “ONU del fútbol”. Ejecutivos de la FIFA de Brasil, Islas Caimán, Costa Rica, Nicaragua, Uruguay, Venezuela y Reino Unido fueron arrestados en 2015 por la policía suiza para ser juzgados en cortes estadounidenses por orden del Departamento del Tesoro. Esta superposición e intersección de jugadores (de poder) generan riesgos dentro de los estados y, a través de ellos, de modo simultáneo y acumulativo. A nivel estatal, el mundial revela los cambios del poder. Económicamente, compiten 20 países emergentes o en vías de desarrollo y 12 avanzados o desarrollados. Sólo la mitad de los países del G-20 –que asistirán a la Argentina a finales de año- están tomando parte. Políticamente, se mantiene la histórica predominancia europea: compiten 14 países europeos, ocho latinoamericanos, cinco asiáticos y cinco africanos. Un total de 17 países del Norte Global y 15 del Sur Global.
Ni Donald Trump ni Xi Jinping –líderes de las dos economías más grandes del mundo- verán a sus equipos nacionales participar. El Papa Francisco alentará a Argentina, ya que FIFA reconoce 211 confederaciones pero no a la Federazione Vaticanese Giuoco Calcio. En el nivel individual, el mundial trae equipos de países con más de 200 millones de personas (Brasil) hasta con apenas 300 mil (Islandia). Y en ello la diversidad. En momentos en que la escisión, el nativismo y la xenofobia crecen en el mundo, algunos equipos reflejan el multiculturalismo y la integración. Esta es una tendencia del mercado del fútbol mundial. A mayo de 2018, se registraban 12.425 futbolistas expatriados en 2.235 equipos de 142 ligas en 93 asociaciones nacionales. Los expatriados representan más del 21% de los jugadores a nivel global, equivalente a alrededor de 5.6 futbolistas por equipo.
La globalización ha traído como consecuencia equipos globalizados: 61% de los marroquíes nacieron en el extranjero, casi 40% del equipo senegalés, 30% del suizo, 10% del francés y casi 4% del belga (de las escuadras con jugadores nacidos en el exterior, Argentina es la más baja con 2.3%). Más aún, los jugadores trabajan en el extranjero: 100% en los casos de Croacia y Suecia; más del 80% Colombia, Uruguay y Argentina y 0% Inglaterra y Arabia Saudita. Este año podemos decir que ya no tendremos un mundial de fútbol. Rusia 2018 será verdaderamente un global de fútbol.
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