Brexit y Califato: arcadias regresivas
Se ha vuelto un lugar común entre legos y expertos la descalificación de distintos grupos humanos (sean clases, generaciones, países o civilizaciones) como modo de aproximarse a asuntos profundos y complejos. Se ha ido perdiendo el hábito de preguntarse el por qué y el cómo y se opta en cambio por el juicio categórico que solo fija la atención en el acá, el ahora y en el último suceso. Si nos detuviéramos a comprender más que a juzgar podríamos ahondar y refinar el análisis de lo que está ocurriendo y encontrar algunas similitudes entre procesos aparentemente enfrentados y disímiles.
En este sentido, propongo elaborar una comparación de dos hechos que no obstante sus distancias físicas y culturales, tienen significativos elementos comunes. Se trata, por una parte de la decisión de Gran Bretaña de dejar la Unión Europea, el Brexit; y por otra parte, la determinación del Estado Islámico de reconfigurar un nuevo espacio político-territorial, el Califato.
Ambas experiencias ocurren en una época marcada por un extendido y grave malestar que abarca los ámbitos social, político y económico y se expresa de múltiples maneras. No se trata de un hecho episódico y propio de ciertas sociedades. La insatisfacción, la incertidumbre y la fragilidad se conjugan urbi et orbe. Este es un contexto apto para la fantasía, el resentimiento y la pugnacidad. A pesar de que los datos muestran que hay más gente que deja la pobreza, especialmente en Asia, la realidad global es intricada y dialéctica: vastísimos sectores ciudadanos se sienten olvidados, maltratados y desesperanzados.
En un tal ambiente se ven surgir lo que llamo arcadias regresivas. No se trata de una utopía que remite a una sociedad futura que se asienta en el bien humano. Tampoco de una distopía que remite a una sociedad futura negativa que genera más alienación humana. Se trata de una arcadia en su sentido poético: un espacio pasado y perdido en el que reinaría la armonía, la felicidad y la simplicidad. Es regresiva en tanto se busca retroceder a ese momento que se cree recuperable en donde se disiparían las tensiones y se alcanzaría, de modo perfecto, todo lo que se añora. Las arcadias regresivas son mecanismos defensivos e idílicos que conducen, con mucha frecuencia, al radicalismo e incluso al extremismo.
Creo que tanto el Brexit como el Califato son arcadias regresivas. Los votantes británicos estuvieron sometidos, en esencia, a dos narrativas. Los proponentes de abandonar la UE insistieron en la ilusión del regreso a la histórica grandeza nacional ante un electorado agraviado y alarmado por los cambios económicos y demográficos de las últimas tres décadas, así como por los problemas de inseguridad en el trabajo, por el terrorismo, etc. La invocación al esplendor imperial y a un pasado soberano apuntaron simultáneamente a la pasión, al miedo y a la expectativa.
Los proponentes de permanecer en la UE subrayaron los muchos males que viviría el Reino Unido si renunciaba a la integración y destacaron algunos beneficios de seguir perteneciendo. El remain no fue particularmente esperanzador: no ofreció una clara visión de un futuro mejor. A tal punto que en regiones claves por su interconexión con Europa (East Yorkshire y Northern Lincolnshire, por ejemplo, desde donde se exporta a Europa) el voto por Brexit fue del 65%. Así fue como, con un 72% de participación ciudadana, la arcadia regresiva se impuso.
El mundo árabe musulmán es escenario de un conjunto de dramas y traumas en el que se han mezclado, por años, opresión y exclusión internas y manipulación y agresión externas. La sucesión de frustraciones desde el norte de África hasta el Medio Oriente, ya sea de movimientos nacionalistas y marxistas, de sectores reformistas y radicales, de fuerzas modernizadoras y seculares de distinto signo partidista e ideológico, ha sido elocuente. El fracaso de la llamada Primavera Árabe en varios países solo reafirmó un estado de exasperación, pesimismo y desamparo en grandes masas. Con ese marco de referencia, Al Qaeda primero y ahora el Estado Islámico, han procurado recrear el Califato. En especial se rememora el primer Califato (661-750) de la dinastía omeya, sunita y con la capital en Damasco al que siguió el Califato de la dinastía abasí, de orientación sunita, que se extendió hasta 1258. La larga era del imperio islámico fue un período de apogeo.
A siglos de aquel auge, Abu Bakr al-Baghdadi, líder del Estado Islámico, sin expresar el sentir de la inmensa mayoría de musulmanes y recurriendo al terror, procura también una arcadia regresiva como antídoto a un presente oscuro, confuso y poco promisorio.
* Profesor Plenario de la Torcuato Di Tella