LA FARSA DE LA PINTURA (The travesty of painting) / Conferencia online de David Joselit
Jueves 13/8, 19h
Invitado por el Departamento de Arte de la UTDT, el prestigioso historiador del arte y crítico norteamericano David Joselit dictará una conferencia online el jueves 13 de agosto, a las 19h.
El link al Webinar se enviará a lxs inscriptxs el mismo día de la conferencia. Una vez completo el cupo de Zoom, se podrá seguir la conferencia en vivo en el canal de Youtube de la UTDT: https://www.youtube.com/user/universidadditella
LA FARSA DE LA PINTURA
En una de las afirmaciones fundacionales de la crítica del arte moderno, el poeta Charles Baudelaire escribió: "Lo bello está hecho de un elemento eterno, invariable, cuya cantidad es excesivamente difícil de determinar, y de un elemento relativo, circunstancial, que será, si se quiere, alternativa o simultáneamente, la época, sus modas, su moral, sus emociones". Uno podría parafrasear esta célebre declaración diciendo que el arte moderno es una forma de farsa, incluso una forma de travestismo, en la cual las verdades clásicas o eternas de la cultura occidental se visten a la manera contemporánea. Hasta hace poco, se consideraba un artista como Francis Picabia un outsider del modernismo. ¿Pero qué pasa si comenzamos, siguiendo a Baudelaire, con la definición de modernismo como una forma de farsa, de vestir el propio arte con estilos diferentes? Desde esa perspectiva, Picabia, con su heterogeneidad y veloz pasaje de un estilo a otro, vendría a ser el artista moderno paradigmático. Y de hecho, Picasso, el más canónico de los modernistas, cuya obra va desde el cubismo a formas altamente realistas del clasicismo, realizó su propio tipo de farsa estilística. Para ambos artistas la abstracción no ocluyó la figuración, sino que fue contemporánea a ella. Esta movilidad del estilo será el pretexto para redefinir el modernismo como una forma de travestismo estilístico. Este relato de los orígenes del arte moderno crea una nueva genealogía para las formas contemporáneas de pintura figurativa, que las sitúa directamente dentro del legado del modernismo.
David L. Joselit se desempeñó como curador en The Institute of Contemporary Art de Boston desde 1983 a 1989. Luego de obtener su Ph.D en Historia del Arte en la Universidad de Harvard en 1995, se integró al Departamento de Historia del Arte y al Programa de Doctorado en Estudios Visuales de la Universidad de California, Irvine, donde enseñó hasta el año 2003. Fue Carnegie Professor de Historia del Arte en la Universidad de Yale, donde se desempeñó como Director durante el período de 2006-2009. Fue también profesor del CUNY Graduate Center, New York. Ha editado los libros Infinite Regress: Marcel Duchamp 1910-1941 (MIT, 1998), American Art Since 1945 (Thames and Hudson, 2003), Feedback: Television Against Democracy (MIT, 2007), After Art (Princeton University Press, 2012) y más recientemente Heritage and Debt: Art in Globalization publicado por MIT Press. Es miembro del concejo editorial de la revista OCTOBER y escribe sobre cultura y arte contemporáneo. Actualmente es profesor en el Departamento de Arte, Cine y Estudios Visuales de Harvard.
Versión en inglés:
The Travesty of Painting
In
one of the founding statements of modern art criticism, the poet Charles
Baudelaire wrote, “Beauty is made up of an eternal, invariable element, whose
quantity it is excessively difficult to determine, and of a relative,
circumstantial element which will be, if you like, whether severally or all at
once, the age, its fashions, its morals, its emotions.” One could
paraphrase this famous statement by saying that modern art is a form of
travesty, even a form of transvestism in which the eternal or classical truths
of Western culture are dressed up in contemporary guise. Until recently,
an artist like Francis Picabia has been considered a modernist outsider.
But what if we begin, following Baudelaire, with a definition of modernism as a
form of travesty, of dressing one’s art in different styles? From such a
perspective, Picabia, in his heterogeneity, and quick passage from style to
style, would represent the paradigmatic modern artist. And in
fact, the most canonical of modernists, Picasso, whose art ranged from cubist
to highly realist forms of classicism, performed his own type of stylistic
travesty. For both artists, abstraction does not occlude figuration, but
is contemporaneous with it. This mobility of style will be the
pretext for redefining modernism as a form of stylistic transvestism.
Such an account of modern art’s origins creates a new genealogy for
contemporary forms of figurative painting, which places them directly within
the legacy of modernism.