El Fin, el Principio
Una exposición de Magdalena Jitrik
18 de octubre a 8 de noviembre
Sala de exposiciones UTDT
(Figueroa Alcorta 7350)
La pintura como instrumento de creencia, la construcción manual como proceso de aprendizaje y transformación del mundo, la actualidad de la esperanza y de la épica, son los temas que ocupan a Magdalena Jitrik en su muestra El Fin, el Principio.
El proyecto incluye una historia fotográfica de los desplazamientos de cuadros que Jitrik viene haciendo, un árbol de cuadros, una serie de pinturas-monumentos y una película en Super 8.
Como toda la obra de Jitrik, esta muestra investiga los pliegues, contradicciones, brillos y zonas muertas de las esperanzas artísticas y revolucionarias del siglo XX.
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El Árbol de cuadros de Magdalena Jitrik Empujada por la euforia política, en 2003, en el contexto de un festival en una fábrica recuperada, Jitrik saca por primera vez sus cuadros del taller para colgarlos de las ramas de un árbol, en una plaza. Tanto el tratamiento disfuncional del cuadro como objeto portátil expuesto a la intemperie, como la postulación de la pintura como una proclama política encriptada, auguraban una situación de umbral: ahí, colgada a la vista de cualquiera, movida por el viento, sin autor ni dueño, la pintura se reconectaba con la historia de la propaganda y parecía encontrar una nueva potencia como máquina de proyección política. Esa apuesta de montaje fue reconocida por la artista como un acto fundacional, a partir del cual siguió sacando los cuadros del taller y experimentando con una serie de acciones (bautizadas por Jitrik como Cuadro turista) que consisten en llevar los cuadros de viaje, buscando “lugares que no le corresponden a la pintura”, como dice la autora. En esos viajes, de todas las pruebas realizadas, el árbol fue el cuerpo que más vibró en conjunción con los cuadros, y con el cual más se experimentó. Entre árbol y cuadros el extrañamiento es recíproco - porque ¿qué habría más lejano a una pintura geométricaqueun caldén? - pero a la vez el encuentro nos trae inmediatamente a la memoria imágenes de altares populares al borde de la ruta, de celebraciones y exorcismos. A pesar de la hipotética distancia entre pintura abstracta y naturaleza, lo que vuelve a este encuentro la ocasión de tantas ideas y sensaciones, es ese denominador común entre modernismo y folklorismo, esa fuerza siempre soterrada, casi secreta, que es la pintura como instrumento de creencia. El magnetismo de la obra radica entonces en su capacidad para reconectar la historia de la abstracción con un origen posible en una situación de culto, que estaría reprimida, desde Malevitch en adelante. Edificada a partir de ramas muertas de distintas especies, desterrada en la arquitectura de la sala de exposiciones, esta escultura se eleva a partir de una voluntad loca por transitar el proceso de reconstrucción de lo natural como un aprendizaje de la materia, y por trabajar con ruinas y restos como si se tratasen de un nuevo principio. Inés Katzenstein |
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Ha expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes (Mas allá de la Geometría, 1998), el Museo de Bellas Artes de Bahía Blanca (Banchero – Casanova – Jitrik, 1999 y Red de Espionaje, 2009), en el Museo Castagnino de Rosario (Juego de Damas, 1994 yTrueque, 2002), en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, (Contemporáneo 4, 2004 y en varias exposiciones de la colección), en el Museo Macro (Abstracciones / Un recorte en la colección Castagnino+macro, 2011 y Política y belleza de las tareas, 2012). Fuera de Argentina ha expuesto en Francia: L'abstraction et ces territoires (1998), Filles indignes de l'Art Concret(2000), individuell-collectif (2004) y Dechirures de l'Histoire (2006). Participó en las bienales de Porto Alegre, Thessaloniki, la Trienal Poligráfica de Puerto Rico, Estambul y Manifesta. Fue invitada a residencia en Askeaton (2009), expuso en Limerick, Irlanda (2012), y Fetiches críticos en Madrid (2010) y México DF (2011).