Este año fue un experimento dentro de otro experimento. El Programa de Cine, en sí mismo, fue desde el comienzo un experimento. Ensayo y error, resultados inesperados, descubrimiento permanente. Bajo la advocación de San Agustín: solvitur ambulando. Caminando se resuelve. La metodología: el conjunto de los participantes se divide en 4 grupos de 5 o 6 personas cada uno. Durante los nueve meses que dura el programa, cada grupo presenta un ejercicio por semana, con dirección rotativa. Es decir: ¡hacemos cuatro películas por semana! Una propuesta a priori imposible, insensata. Nadie sabe de dónde, sale lo mejor de cada uno: recursos de los que no sabía que disponía, energía ilimitada que se despierta, dinámica colectiva que potencia, necesidad de expresar, urgencia de cerrar una obra en pocos días, encontrar ideas a través de la práctica pura y dura. Los resultados son casi siempre asombrosos. Los mismos hacedores no pueden creer lo que hicieron. Después, sigue un proceso de discusión, reflexión, reedición, nuevos materiales, nueva exhibición, nuevo debate, dos pasos para atrás, tres para adelante. Es como pensar en voz alta o, quizás, hablar en sueños.

El procedimiento podría ampararse en las palabras de Goethe: “Hay una forma tan delicada de lo empírico que automáticamente se transforma en teoría”. En ese mismo espíritu de indagación, en esta muestra se presentan trabajos sin terminar, obras en pleno proceso, como una instancia más de la tarea de todo el año. Como si la muestra fuera un nuevo capítulo, inédito, del famoso ensayo de André Bazin: ¿Qué es el cine? A la vez, las piezas exhibidas manifiestan en muchos casos un grado de elaboración sorprendente, una contundencia que hace olvidar que se trata de estudios, de ensayos, de trabajos en proceso. Detrás de los ejercicios, asoma la obra de un artista.

La novedad, en este año de transición, fue incorporar participantes “remotos”, que trabajaron con los que estaban en Buenos Aires desde distintos rincones del país y del exterior. Así, el Programa de Cine llegó a las provincias argentinas de Formosa, Neuquén y Córdoba y, asimismo, a San Pablo, Londres, Temuco, Bogotá, París y Montevideo. El enorme aprendizaje adquirido el año pasado, de lidiar con la modalidad online, nos permitió hacer de la necesidad virtud. El intercambio entre los cineastas, artistas visuales, escritores, diseñadores, actores, animadores y dramaturgos que componen el grupo cobró una vehemencia desconocida. Incluso descubrimos la novedosa modalidad híbrida, de clases a la vez presenciales y virtuales, otro experimento. A los cortometrajes presentados cada semana, se sumó la lectura de diarios personales, que a veces también tomaban forma cinematográfica, elevando la temperatura emocional del Zoom, trayendo noticias íntimas del mundo.

En el medio del camino, como parte del mismo proceso ambulatorio, tuvieron lugar seminarios intensivos -intensísimos- con la documentalista catalana Marta Andreu y el cineasta argentino Mariano Llinás, en los que se sacudieron muchas de las ideas recibidas acerca de qué es el cine, o qué puede llegar a ser. Cada participante tuvo la ocasión de hacer un examen de conciencia personal en las reuniones individuales con los tutores Alejo Moguillansky (director de Por el dinero) y Agustina Comedi (directora de El silencio es un cuerpo que cae). El año había comenzado por un encuentro inspirador con Rita Azevedo Gomes, la gran cineasta portuguesa, junto con la proyección de su última película, Danzas macabras, esqueletos y otras fantasías. La exhibición exclusiva, en carácter de estreno latinoamericano, de la serie documental Women Make Film, de Mark Cousins, referente del cine-ensayo, fue una nueva oportunidad para un fervoroso debate, dentro de un grupo integrado por mayoría de mujeres y disidencias. Otro hito del año fue, sin dudas, la visita virtual de dos de las figuras más importantes del escenario norteamericano en sus respectivas disciplinas: James Benning (cine) y Rachel Kushner (literatura). El registro de la conversación mantenida entre Benning y Kushner será un lujo agregado de la muestra. Pero no el único. También invitamos a egresados del año pasado a volver al Programa, con una propuesta concebida junto al Museo del Cine de la Ciudad de Buenos Aires: realizar un breve cine-ensayo a partir de un material de archivo de antiguas publicidades cinematográficas que han sido rescatadas recientemente por el Museo. Del mismo modo, ex combatientes del programa como Camila Meyer y Jerónimo Quevedo volvieron durante el año para mostrar sus realizaciones y discutir con los actuales participantes. Nos gusta sentir que el Programa no es solo una instancia de cursada sino, al mismo tiempo, un lugar al que se puede volver, desde otro lugar, como una especie de comunidad. Comunidad virtual o presencial, pero siempre real.