En los medios

Y ahora qué
11/04/25

“Este gobierno actúa como si tuviera mucho poder, pero no lo tiene”

Carlos Gervasoni, director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales, fue entrevistado sobre el estado de la democracia en Argentina.

Por Guillermo Lipis


La violencia verbal de Javier Milei, la concentración de poder en el Ejecutivo, los ataques a la prensa y el abuso y dimensiones de los DNU indican que Argentina atraviesa un retroceso en su calidad democrática, “pero no está en camino de convertirse en un régimen autocrático”, aseguraron a Y ahora qué? dos referentes de la producción del reporte internacional sobre las autocracias, Varietes of Democracy (V-Dem).

El concepto autocracia tomó un lugar preponderante en los medios nacionales a partir de la interpretación hecha por periodistas, cientistas y políticos sobre el último informe internacional de V-Dem.

Según la Real Academia Española, la autocracia es “una forma de gobierno en la que la voluntad de una sola persona es la suprema ley”, y si buscamos sinónimos de este concepto se destacan dictadura, despotismo, absolutismo, totalitarismo y tiranía.

El informe del proyecto Varieties of Democracy que está siendo traducido al castellano, para su edición 2025, no está reportando la profundización de una tendencia que había empezado a marcarse el año pasado y que indicaba que Argentina estaba ingresando al umbral de una dinámica política que se ha modificado drásticamente con el ingreso de La Libertad Avanza al gobierno nacional.

“Argentina está en un momento de retroceso, pero no es un régimen autocrático”, sostuvieron en diálogo con Y ahora qué? David Altman, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile y director del Centro Regional V-Dem para América Latina; y Carlos Gervasoni, profesor y director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella y gerente regional de V-Dem.

LAS AUTOCRACIAS EN EL PLANETA

En su último informe traducido al español, tarea coordinada por Altman, V-Dem hace una primera apreciación general sobre las autocracias y democracias en el mundo.

Como síntesis vale este punteo:

-El mundo está dividido casi a partes iguales entre 91 democracias y 88 autocracias.

-El 71% de la población mundial -5.700 millones de personas- vive en autocracias, lo que supone un aumento respecto al 48% de hace diez años.

-Las autocracias electorales son, con diferencia, las que tienen más habitantes: el 44% de la población mundial, es decir, 3.500 millones de personas.

-El 29% de la población mundial -2.300 millones de personas- vive en democracias liberales y electorales.

Y sobre los actos con los que avanzan esos gobiernos en camino a autocracias o democracias autocráticas detallan algunos ejemplos:

-La libertad de expresión es lo que los “aspirantes a autócratas” atacan con mayor frecuencia y en mayor medida.

-La censura gubernamental a los medios ocupa un dudoso primer lugar en la lista de los 20 principales hechos, y empeoró en 45 países durante los últimos diez años.

-Estos gobiernos mantienen bajo presión la libertad de asociación de las organizaciones de la sociedad civil. En 35 países, los gobiernos las están reprimiendo más activamente que hace diez años.

-La sociedad civil y sus organizaciones constituyen una defensa fundamental contra los gobiernos autocráticos gracias a su capacidad para movilizar a la ciudadanía en protestas y manifestaciones, y por esto V-Dem destaca el peligro de la violación del ejercicio de sus derechos.

Cualquier asociación libre que hagamos, sobre cómo se manifiestan estos hechos en Argentina, no son mera coincidencia

EL UMBRAL AUTOCRATICO

Pero veamos qué dicen Altman y Gervasoni en su diálogo con Y ahora qué?

“El proyecto Varieties of Democracy involucra a más de 4000 personas en el mundo, entre los investigadores principales o jefes de proyecto de líneas de investigación. Yo soy uno de ellos en las líneas de investigación, y me encargo particularmente en asuntos de innovación democrática, particularmente de democracia directa”, explicó Altman en diálogo telefónico desde Santiago de Chile.

–¿Cómo articulan este trabajo en todo el mundo?

Altman: Cada uno de los países que evaluamos es codificado por lo menos por cinco personas que evalúan más de 500 indicadores. La mitad son datos duros como cuántos partidos hay en el Parlamento, cuántos decretos se dictaron, etc. Y la otra mitad son indicadores mucho más delicados. Por ejemplo: ¿en qué medida existe la autocensura en los medios de comunicación? Todo esto va generando índices, entre ellos el Índice de Democracia Electoral o el índice de Democracia liberal. Por eso se determinan las variedades de la democracia, porque la democracia no es solamente una forma de entender la democracia, sino que es un concepto que tiene 2500 años con distintos matices y sensibilidades.

–¿Por ejemplo?

Altman: La democracia mayoritaria. O sea, si yo tengo la mitad más uno. O la democracia participativa o consensual, para lo cual la imposición de la mayoría puede ser totalmente contraproducente. Por eso puede ocurrir que, en este tipo de visiones contradictorias, haya tensión. Cuando nos preguntábamos qué tipo de democracias hay en los países no podíamos catalogarlas o definirlas. Así fue que empezamos a trabajar sobre esto y cuando comenzaron a involucrarse muchas universidades terminamos con este proyecto, básicamente financiado por la cooperación nórdica. Casi todos los países son evaluados en los últimos meses del año, o sea que los de este año fueron codificados durante noviembre y diciembre del año pasado.

Este proyecto comienza en una conferencia que organicé en Santiago en el año 2003. En el año que yo llegué a Chile hicimos una conferencia con la Universidad Católica, y de Gotemburgo, en Suecia. Hasta ese entonces no teníamos o carecíamos de medidas confiables o replicables de democracia. Hoy ya estamos en la versión 15 del reporte.

—¿Cómo se define el umbral para determinar si un gobierno comienza a ser o a tener características autocráticas?

Altman: A través de un montón de cosas más de índole cualitativa: hay una frase utilizada en política que dice “para mis amigos, todo; para mis enemigos, la ley”, que representa mucho si se usa esa ley de forma arbitraria y se presiona al Poder Judicial para que emita ciertos fallos a favor de una agenda política. Cuando en el mundo electoral se controla el padrón de quienes conforman el registro de votantes. Cuando se evita cierto nivel de fiscalización en las mesas de votación. Cuando se limita la capacidad, autonomía e independencia del organismo electoral que conduce a elecciones libres. Cuando existe compra y venta de votos. Cuando hay cierto nivel de violencia electoral. Cuando existe limitación en la libertad de expresión de mujeres o de ciertos grupos sociales. O cuando se ejerce presiones sobre la prensa.

—Si tuvieran que marcar algunos ítems del año pasado que marcan ese camino iniciático hacia la autocracia en Argentina, ¿con qué lo definirían?

Gervasoni: El uso de la violencia verbal por parte del Presidente contra los que lo critican, incluso algunas personas próximas a su corriente ideológica o de pensamiento económico. La tendencia al abuso de los decretos de necesidad y urgencia, que es una tendencia que venía de antes, pero que Milei profundizó. La concentración del poder en el Ejecutivo y abuso de los decretos de necesidad y urgencia. Estos son los puntos que a mí más me preocupan ante posibles derivas autoritarias de este gobierno.

Altman: También, por ejemplo, medimos si hay censura en los medios de comunicación. El tema de los medios de comunicación en una democracia es crítico. ¿En qué medida se los aprieta, los arrestan, los torturan o los desaparecen? ¿En qué medida los medios están sesgados? Y después viene toda la parte electoral que es fundamental: ¿hay fraude en Argentina? ¿Hay algún tipo de represión de partidos o prohibición de corrientes de opinión pública o política, aunque no te guste el presidente?

–¿Hay un camino iniciado hacia la autocracia en Argentina?

Gervasoni: Esta expresión camino hacia la autocracia lo estás proponiendo vos.

–¿Y es correcto?

Gervasoni: Ese concepto de “camino hacia la autocracia” parece algo teológico. Hay un objetivo y se llega hasta ahí. Yo digo que ha habido un pequeño avance en ese sentido. Pero, para ponerlo en perspectiva histórica, hoy la Argentina es bastante más libre que en el 2020, donde Insfrán -por ejemplo- no dejaba entrar ni salir a los formoseños de su provincia. Tenemos que verlo en una perspectiva amplia. Puede ser que haya un camino como estás sugiriendo, o puede ser que no, que durante el año que viene, o el otro, la democracia vuelva a niveles como los que teníamos antes de este bajón. En lo personal, no preveo que este camino continúe durante el 2025, creo que las cosas se van a estabilizar o quizás mejoren un poco. Y el motivo de esto no es mi deseo, sino la gran debilidad de este gobierno.

–¿Qué pasa con la acción de gobernar por decretos de necesidad y urgencia, por ejemplo?

Altman: Pero entonces Menem era una dictadura, porque gobernó básicamente a través de decretos de necesidad y urgencia. Sin embargo, creo que nadie en Argentina, en su sano juicio, ni siquiera el más anti Menem, diría que Argentina era una dictadura en ese entonces. El abuso de ciertas instituciones políticas puede pegar en el palo o puede ser un gol en contra y esquiva el escrutinio legislativo. Sin embargo, si las mismas instituciones lo permiten, todo es muy discutible, Claro que el abuso ya es más evidente y notorio, pero para eso te pongo el ejemplo de Menem, que me parece mucho más evidente que el de Milei, que empezó así pero no sabemos si va a seguir. El abuso institucional es un tema complicado, pero no necesariamente antidemocrático. La discusión pasa por la medida en la que el Ejecutivo se mete en el Legislativo, o el Legislativo, sobre el Ejecutivo. Eso se da en el ámbito de la discusión dentro de la arquitectura institucional, que podrá ser mejor o peor, pero no creo que necesariamente haga que un régimen cambie su tono democrático. Y tampoco que eso, necesariamente, erosione el funcionamiento democrático de un país como la Argentina, que está en un momento de retroceso, pero no es un régimen autocrático, sigue siendo una democracia electoral.

Gervasoni: V-DEM refleja bastante bien lo que pasa en la Argentina, donde hace muchos años aparece con un nivel de democracia medio alto. No tanto como podría ser en países de Europa, Uruguay o Costa Rica, pero tampoco niveles de autoritarismo. El año pasado los indicadores se deterioraron un poco para Argentina. Los expertos que codifican el país juzgaron que hubo algunas cosas -del año pasado- que deterioraron el nivel de democracia, pero dejándolo dentro de los países democráticos.

–¿Qué tipo de cosas influyeron?

Gervasoni: Las resumiría en decisionismo del Ejecutivo, concentración del poder en el Presidente o represalias contra opositores que, efectivamente, son indicadores de algún tipo de deterioro de las libertades que definen los derechos en democracia. No es una situación original porque Argentina ya vivió esto con otros gobiernos. Y también podríamos tomar como ejemplo un hecho que a mí me parece más grave que el de Pablo Grillo: el despido de Marcelo Longobardi de Radio Rivadavia. Probablemente era uno de los programas más escuchados de la mañana. Longobardi es históricamente un periodista muy crítico. Fue muy crítico de los gobiernos de Cristina y Alberto, y terriblemente crítico del primer año de Milei. Y lo despiden de una forma que uno sospecha. El dice que lo despidieron por presiones de Karina sobre los dueños de la radio. No es comprobable, pero me parece creíble. Y también recuerdo que Cristóbal López lo despidió en el 2012 de Radio diez. Diría que tenemos cientos de periodistas críticos favorables o más o menos críticos, de izquierda a derecha, que opinan todos los días y no pierden sus trabajos, pero es una mancha. En el país, la gran mayoría de los argentinos, incluyendo los periodistas, pueden opinar libremente sobre el gobierno, sobre la oposición, sobre lo que quieran. Y me parece que hoy sobran medios críticos del Gobierno que le pegan con un caño, deschavan chanchullos y critican al núcleo del poder constantemente. Todo esto es una señal de salud democrática, donde seguramente no somos Suiza ni Uruguay, pero tampoco somos un país autoritario. Respecto a la concentración de poder en el Ejecutivo, también creo que ya pasó antes. Los decretos de necesidad y urgencia comenzaron a ser abusados por Menem, pero siguieron con el kirchnerismo, con Macri, con Alberto y siguen ahora.

–¿Cómo definirían una autocracia cerrada? ¿Puede una democracia liberal terminar convirtiéndose en una autocracia cerrada?

Altman: La República de Weimar fue una democracia liberal y también un régimen nazi.

–Pero, ¿puede un gobierno ser democrático, liberal y terminar siendo una autocracia cerrada?

Altman: Ha pasado que un presidente haga un autogolpe y disuelva las cámaras como lo hizo Bordaberry en Uruguay. Puede pasar que haya golpes de Estado, un autogolpe. Usualmente viene por la erosión de ciertos principios democráticos como la ecuanimidad, la justicia, no usar la misma ley para la misma gente, impedir cierto nivel de movilidad, etc. Y los gobiernos autocráticos usualmente no hacen eso, sino que limitan. Una de las cosas que atacan primero es al Poder Judicial. Y la otra cosa que atacan usualmente son a los medios de comunicación.

–Entonces deja de ser una democracia.

Altman: Es una autocracia competitiva a la que se llega de dos formas. Puede ocurrir que una dictadura empiece a aflojar un poco y pasa a ser una autocracia competitiva con un régimen totalmente cerrado que empieza a tener cierto nivel de liberalización y apertura. Obviamente no la suficiente para ser una democracia. Y también puede ocurrir por la erosión de un sistema democrático que fue perdiendo algunas características.

–Bueno, habrá que ver qué de eso pueda ocurrir en Argentina.

Altman: Si bien Milei tiene formas un tanto mafiosas de hacer sus discursos, no sé en qué medida atentará, y espero que no lo haga, contra la democracia argentina. Hay países donde se ven ciertos intentos más maniqueos de terminar con el juego democrático. India es un caso icónico, Hungría. Polonia. Bolsonaro en Brasil. Y ojo, porque creo que Milei y Bolsonaro son bichos radicalmente distintos. Uno es un milico corporativista, de corte fascista; y Milei es un anarco capitalista loco e histriónico. De Bolsonaro no voy a decir que es la reencarnación de Mussolini, pero pegaba en el palo. Milei es un loco, un tipo que le habla a sus perros muertos, pero fascista no, lo veo como un corporativista. Me parece que le faltan muchísimas cosas que a un fascista le encantarían y que Bolsonaro las tiene. Ojo, eso no significa que me guste o que hubiera votado por Milei, pero trato de hacer una tipología, qué es una persona corporativista, qué es una persona fascista, qué es una persona antidemocrática, y de acuerdo al perfil creo que no, que es un bicho radicalmente distinto, lo que no significa que nos tenga que gustar.

–Milei rompió la forma de hacer política, descolocó a la oposición, que no sabe cómo enfrentarlo. En todo caso fue contra la casta en relación a la forma de hacer política. ¿Lo han observado en otros análisis?

Altman: No tan evidentemente como en Argentina. Pero quizás es parte de la estrategia política. Obviamente, dijo, que iba a ir contra la casta y contra todas las tradiciones de la casta. Puede ser que la forma de hacer política de Milei genere más o menos alergia, pero eso no hace a un régimen más o menos democrático. En la medida que no afecte las libertades civiles y políticas, en la medida que las libertades políticas civiles y los derechos humanos estén asegurados de acuerdo al marco normativo constitucional, te podrá romper las pelotas, pero eso no significa que sea antidemocrático. Por ejemplo, si la ley dice que las manifestantes tienen que hacerse sobre la vereda y no se puede cortar el libre tránsito, romperá las pelotas si sos un tipo al que le gusta cortar calles, pero no es un acto antidemocrático.

–Quiero volver a la dimensión del DNU 70, que no lo tuvo ninguno de los decretados por ningún gobierno anterior. O el de la nominación de los jueces para la Corte Suprema a tres días de reiniciar las sesiones ordinarias parlamentarias, o el de la negociación a ciegas con el FMI.

Gervasoni: Creo que tenés razón. Al mismo tiempo, muchas de esas cosas están trabadas o porque el Congreso las derogó o porque la justicia las impidió, que es lo que uno espera que ocurra en una democracia. Me parece que el Decreto 70 es de las cosas más extremas que ha hecho un presidente en la Argentina por decreto. Pero superó la legalidad del Congreso, es una legalidad que instaló Cristina al promover una legislación súper favorable a que los decretos de necesidad y urgencia pasen. Cuando un gobierno hace un avance sobre las limitaciones al poder democrático, cuidado porque el próximo gobierno las va a usar en su contra. Cristina fue quien impuso esto de que un decreto sobrevive si una de las dos cámaras no lo rechaza explícitamente. La clase política empieza a acostumbrarse a que esta es una herramienta legítima y que se puede expandir con cada gobierno. Y entonces puede tener una trayectoria peligrosa, pero no por La Libertad Avanza, que evidentemente tiene instintos de concentración de poder, sino porque no importa quién venga, pareciera que todos van a querer abusar de eso. Como analista, y como persona demócrata, cada vez que el Congreso le pone un límite al Presidente, lo celebro aún si no estoy de acuerdo sustantivamente porque como el poder tiende a los excesos -en Argentina y en todas partes- la división de poderes es uno de los mecanismos que tenemos para evitar eso. Yo te diría que en el 2024 vimos muchos avances del Poder Ejecutivo en intentar hacer cosas más allá de los límites legales y muchas limitaciones por parte del Congreso. Por ejemplo, la ley Bases fue muy limitada, reducida y modificada por el Congreso. Por un lado, me preocupan los instintos autoritarios de este gobierno, pero, por otro, veo que es un gobierno débil, con poca fuerza legislativa y territorial que no logra avanzar demasiado en las cosas que quiere.

–¿Qué visualizan a corto plazo bajo este encuadre de pensamiento?

Gervasoni: Creo que va a seguir relativamente débil porque el Gobierno no va a tener mayoría propia, y esto es un resguardo para que no haya un avance hacia el autoritarismo en general. La experiencia comparada dice que los países entran en procesos de erosión democrática, al estilo Venezuela, cuando hay un Ejecutivo con ganas de imponer un autoritarismo y mayorías legislativas. Chávez lo tuvo, este gobierno no tiene esas mayorías, y no creo que las vaya a tener con las próximas elecciones tampoco. En este sentido, soy relativamente optimista. Yo creo que esto esté empeorando. Ya empeoró el año pasado. Si tuviéramos esta misma conversación dentro de un año, no creo que vaya a empeorar más. Pero bueno, falta todo el 2025. Así como hoy estamos hablando de la posibilidad de autoritarismo, dentro de tres meses, con otro escándalo tipo Libra, podemos estar hablando de juicio político contra el Gobierno y que a fin de año Milei no esté más. No es lo que lo estoy pronosticando, pero es la primera vez que en la Argentina hay un gobierno que no tiene el tercio como escudo legislativo para que, por ejemplo, no lo saquen a través de un juicio político. Y la experiencia en América Latina es que a la mayor parte de los presidentes outsiders que llegaron con muchos votos y pocos legisladores los terminaron echando. Podemos ver el caso de Lugo en Paraguay; Kuczynski en Perú o Collor de Melo en Brasil. Ninguno de ellos tuvo defensa legislativa como otros gobiernos con mayorías propias. Por eso creo que este gobierno actúa como si tuviera mucho poder, pero no lo tiene.

–¿Ven un cambio en la forma de hacer política a partir de la incursión de Milei y La Libertad Avanza en lo nacional? Porque parece existir una desubicación del resto de la clase política que no sabe cómo manejarse.

Gervasoni: Algo de eso hay. En lo principal hay una tendencia que ya venía de antes, pero que Milei la aceleró mucho con el uso del insulto y la descalificación como herramienta y una política constante. Son formas típicas del populismo, y la Argentina tiene una larga historia de populismo desde el siglo 20 para acá. Milei entra en una línea de populismo de derecha que no habíamos tenido hasta ahora, de gran virulencia retórica donde si te oponés al gobierno -aunque sea en lo más mínimo- pasás a ser blanco de los tuits presidenciales.

–Si afirmo, entonces, que hay un avance de la autocracia y la incorporación muy virulenta de los discursos de odio. ¿Con qué tipo de sociedad nos encontramos en términos democráticos?

Gervasoni: En general, los politólogos vemos a la democracia no como un tipo de sociedad, sino como un tipo de régimen político.

–¿Y en ese caso, ante qué tipo de régimen político estamos?

Gervasoni: En términos de perspectiva, y no digo que vaya a ocurrir, me preocupa que la política argentina pase a estar dominada por dirigentes polarizantes, ya que nuestra política termina siendo Cristina versus Moreno, o D’Elía versus Milei y sus trolls. Y los políticos moderados como Ernesto Sanz, Rodríguez Larreta o Santoro, o los que hacen gala de moderación y respeto, pierdan como vienen perdiendo elecciones. No quisiera que fuéramos hacia una política absolutamente polarizada donde hay dos extremos y mucha descalificación mutua que no es buena para el país.