En los medios

Diario Perfil
27/01/25

Acuerdo Hamás-Israel: sonrisas, selfies y souvenires

El profesor del departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales escribió sobre el acuerdo entre Israel y Hamas.

Por Ignacio Rullansky

Miembros de Hamás en el lugar donde las cuatro rehenes israelíes fueron entregadas a la Cruz Roja. | AFP

E
l sociólogo norteamericano Howard Becker planteó que observar es una actividad que propende a nombrar lo que vemos y atribuirle sentido. Las imágenes que emergen tras el reciente acuerdo de cese al fuego e intercambio de rehenes por prisioneros entre el Estado de Israel y Hamás, proponen un desafío en esa dirección.

Una manera de abordarlo es recordando aquello que otro pensador, Roland Barthes, denominó punctum, un elemento destacado en la fotografía que nos hiere, nos desgarra; que nos conmina a reflexionar. Este concepto es presentado en La cámara lúcida, donde el filósofo también explicó su sensación al posar frente al lente fotográfico. El extrañamiento era tal que lo comparó con la experiencia de morirse y convertirse en otra cosa por completo: en imagen.

Asimismo, Susan Sontag, en Sobre la Fotografía y Ante el dolor de los demás, nos recuerda que las imágenes no son simples reproducciones de la realidad, sino que, regresando a la idea de Becker, constituyen selecciones, ediciones, y participan, por consiguiente, en la construcción activa de narrativas políticas, éticas y emocionales.

Propongo que nos detengamos en la descripción de tres conjuntos diferentes de imágenes. La idea será examinar –atribuir un sentido– cómo los actores protagonistas de los acontecimientos se transforman en imagen.

Primera secuencia: canciones y selfies en Gaza

Atestiguamos filmaciones de multitudes entusiastas en Gaza celebrando el acuerdo. Han resurgido combatientes de las fuerzas armadas y de policía de Hamas, vitoreados como héroes. Uniformados y visiblemente reconocibles, se mezclan entre la gente. En algunos videos, niños y adolescentes lucen vinchas verdes y portan armas, imitándolos, y hasta se aprecian momentos donde un adulto les enseña estrofas que claman por un nuevo 7 de octubre. Los chicos las ensayan repitiendo los versos.

Otros registros muestran cómo, celulares en mano, muchos saludan a los militantes desfilando en sus vehículos, y corren detrás de sus camionetas sin dejar de filmar. Algunos consiguen la selfie: se abrazan con hombres armados y rostros cubiertos con pasamontañas y lentes de sol. Persiguen la fotografía para participar del hito y convertirse un poco, ellos también, en los autores de algo que se vive como una victoria. Y así, un adulto joven es filmado probando gestos. Quiere salir en la foto con alguien cuya presentación pública consiste en ocultar su identidad: en procurar una resistencia a la imagen, o proyectar una de sí mismo donde la individualidad está desdibujada para devenir, únicamente, en un agente más de un agenda violenta.

Nadie suelta el celular. Las sonrisas y manierismos esmerados de menores que pretenden naturalidad al actuar gestos aprendidos como si fueran combatientes, hacen del registro visual del cese al fuego, el testimonio de un acto de reafirmación identitaria.

Podemos leer estas filmaciones y fotografías como dispositivos para interpretar el sentido que los actores le dan a los altísimos costos humanitarios –según el Ministerio de Salud de Hamas, más de 40.000 muertos– denunciados como genocidio, pero afrontados para lograr la aclamada liberación de 1904 prisioneros de máxima seguridad, entre ellos, cientos de orquestadores y ejecutores de atentados de terroristas. Estas escenas se convierten en imágenes de reivindicación de una narrativa de glorificación de la violencia y de la perpetuación del ciclo de trauma como futuro deseable.

Segunda secuencia: recuerdos de una temporada en cautiverio 

Romi Gonen, DoronSteinbrecher y Emily Damari, son las tres primeras rehenes liberadas en el marco de un acuerdo entre el gobierno israelí y Hamas desde el cese al fuego de noviembre de 2023: el único hasta 471 días después del 7 de octubre. Otros rehenes fueron liberados por el ejército israelí y algunos cuerpos se recuperaron sin vida. Tales circunstancias hacen que esta entrega, en el marco de las tres fases progresivas del acuerdo, generaran tanta expectativa.

El evento y su víspera fueron construidos como tales a partir de imágenes. Detengámonos aquí en aquellas que rodean el acto de la entrega de las tres mujeres. Muchas surgen del trabajo de fotoperiodistas, y otras, de videos caseros subidos a redes sociales.

La perspectiva desde la calle muestra una nutrida muchedumbre –predominan los rostros masculinos– asediando los vehículos de Hamás y de la Cruz Roja. En las fotos de Omar Al-Qattaa para AFP y GettyImagesy de Dawoud Abu Alkas para Reuters, la gente celebra, celular en mano, y se sube a los vehículos de la Cruz Roja, posando junto al logo. Un periodista de Al Jazeera transmite desde el movedizo y caótico cordón que forman los agentes de Hamas que coordinan la entrega, rodeados de curiosos que empujan. Algunos siguen el evento desde arriba de otros autos, para ver mejor.

También para Reuters, pero desde una perspectiva aérea, Mahmoud Al-Basos ofrece dos fotografías de interés. La primera es de cerca y retrata a la muchedumbre apretada. La segunda es de lejos. Todos los elementos están presentes pero agolpados a lo largo de apenas cien metros. La impresión que nos hacemos cambia. Ahora vemos los alrededores: las calles y un inmenso terreno baldío, probablemente a causa de la guerra, contrastan entre desiertos. Cabe preguntar cuánto de lo descripto en la sección anterior responde a montajes similares, con el objeto de proyectar una idea de apoyo popular.

Como señalamos, toda fotografía –o video– transforma a sus sujetos en objetos: aquí, las rehenes se convierten en piezas de una escenografía cuidadosamente coreografiada por Hamás. En las escenas anteriores nos encontrábamos con individuos que buscaban llevarse consigo un memento de la aparición de sus militantes en las calles: ¿en qué se transformaban al fotografiarse con ellos? ¿En autores del 7 de octubre, por admiración o carácter transitivo? ¿En corresponsables de aquello que se presenta, como consecuencia de ese ataque, como una victoria?

Si antes observamos una entrega voluntaria al lente, aquí el punctum emerge en detalles inquietantes: las sonrisas forzadas de las jóvenes, que oscilan en muecas. Antes, un varón adulto se esforzaba por encontrar su mejor perfil para tomarse una selfie con un terrorista. Aquí, tres mujeres ensayan una pose dictada. Un gesto espiritualmente insostenible con tal de sobrevivir: sonreír. Además, los militantes de Hamásles obsequian unas bolsas que parecen contener souvenires. Todas manifestaciones de un intento de trivializar el horror vivido, o acaso, como si el recuerdo material fuese necesario, un sórdido modo de representar un horror con el cual, indefectiblemente, tendrán que convivir siempre.

Estas son imágenes de personas cuyas vidas fueron arrancadas y a las que se fuerza a posar en el momento de iniciar una serie de transiciones. De sus celdas al vehículo de Hamás, de éste al de la Cruz Roja, de Gaza a Egipto, de Egipto a Israel, y allí, a un centro de rehabilitación, y finalmente, a sus hogares. Cada transición es invadida por miradas.

Periodistas y analistas comentaron lo bien que lucían los rehenes liberados en noviembre de 2023 y destacaron cuán gentilmente, decían algunos de ellos, que habían sido tratados por sus captores. El torrente de testimonios de torturas, privaciones, humillaciones y violaciones de sobrevivientes y rehenes liberados debería alcanzar para interpretar que la producción de estos montajesconstituye una forma más de tormento y extorsión: una violación –estetizada para consumo masivo– a la voluntad de mujeres privadas de su libertad, obligadas a posar para la cámara en el mismísimo momento en que dejan de ser rehenes para convertirse en otra cosa, pero nunca de despojarse de esos recuerdos que llevan consigo. Por si acaso, la bolsa de souvenires.

Tercera secuencia: protestas y vigilias, amargura y desacuerdos

El tercer conjunto de imágenes, las vigilias en Israel, contrasta con las anteriores. Se trata de filmaciones y fotografías de manifestaciones a favor y en contra del acuerdo. Todas dan cuenta de una profunda amargura compartida: que el intercambio pactado es lento, angustioso, y cargado de incertidumbres sobre el estado de salud y la vida de los rehenes. Que demanda un sacrificio enorme sin asegurar el cese de las hostilidades. El caso del soldado Gilad Shalit en 2011 es un antecedente dramático: entre los prisioneros liberados para recuperarlo se encontraban artífices del 7 de octubre como YahyaSinwar.

No todos apoyan el acuerdo, aunque muchos lo asumen como la mejor alternativa posible. Las imágenes que circulan presentan a grupos que se movilizaron tanto para repudiarlo como para presionar al gobierno a aprobarlo y respetar sus términos. La Plaza de los Secuestrados fue un escenario para compartir la expectativa, pero destacan también otras imágenes.

Una de ellas es la fotografía aérea de un corazón ardiente. Se trata de una performance de las mujeres de blanco de Mishmeret 101, un grupo de protesta compuesto por madres de rehenes y voluntarias. Para la ocasión, compusieron con sus cuerpos, sosteniendo velas, un corazón visible desde el cielo. El grupo es pequeño pero el montaje no procura simular números para reforzar el mensaje.

Trascendieron también las filmaciones caseras de grupos de familiares ansiosos, sentados al sillón, y celebrando luego. Y así surgen las fotografías del reencuentro de las chicas con sus madres y las capturas de videollamadas entre ellas con sus padres, como una publicada por el ejército israelí en la que Emily Damary saluda a la pantalla con una mano vendada, visiblemente mutilada.En otra fotografía, y a partir de sus dos dedos faltantes, Emily alza su mano y hace, victoriosa, el gesto de cuernos asociado al rock que popularizó Ronnie James Dio. Aquí las sonrisas mutan en llanto y vuelven a recomponerse: cierto control de la fisicalidad se mezcla con el desborde emocional. Los mismos gestos de alegría y alivio surgen en los registros de la liberación de los primeros 90 prisioneros palestinos en Beitunia, Cisjordania, aunque en ellos, una multitud ondea banderas verdes de Hamás y posters de Yahya Sinwar al premiar con coronas de flores a los liberados, esgrimiendo dedos en V y celulares.

Sonrisas y manos componenuna multitud de gestos que demandan justicia y humanidad, de distinta manera. Conforme a lo expuesto, las imágenes también plantean preguntas incómodas: ¿cómo lograr un equilibrioentre el testimonio de un dolor real, convertido en imagen, con la exposición pública de ese dolor? Las vigilias reflejan una tensión entre la necesidad de visibilizar el sufrimiento, escenificarlo públicamente, y el riesgo de reducirlo a un símbolo político, como ocurre explícitamente en Cisjordania.

Mementos, documentos, y agentes del trauma 

El miércoles 15 se formalizó el acuerdo y el domingo 19 comenzó a implementarse. En el medio se produjo una prolífica conversiónde experienciasen imágenes cuya capacidad es polivalente: contribuyena configurarideas acerca de acontecimientos políticos, inspirana la movilización y alientan laelaboración desentidos sobre duelos colectivos. Estos materiales son un soporte documental de los hechos, pero al mismo tiempo, discursivamente, revelan cómo desean ser vistos quienes celebran la resistencia armada y quienes buscan desesperadamente cerrar una herida abierta Su potencia se basa no sólo en lo que muestran, sino en cómo nos invitan—o fuerzan—a mirar.