En los medios

Clarín
18/11/24

Credo libertario y ensueño secesionista

Juan Gabriel Tokatlian, profesor de la Licenciatura en Estudios Internacionales, escribió sobre la relación entre el pensamiento libertario y el secesionismo.

Por Juan Gabriel Tokatlian


Mariano Vior


En distintas latitudes –no solo en la Argentina– ha resurgido el interés por entender más y mejor el pensamiento libertario. Ideales como el Estado mínimo, la preeminencia del mercado, la primacía del individualismo, el imperio de la libertad, entre otros, han sido objeto de crecientes reflexiones, contrapuntos e investigaciones.

Pero una aspiración libertaria, escasamente difundida –al menos acá–, es el lugar del secesionismo en el proyecto libertario. De modo sintético, la secesión es el acto de separarse de un Estado para constituir uno nuevo.

El tema ha sido abordado desde distintos enfoques y disciplinas. Unos remarcan la existencia de un derecho a la secesión bajo determinadas condiciones. Otros, en clave de hecho político en el marco de las relaciones internacionales, destacan la existencia de encarnizados conflictos internos –étnicos, religiosos o de otro tipo– que se van degradando; siendo una de las salidas remediales la separación y la creación de, por ejemplo, dos estados.

También hay aportes desde la ética que intentan justificar o impugnar la secesión. Existen estudios de economía política sobre el valor y la importancia de recursos estratégicos abundantes que alientan disputas que, a su turno, alimentan la lucha por su control y el aumento de la corrupción: la combinación de pugna, dominio y envilecimiento incita a la violencia y con ello la propensión secesionista de los actores involucrados.

Para algunos, a partir de estudios históricos, una combinación de factores culturales y materiales pueden, bajo ciertas circunstancias, impulsar discursos de secesión que conducen, inadvertidamente o exprofeso, a prácticas secesionistas. En últimas, el secesionismo prospera en medio de un elocuente debilitamiento del Estado, sus capacidades institucionales y sus atributos de poder, en un contexto de desintegración social y ante dinámicas locales e internacionales que lo facilitan.

En tiempos recientes, ejemplos como el de Cataluña generaron un interesante debate en el que ha predominado la idea de que secesión y democracia son fenómenos antitéticos: se rompen los lazos de solidaridad, pertenencia, lealtad y coexistencia nacional debido a que un grupo de interés altamente movilizado procura desmembrar el Estado. Cabe anotar que hay países que expresamente, a través de la Constitución y/o por vía jurisprudencial, prohíben la secesión.

En breve, la secesión ha sido analizada desde diversos saberes, lentes políticos y principios básicos. En un escenario internacional de alta pugnacidad y con múltiples naciones fuertemente polarizadas, la quimera secesionista sobrevuela.

¿Cuál es el enfoque libertario? Ludwig von Mises, desde el liberalismo clásico, y en especial la variante anarco-capitalista en la que descuellan Murray Rothbard, Hans-Hermann Hoppe, Thomas Woods y Liewellyn Rockwell, han sido enfáticos al reivindicar la secesión.

Para von Mises la secesión constituye un principio liberal clave, como lo expresó en “Liberalismo” y “Nación, Economía y Estado”. Rothbard se manifestó categórica y abiertamente a favor del secesionismo en varios textos: por ejemplo, en “The principle of secession defended”, publicado en 1967; en “Vive Le Quebec Libre”, publicado en 1977; y en “Nations by Consent”, publicado en 1994.

Hoppe fue igualmente elocuente en trabajos como “Small is Beautiful and Efficient: The Case for Secession” de 1996 y “Economic and Political Rationale for European Secessionism” de 1998.

Su sueño—a partir de su crítica a los procesos de integración y respecto a un ordenamiento mundial fallido--era una Europa constituida por “1.000 Liechtensteins”. Mientras Rockwell escribió en 2015 “The Libertarian Principle of Secession”, ese mismo año Woods ofreció una conferencia sobre “Secession: The Reasonable Option Everyone Resists”.

Sintéticamente, el pensamiento libertario ha ofrecido diversos argumentos para justificar el sentido y alcance de la secesión: para ese credo se trata un antídoto contra la despotismo, es un estímulo a favor del libre comercio, al tiempo que preserva la libertad y protege al individuo. Los libertarios no solo proclaman la utilidad del secesionismo, lo han considerado deseable.

En realidad un hilo conductor atraviesa el ideario libertario: la fuerza de la secesión pareciera nacer desde la sociedad y no desde el Estado. Sería un clamor social secesionista, y no las políticas públicas, las que empujarían en esa dirección. Una serie de condiciones domésticas impulsarían un afán independentista frente a un Estado opresor. La secesión operaria desde “abajo” y llevaría a un estadio social e institucional superior y mejorado.

El libertario presidente Javier Milei afirma que él es “el topo que destruye el Estado desde adentro”. ¿Será consciente de que la destrucción del Estado desde “arriba” podría, a su turno, incitar pulsiones secesionistas? Si no hay un proyecto unificador y plural inspirado desde el Estado ¿cómo evitar tales pulsiones? Si la batalla cultural implica que haya ganadores y derrotados ¿cómo lograr una sociedad cohesionada y eludir una fractura social, política y geográfica?

De hecho, la ilusión secesionista se puede transformar en un gran desvarío. Fernando Lizárraga lo evidencia, en su trabajo de 2017, (“Utopía y distopía del Estado mínimo en la Patagonia: sueños de secesión y pesadillas apocalípticas”). Recordémoslo para no abrir una Caja de Pandora.