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El Economista
29/08/24

Yamín: "El problema del cambio climático no puede resolverse, pero sí atenuarse"

Patricio Yamin, profesor del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales, fue entrevistado sobre el cambio climático.


Patricio Yamin


En pleno siglo XXI, ya no cabe ninguna duda de que el cambio climático es una realidad: este mismo año, la Tierra registró, en sucesivas jornadas consecutivas, el día más caluroso de su historia.

Sin embargo, pese al grave problema, y aunque hay importantes compromisos en la materia, la mayoría de los países se enfrentan a serias dificultades a la hora de cumplir con las metas pautadas.

E incluso, en algunos países, como Argentina, se tiene muy poca consciencia sobre la gravedad del asunto. 

Pero, aunque aún queda un largo camino por recorrer para intentar resolver el problema, quizás la gran noticia es que esta lucha ha permitido que Estados Unidos y China, países enfrentados en una gran cantidad de áreas, cooperen en la materia. 

Por ello, intentando profundizar en estas cuestiones, El Economista dialogó en exclusiva con Patricio Yamin, Profesor Asistente en la Universidad Torcuato Di Tella y experto en el tema. 


-¿En qué situación se encuentra la lucha contra el cambio climático? Aunque la mayoría de los países han incrementado sus esfuerzos en la materia, parece poco probable que se cumplan las metas establecidas. 

Lo primero que hay que tener en cuenta es que la agenda de las naciones climáticas es tremendamente compleja e implica un montón de políticas públicas muy diferentes.  

Tenemos políticas de mitigación, que son las orientadas a la reducción de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, y de adaptación, que son las orientadas a moderar los efectos negativos del cambio climático. Pero también tenemos problemas de financiamiento climático.  

El segundo punto es aceptar que la lucha contra el cambio climático no implica resolver el problema climático, ya que el cambio climático no se va a ir a ningún lado. Sobre lo que sí podemos accionar es sobre a qué tipo de mundo con cambio climático vamos.

Sabemos que la temperatura durante la última década, entre el 2010 y 2020, aumentó 1.19 grados, y los efectos ya los estamos viendo: por ejemplo, el nivel del mar aumentó unos 20 centímetros durante el siglo 20 y el 40% de la población global vive en áreas que son muy vulnerables al cambio climático.

Los efectos ya están sucediendo y por ello es común que la noticia de "el día más caluroso de la historia" sea cada vez más recurrente.

Por lo tanto, nos tenemos que adaptar y, en todo caso, lo que estamos decidiendo es a qué tipo de mundo vamos a ir.

Podemos ir hacia un mundo donde logramos mantener el aumento de la temperatura por debajo de 1,5 o 2 grados, o podemos ir un mundo con un aumento de la temperatura mucho más alto.

Lo cierto es que, aunque dejáramos hoy de emitir, los efectos del cambio climático los seguiríamos sufriendo por mucho tiempo.

Por ello, lo que debemos evitar es ir a ese escenario donde haya efectos sobre la vida humana que sean completamente irreversibles y que afecten significativamente los sistemas globales.

De acuerdo con las políticas actuales, vamos hacia un escenario de 2,7 grados en 2100, aunque, si se llegara a cumplir todo lo que se ha prometido, se podría estar en 2,1 grados.

La realidad es que la reducción hay que hacerla rápido y de forma drástica en los próximos años, ya que la ventana de oportunidad que tenemos no es tan grande, pero todavía no está cerrada.

Por lo tanto, creo que el balance es mixto: se han logrado importantes avances, como el Acuerdo de París, pero obviamente todavía estamos lejos y la gran duda es si vamos a lograrlo a tiempo.


-¿Qué rol puede jugar Argentina en esta lucha? En el caso de haber una oportunidad para nuestro país, ¿somos los argentinos (tanto los gobernantes cómo la población) conscientes de la misma?

Hoy en día, todos sabemos que el volumen de las emisiones depende también del volumen de tu economía. Por eso, actores como Estados Unidos, la Unión Europea, India y China son los principales emisores globales. 

Por lo tanto, estos países son esenciales para llevar el mundo hacia un escenario de bajo aumento de la temperatura, ya que sin ellos no hay ningún tipo de política posible.

Sin embargo, cerca del 40% de las emisiones globales vienen de países que, por sí solos, emiten poco, pero, si los sumamos todos, es una cifra importante.

Por lo tanto, sin todos esos países, entre ellos Argentina, tampoco se resuelve el problema.

A esto se suma que Argentina es un país con capacidades y recursos para hacer frente a esto, como la energía renovable, la nuclear o el hidrogeno verde, entre otros.

También me parece importante destacar que el mundo al que vamos es el mundo de la transición climática. 

Por lo tanto, si no implementás este tipo de políticas, te quedás afuera del sistema. Los mejores ejemplos que tenemos para entender esto son todas las regulaciones climáticas que hay en cuestiones como comercio o financiamiento.

Si pensamos, por ejemplo, en la regulación de la Unión Europea sobre productos libres de deforestación, eso te afecta directamente si le querés vender al bloque y es lo que va a definir que puedas entrar al mercado europeo o no. 

Por eso, incluso si uno no considera que el asunto es importante, hay que aceptarlo o te quedás afuera de gran parte del comercio global porque todo el mundo está yendo en esa dirección.

Dicho esto, no estoy tan seguro de que seamos conscientes plenamente de esta cuestión, tanto a nivel político como a nivel de la ciudadanía.

A nivel político, en general, me parece que la cuestión climática muchas veces ha sido tratada de manera superficial y, particularmente en este momento, estamos viendo un gobierno que coquetea con composiciones negacionistas.

Por eso, pese a que hay burocracias especializadas trabajando en esto, el liderazgo político hoy no parece estar prestando demasiada atención a este tema y eso es una alerta bastante importante.

En cuanto a la propia población, la mayoría de las personas reconoce que el cambio climático es un problema, aunque eso no implica necesariamente que estén dispuestas a modificar sus conductas, como pagar más caro algunos productos o pagar un poco más de impuestos para poder implementar mejores políticas al respecto.


 

-Pese a estar enfrentados en la mayoría de los temas, Estados Unidos y China parecen poder cooperar en la lucha contra el cambio climático. ¿Qué tan importante es esto para la causa? ¿Y para la disputa entre ambas potencias?

Si China y Estados Unidos no cooperan en los asuntos climáticos, básicamente bajemos la persiana y listo, ya que no hay chances de resolver el problema.

Pero no solo necesitamos que cooperen porque son los que más emiten, sino porque también son quienes poseen las capacidades tecnológicas más eficientes para lograrlo.

Además, cuando las potencias lideran, es más fácil convencer al resto de seguir ese camino.

Hasta ahora, Washington y Pekín han logrado cooperar incluso en épocas de tensión, aunque ahí el gran signo de interrogación es qué va a pasar con la presidencia de Estados Unidos porque, si Donald Trump es reelegido, probablemente no estemos hablando de una gran cooperación climática.

Tengamos en cuenta que, incluso en las presidencias de Obama o la de Biden, ha habido tensiones en la materia: por ejemplo, en los últimos meses, Estados Unidos le impuso una serie de tarifas a la importación de productos chinos como los autos eléctricos y los paneles solares.

La realidad es que la transición global sin China es casi imposible, ya que el Gigante Asiático tiene una posición muy privilegiada en el mercado de los minerales críticos y los paneles solares. Su producción ha sido clave para que baje el costo de la energía solar de forma drástica y para que sea económicamente muy viable.

De todas formas, aunque saben que es un problema por resolver, ambos países están viendo la arena climática como un área de competencia.

Estados Unidos y China han cooperado en numerosas ocasiones en la agenda climática, ya que saben que se necesita mutuamente, pero, al mismo tiempo, también van a surgir tensiones.

Hay una lucha por el liderazgo en la materia y parte de ese liderazgo puede empujarlos también a desarrollar cada vez más capacidades tecnológicas.