En los medios

La Nación
6/07/24

Juan Gabriel Tokatlian: “Estamos en el momento más peligroso desde la Segunda Guerra Mundial”

El profesor de la Licenciatura en Estudios Internacionales analizó el escenario político internacional y las relaciones exteriores de Javier Milei.

Por Astrid Pikielny

Juan Gabriel Tokatlian. Santiago Cichero/AFV

“Son momentos que han pasado la barrera de la incertidumbre y la inestabilidad. El mundo tiene hoy una capacidad de devastación inédita en la historia de la humanidad”, dice Juan Gabriel Tokatlian, sociólogo especializado en temas globales y relaciones internacionales, doctorado en la Johns Hopkins University School.

Se refiere, claro a la ausencia de factores moderadores en el sistema internacional, que hoy se combina con la amenaza nuclear, la existencia de instituciones anacrónicas para problemas nuevos y tiempos diferentes y la gravitación de líderes que arrasan con las instituciones y subordinan su política exterior a los intereses domésticos, personales y cortoplacistas. Para Tokatlian, el escenario es altamente inquietante.

¿Cuáles son las alarmas? ¿Cuáles podrían ser las salidas posibles a las situaciones catastróficas y distópicas que ya tienen lugar? Tokatlian ensaya algunas respuestas a estos interrogantes en el libro que acaba de publicar, Consejos no solicitados sobre política internacional (Siglo Veintiuno Editores). El formato no podría ser más atractivo para quienes deseen hacer una inmersión en política internacional y, también, para aquellos que buscan comprender los conflictos de estos tiempos.

Durante varios meses, Tokatlian conversó con la periodista y escritora Hinde Pomeraniec, conocedora y estudiosa de los temas internacionales. El resultado de ese encuentro no es un libro académico o teórico

Según Tokatlian, profesor plenario de la Universidad de Di Tella, institución de la que fue vicerrector entre 2019 y 2003, el libro navega a través de varios temas y se propone abrir caminos. “Hinde fue clave”, señala.

El presidente Javier Milei también está bajo la lupa de Tokatlian. “Es el primer presidente de la Argentina que muestra una notable influencia de la religión en la política exterior; nunca tuvimos ese tipo de mandatarios en la historia de nuestro país”. Y reflexiona no solo sobre la fantasía de tener una relación “especial” con Estados Unidos, sino también sobre los insultos y los agravios del Presidente hacia los líderes de los países vecinos. “El desdén, el desinterés y el maltrato de Milei hacia América Latina es inédito e insólito en la historia de la política latinoamericana de la Argentina. Si no le interesa la integración y fantasea con una relación especial con Estados Unidos, va a provocar más desintegración”.

–Usted sostiene que hoy no hay un país, ni una coalición de Estados que tengan capacidad de hegemonía plena y universal. Estamos en un mundo heterogéneo, fragmentado e incierto, atravesado por un terremoto que produce movimientos cortos y largos, más profundos o más superficiales. ¿Dónde estamos parados?

–Tu pregunta es significativa porque hoy sentimos que se nos está moviendo el piso, que no hay horizonte, y porque eso se combina una sensación de ansiedad y frustración, independientemente de que estemos hablando de la Argentina, en donde algunos de esos elementos están exacerbados. Quiero ofrecer un punto de vista con una estructura conceptual determinada. ¿Qué quiere decir esto? Trato de mirar una pauta histórica, un ciclo corto y una coyuntura.

–Vayamos por partes.

–Por pauta histórica, lo esencial es que, desde finales del siglo XVIII, hubo un predominio incuestionable de Occidente: un intento de universalización de un conjunto de valores, premisas, intereses, preferencias, instituciones y reglas constituidas por Occidente. Ese larguísimo proceso tiene distintos momentos de inflexión, pero uno de los mayores puntos de viraje es la década de los 70 y principios de los 80 del siglo pasado, en donde empieza a deslumbrarse que ese predominio está erosionado, cuestionado y surge gradualmente otro centro de gravitación en el mundo que ya no es Occidente, sino que es Oriente en su conjunto. Más allá de China, China incluida, por supuesto. A su turno hay un ciclo corto que remite a lo que se conoce como pos Guerra Fría, del 91 en adelante. En ese ciclo corto Estados Unidos tiene una disposición, una voluntad y la posibilidad de moldear el orden internacional con la implosión de la Unión Soviética y el mundo comunista y una Europa que empieza a perder peso también comparativamente en el sistema internacional. Este ciclo corto plagado de promesas y expectativas empieza a hackearse con una serie de crisis y con una serie de impugnaciones.

–¿Cuáles son las crisis?

–Una de las crisis relevantes a los fines de la política internacional tiene que ver básicamente con Kosovo. Occidente y las principales potencias de Occidente venían consensuando, vía distintas resoluciones en el marco de Naciones Unidas, cómo se usaba la fuerza, cómo se iba en auxilio de ciertas situaciones. Kosovo, que se hace por fuera de Naciones Unidas, a través de la OTAN, muestra un primer quiebre. Es decir, la institución que estaba destinada a preservar la paz y la seguridad internacional empieza a seguir mucho más los dictados de un conjunto de actores que de la comunidad internacional. Otra crisis es la crisis financiera del 2008, una crisis básicamente occidental, centrada en Estados Unidos y luego expandida a Europa.

–¿Cuáles son las impugnaciones?

–Yo diría que hay una impugnación desde el lado no estatal con los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001. Es decir, es un actor no estatal, terrorista, fundamentalista, que dice “no solamente no vamos a reconocer su sistema de valores, preferencias y objetivos; los vamos a vapulear y si los podemos derrumbar, los vamos a derrumbar”. Después de Al-Qaeda aparece el Estado Islámico, que además sueña con recrear el califato de varios siglos para atrás. Y luego, hay una impugnación estatal. A mi modo de ver, es doble, es del mismo Estado y es en dos momentos distintos. Es en 2014, con la anexión de Crimea por parte de Rusia -hay razones históricas para decir que Crimea pertenecía a Rusia-; y básicamente, la invasión a Ucrania en febrero de 2022. Con esto, el ciclo corto de la posguerra fría se terminó. ¿Y cuál es la coyuntura? Es una coyuntura en la cual no solamente tenemos un nuevo conflicto devastador, que es el de Medio Oriente, derivado del acto terrorista de Hamás y de la respuesta feroz también de Israel, en la cual se pone en evidencia la falta de factores de moderación en el sistema. El problema es que Naciones Unidas no solamente está en una crisis tremenda solamente, sino que empieza a ser cuestionada su legitimidad.

–¿Qué otros factores moderadores han perdido peso o han desaparecido?

–Son varios. Hoy no hay liderazgos políticos visibles, claros, claves y reconocidos con una capacidad de forjar acuerdos que sean aceptables para los principales protagonistas. Otro factor moderador es el funcionamiento de la democracia. Y lo que tenemos hoy es una democracia en retracción, ya no solamente en la periferia, lo tenemos en el mundo, lo tenemos en Occidente. Tenemos incluso regresiones democráticas cada vez más notables. ¿Cuál es otro factor moderador? Cierta estabilidad económica que permitiera pensar en que estamos ante proyectos que van a robustecer el viejo estado de bienestar. Como eso tampoco está ocurriendo, tenemos tanto malestar social extendido. Entonces, creo que estamos en el momento histórico más peligroso para la humanidad desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Estos momentos son propensos a la fricción, a la disputa, a la confrontación. Y la gran novedad es que ahora la competencia no es intra-occidental, ahora la gravitación de un polo nuevo está en Oriente. Estamos con la sensación de que allí hay una amenaza. Y a su vez tenemos niveles de militarización y gastos en defensa que han sobrepasado en los últimos tres años todas las tendencias que teníamos previamente y, además, tenemos este proceso de transición con armas nucleares. El mundo de hoy – en el que no hay un ordenador o varios ordenadores del sistema internacional- tiene hoy una capacidad de devastación inédita en la historia de la humanidad. Son momentos que han pasado la barrera de la incertidumbre y la inestabilidad.

–En el pasado había dictaduras y democracias. Hoy en día hay autocracias y democracias que eran liberales que, en algunos casos, están transicionando a democracias iliberales. ¿Cómo impactan estas cuestiones internas de los Estados en el juego internacional?

–La política exterior siempre se entendió como ese delicadísimo equilibrio entre el imperativo doméstico y la responsabilidad internacional. Una de las cuestiones que más ha cambiado es la primacía de la política interna: la política interna es cada vez más importante y guía, en buena medida, mucho de los comportamientos internacionales. Hay que ganar elecciones, entonces para ganar elecciones hay que movilizar a la opinión pública en función de algo. ¿Quién es mi enemigo? ¿Quién es la amenaza? Entonces, declamo, me pronuncio, decido sobre cuestiones de política internacional para garantizar mis victorias domésticas también. Y después hay otro factor que se ve cada vez más: el componente religioso de la política interna. Siempre existió. Pero hoy es mucho más visible. Entonces ese equilibrio al que mencioné al principio se ha estado quebrando.

–¿Qué peso tiene la personalidad de los liderazgos?

–Incide muchísimo. Y mucho más en momentos de crisis que momentos de rutina. Cuando hay crisis, y hay crisis repetidas y recurrentes, el papel de las personas no determina la política exterior pero sí influye, sí incide. No es la única razón de las decisiones, pero pasa a importar mucho más que antes. Entonces, cuando hoy miramos al mundo, vemos la aparición de líderes reaccionarios en diferentes contextos que tratan de transformar radicalmente la política interna y, consecuentemente, al buscar ese propósito, aspiran a modificar también la política internacional por esta dinámica donde la primacía de lo interno desplaza ese balance sutil y complejo entre imperativo doméstico y responsabilidad internacional.

–¿La Argentina tiene hoy una política exterior? Y en ese caso, ¿cómo la definiría?

–El gobierno de Milei tiene muchos datos semejantes a gobiernos previos militares y civiles, en dictaduras y en democracia. Es esta propensión a una motivación refundacional y de que todo lo que había antes no sirve: hay que pegar un viraje, un giro total. Entonces, Milei no deja de ser un exponente más de eso que hicieron militares y civiles de diferentes gobiernos en la República Argentina. Segundo, la Argentina ha tendido a tener una actitud en política exterior que yo denomino excesivamente binaria. Llega Milei y busca subordinar la política exterior a Estados Unidos sin que yo crea que Estados Unidos le exige eso a la Argentina. Esta forma binaria no permite entender que lo que uno necesita para un país que viene declinando como La Argentina son socios, amigos, acompañantes, contrapartes que contribuyan a recuperar poder e influencia y que por lo tanto la lógica binaria de afincarte en unos contra otros o en otros frente a los primeros es disfuncional.

–Usted mencionó el componente religioso de determinados líderes. ¿Cómo ve este factor en la política exterior de Milei?

–Es el primer presidente que muestra una notable influencia de la religión en la política exterior. Nunca tuvimos ese tipo de mandatarios en la historia de Argentina. Sus convicciones religiosas hacen que el dogma dicte la política y esto es algo que hoy casi nadie critica, pero es costoso y podrá serlo más si no entendemos que la religión tiene su sentido de ser en la vida privada de las personas, pero no puede ser un componente de la política.

–Milei se abraza públicamente la religión al judaísmo, postea hebreo, llora en El muro de los lamentos, tiene su rabino y hay invocaciones religiosas permanentes. ¿La Argentina corre el riesgo de importar conflictos internacionales por esta situación, siendo un país que tuvo dos atentados?

–Vamos a un ejemplo. Apenas Bolsonaro asumió, anunció que, como había hecho Trump en 2017, él quería mover la sede de la embajada de Brasil de Tel Aviv a Jerusalén. ¿Qué es lo que pasó? Los socios claves de Brasil en Brics trataron de transmitirle lo inoportuno de eso, también fueron muy importantes las críticas de la Liga Árabe a esa decisión, fue muy importante la movilización de la sociedad brasileña de origen árabe y fue clave el papel profesional de Itamaratí. Entonces, hubo una salida. ¿Cuál fue? La decisión de establecer en Jerusalén una oficina comercial, no la embajada.

–Ese tema delicado se resolvió, entonces, con una diagonal.

–Sí, y en esa tangente todo el mundo salva la cara. ¿Por qué traigo ese caso y por qué lo comparo a la luz de tu pregunta? Primero, por el hecho de que aquí yo no veo en la Cancillería una capacidad de reorientar esa propuesta. No veo actores domésticos dispuestos a frenar a Milei en eso. Nadie protesta ni cuestiona esto. Milei tuvo un incidente con el embajador de Palestina hace unos días y decidió no asistir a último momento. Eso fue un irrespeto para toda la comunidad árabe musulmana, no solamente para los palestinos. La Organización de Cooperación Islámica son 56 países que no son solamente musulmanes del mundo árabe, son musulmanes africanos y musulmanes asiáticos. Y son países que siempre votaron con Argentina en materia de Malvinas. Uno debe entender cuáles son los intereses nacionales permanentes. No los transitorios, los permanentes. Creo que hay un conjunto amplio de países que va a empezar a no votar con Argentina, o que puede cambiar su voto, o que puede tener desinterés hacia la Argentina. Y eso es costoso. Y además, hay que agregar la enorme vulnerabilidad del país en materia de inteligencia. ¿Por qué seguir sumando actores que se sientan molestos, irritados o maltratados por Argentina? Eso en el mundo de hoy es muy peligroso. Los posicionamientos de Milei anti-China, anti-Rusia, anti-Irán, anti-Palestina son inquietantes pues su administración los define como amenaza, enemigos, oponentes. Y eso nos puede crear un dolor de cabeza inmenso porque definir la política exterior en clave “anti” es siempre peligroso, máxime para un país que ha vivido experiencias traumáticas y que hoy está perforado por todo tipo de vulnerabilidades: económicas, en materia de inteligencia, en términos de defensa, y de desdén respecto a América Latina y el Sur Global.

–Milei le ha destinado frases insultantes y despreciativas hacia distintos mandatarios de América Latina. En ese sentido, sigue sumando enemigos y quebrando puentes.

–Siempre América Latina tuvo un lugar. Incluso Menem le dio un lugar muy importante a la relación con Brasil que había inaugurado Alfonsín; pero Menem la reforzó. Menem viajó 22 veces a Brasil. No hay dato histórico de un presidente argentino que haya visitado más Brasil. Entonces, el desdén, el desinterés y el maltrato hacia América Latina de parte de Milei es inédito e insólito en la historia de la política latinoamericana de la Argentina.

–En el libro define algunos conceptos interesantes: qué es exactamente la diplomacia, cómo juega la paradiplomacia- con sus canales informales- y qué es la anti-diplomacia. ¿Cómo aplica estas ideas al gobierno actual de la Argentina?

–El objetivo de la diplomacia es ampliar y perfeccionar los contactos y acuerdos en el nivel de los Estados. Por su parte, la anti-diplomacia busca fomentar coaliciones y alianzas ideológicas entre semejantes. Milei es parte activa de una red que es, en los hechos, una Internacional Reaccionaria. Uno ve a personas de procedencia distinta que están unidas por una visión de un pasado glorioso en cada nación, que buscan refundar un nuevo orden doméstico e internacional y buscan dar marcha atrás en materia de derechos sociales. Si la diplomacia tiene un sentido de mesura y balance, la anti-diplomacia se basa en la emoción y la desmesura. Y en caso de Milei, la Cancillería no ha sabido o podido morigerar esto.

–Si los problemas de la democracia se resuelven con más democracia y los problemas de la integración se resuelven con más integración, estamos frente a un gran problema.

–Los problemas de América Latina, y de América del Sur en particular, son problemas derivados del alto nivel de desintegración. Aquí hay un problema severísimo de desintegración, de falta de capacidad de actuar conjuntamente en este mundo, por distintas razones. Hay un conjunto de razones que me muestran a mí que desde hace varios años estamos en un sendero de desintegración que es anterior a Milei. A Milei la integración no le interesa porque me da la impresión de que con este híper occidentalismo está la idea subterránea de que se puede tener una relación especial con Estados Unidos, que nunca hemos tenido y que Estados Unidos tiene, hasta ahora, con solamente dos países, el Reino Unido e Israel. Hay algo de mito ahí, del orden de la fantasía, porque Estados Unidos no pide tanto. ¿Qué es lo que quiero decir? Si no le interesa la integración y fantasea con una relación especial, se va a volver un provocador de más desintegración. Tiene la fantasía de una relación especial con Estados Unidos que muchos de nuestros países siempre proclaman, ambicionan, elucubran y nunca logran, porque Estados Unidos no tiene relaciones especiales en esta parte del mundo.

–¿Qué panorama vislumbra con una posible victoria de Trump?

–Si gana Trump, creo que la región va a padecer a Trump. Vamos a ver un Trump que además va a ser revanchista por todo lo que no logró en la otra gestión, va a ser tremendo en términos de la migración, del muro, del proteccionismo para sus productos y no creo, a esta altura - después de la situación tan deplorable que mostró el caso de la expansión del crédito a Macri- que el Fondo Monetario quiera ahora nuevamente hiperpolitizarse por presión de Trump para regalarle plata a la Argentina. Entonces, me parece que también que está la fantasía de que llega Trump y se va a abrazar con Milei para “Make America great again” y “Make Argentina great again”. Bueno, la verdad es que no creo que eso vaya a pasar.



Santiago Cichero/AFV