Imprevisión, aislamiento político y comercial, alianzas controvertidas y utilización del conflicto externo como insumo para la construcción política interna: la relación del país con el mundo acumula una serie de pasos en falso a los que se suma ahora el acuerdo con Irán por la AMIA. ¿Reorientación estratégica o falta de rumbo?
Nadie se sorprendería al escuchar a la presidenta Cristina Kirchner recitar, a modo de mantra y mirando por los ventanales de la residencia de Olivos: "La Argentina puede sola, la Argentina puede sola". La situación es imaginaria, pero verosímil. Ilustra hasta qué punto enfrentar al mundo no sólo no la asusta, sino que la inspira. A la pasión del kirchnerismo por reescribir el pasado y darle una lectura propia al presente, parece haberse sumado en los últimos años una meta ambiciosa: globalizar el relato. Pelearse con la Unión Europea, enfrentarse a EE.UU., idealizar a Vietnam, pactar con Irán son escalas de un itinerario que tiene costos políticos y económicos, aunque a nivel interno para el Gobierno no represente mucho más que una pelea con Hugo Moyano o Mauricio Macri. Pero pararse en el borde del mapa y arriesgarse al aislamiento comercial y político son movidas que desvalorizan a la diplomacia y entronizan el conflicto como principal herramienta de poder.
Desde este lugar de interpretación de la realidad, la política exterior siempre estuvo subordinada a las necesidades domésticas. El acercamiento a la Venezuela de Hugo Chávez (gestado por Néstor Kirchner en su presidencia) estuvo atado desde un primer momento a la obtención de un socio que aportara financiamiento y energía barata al modelo K, a cambio de la construcción de un nuevo marco de alianzas regionales que se plasmó en la Unasur.
Luego llegaron los tiempos de crisis internacional y el objetivo dominante pasó a ser la protección del mercado interno, para lo cual se instrumentó una férrea administración del comercio exterior. Ni aliados estratégicos como Brasil quedaron exentos de los artilugios instrumentados para defender a la industria local.
Si bien no hay paso en el frente externo que no se ejecute con la venia de la Presidenta, las acciones más controversiales siempre tuvieron como actor principal al canciller Héctor Timerman. La requisa de material logístico de un avión militar de Estados Unidos que había arribado a Ezeiza abrió una herida con Washington que nunca terminó de cicatrizar. Este incidente, ocurrido hace dos años (ocho meses después de que el funcionario dejara de conducir la embajada en aquel país para asumir en Relaciones Exteriores), inició un sendero de actuaciones polémicas, que tuvo como último capítulo el memorándum firmado con Irán, que crea un marco jurídico particular para la causa AMIA. Aunque el kirchnerismo cerró filas detrás de esta iniciativa, el funcionario desató un conflicto con toda la comunidad judía y se ganó pedidos de juicio político de parte de la oposición.
El canciller Timerman, el 13 de este mes, al defender el acuerdo con Irán ante comisiones del Senado. Foto: Aníbal GrecoLa retención en Ghana de la Fragata Libertad también fue un síntoma de imprevisión. La falta de coordinación entre la Cancillería y los ministerios de Economía y Defensa no ayudó a prevenir la ofensiva legal de los "fondos buitre", que nunca dejaron de procurar, desde la declaración del default hasta el presente, el embargo de bienes argentinos.
Y lo que queda como pregunta abierta es si esta imprevisión reiterada es el rasgo visible de un estilo de gestión o el eje mismo de la gestión.
Peligros del aislamiento
"Las dos más importante decisiones que ha tomado el Gobierno en materia de política exterior en los últimos años son el control de cambios y de importaciones, lo que nos ha puesto en una situación de aislamiento internacional incluso ante países de América del Sur", explica el analista Jorge Castro. Y agrega: "Hoy estamos en situación de conflicto con los principales países del mundo, muchos de ellos ya nos han sancionado comercialmente, como EE.UU., la Unión Europea y los 40 principales países de la Organización Mundial de Comercio, entre los que están México y Colombia... El gran inconveniente que tiene esta política es que del otro lado responden y el grado de aislamiento del país es cada vez mayor. La política internacional es un conjunto de realidades, no de opiniones".
La relación con México, que pasó de momentos de alta intensidad a un progresivo deterioro (que hoy se intenta recomponer con el nuevo presidente, Enrique Peña Nieto), ejemplifica los altibajos que generó el encerramiento argentino en el vínculo con socios más cercanos, como Brasil y Uruguay, en donde las quejas de funcionarios y empresarios por el inconsulto proteccionismo local hace rato que dejaron de hacerse en voz baja. Jorge Yoma recordó que durante su gestión como embajador en la nación azteca se había cerrado un acuerdo de asociación estratégica que podía terminar siendo una puerta de entrada al Nafta (el mercado que forma junto con EE.UU. y Canadá). Hoy ese acuerdo cayó en el abandono, aunque el ex presidente Néstor Kirchner no había dudado en subirse a un avión para respaldarlo. Para el actual diputado riojano, hoy "el país no tiene liderazgo, el peronismo no tiene jefe y el Gobierno no tiene proyecto. Y como tiene déficit de commodities, sigue la política exterior de Venezuela, y en este contexto se inscribe el acuerdo con Irán por la AMIA", señala Yoma.
Desde Cancillería procuran darles una visión estratégica a estas decisiones, aunque en la realidad terminen dando señales contradictorias. "Irán es un mercado que busca [el productor de soja Gustavo] Grobocopatel, no el Gobierno", subraya un integrante del gabinete de Héctor Timerman que también asegura que "el Estado ya no tiene por qué estar presente para que los privados puedan comerciar" y, al mismo tiempo, se enorgullece de estar trabajando para que se le abran a la Argentina "mercados no tradicionales". Incluso, en lo que respecta a la última iniciativa tomada en relación con la causa AMIA, admite que "no es una decisión de política exterior, sino interior", fundamentada en que, como con Malvinas, "hay que recuperar la política para dejar de reclamar sólo en los foros internacionales".
Roberto Russell, director de la maestría en estudios internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella, considera que "el Gobierno no se considera aislado, caído del mundo; cree que con sus decisiones se está anticipando al curso de la historia. Se mueve sobre la lógica de que la Argentina no se quede fuera de un nuevo espacio de poder que trascienda a Occidente, en franco declive. Por eso fuerza esta cercanía con los países BRIC: Brasil, Rusia, India, China, incluso con Irán. Por eso no le interesa el G-20, de donde considera que no va a salir nada. Quiere jugar en este mundo emergente. Y no sólo por una cuestión de dinero, sino de poder". El oficialismo sostiene esta interpretación mientras EE.UU. y Europa comienzan a negociar la posibilidad de unirse para armar el mayor bloque comercial de la historia? En conjunto representan el 47% de la economía mundial.
Por ahora, el mundo no deja de sorprenderse ante la imprevisibilidad que genera esta política de la Argentina, con la que, además, el Gobierno pretende aleccionar. Y toma distancia. Mientras esto sucede, Cristina Kirchner insiste en sus consejos sobre lo que tendrían que hacer tanto el FMI como España y Alemania. A la mandataria le cuesta cada vez más estar en la sintonía del G-20, con cuyos principales miembros el país seguirá enfrentado mientras persista en el default con el Club de París y desconozca las recomendaciones del organismo internacional sobre las estadísticas del Indec.
El ex canciller radical Dante Caputo apela a una anécdota de la historia para explicar por qué el relato internacional del Gobierno está más centrado en un espejo que en la geopolítica: "Catalina la Grande quería salir a dar una vuelta en barco por el Mar Negro porque le habían dicho que había muchas ciudades que estaban creciendo y quería verlas. Entonces, su canciller, Gregorio Aleksándrovich Potemkin (que también era su amante), consciente de que esa realidad no era cierta, montó lo que se conoció como «el operativo de los escenarios», que consistió en mandar a construir perfiles de esas ciudades para que la emperatriz de Rusia pudiera verlos y satisfacer así esa visión que se había armado de antemano".
Costos de la diplomacia cero
Una política exterior como la Argentina no sólo genera una mala reputación para el país en el mundo. También tiene costos económicos que se ponen de manifiesto en la balanza comercial y en la caída de la inversión. Y no sólo porque "el mundo se nos cayó encima", como le gusta decir a Cristina cuando le toca explicar por qué es que en 2012 tuvimos los peores indicadores de la región.
Algunos datos significativos: las exportaciones argentinas representaron el año pasado el 16% del PBI, cuando apenas siete años antes eran del orden del 22%. Hace una década, EE.UU. absorbía el 10% de nuestras exportaciones; hoy representan apenas el 5%. El comercio internacional del país cayó 3,7% y el de Brasil, 0,1%, mientras que crecieron el de Colombia (10,3%), Perú (7,8%), Uruguay (6,9%) y Chile (3,5%).
"La ecuación es sencilla: donde tenemos más controversias aparecen peores resultados comerciales. Y hoy estamos en conflicto con 45 países que representan el 50% de las exportaciones argentinas. De hecho, el país cayó al sexto lugar como receptor de inversión extranjera en América latina. No sólo está debajo de países como México o Brasil, sino de economías más chicas, como las de Colombia, Chile y Perú", advierte Marcelo Elizondo, director general de la consultora Desarrollo de Negocios Internacional (DNI) y ex presidente de la Fundación Exportar. Es justamente esta conflictividad la que excluye al país de los grandes flujos de inversión extranjera directa. También pesa, desde ya, la imposibilidad para girar dividendos a sus casas matrices impuesta en 2011.
Los esfuerzos para contrarrestar este impacto parecen poco conducentes. Las recientes visitas presidenciales a Angola, Emiratos Árabes, Indonesia y Vietnam son acciones desarticuladas en donde hay más espacio para los negocios de pymes que encandilan a Guillermo Moreno que para las inversiones estratégicas que requiere la Argentina.
La expropiación de YPF, dispuesta para resolver la creciente importación de energía, tampoco fue una buena señal. Además de disolver otro de los acercamientos gestados por Néstor Kirchner -cuando la Argentina tenía tipo de cambio alto y la meta era exportar al mundo- el pleito abierto con Repsol reactivó la idea de establecer un nuevo cerrojo: abandonar el Ciadi, el tribunal del Banco Mundial que resuelve las controversias con las compañías que alguna vez pusieron capital en la Argentina.
Con todos estos elementos sobre la mesa lo primero que surge es preguntarse por qué, frente a estos resultados, el Gobierno insiste en un camino que ya demostró sus desventajas, sobre todo si se miden sus resultados en comparación con los obtenidos por los competidores de la región. ¿Hay un error de diagnóstico? ¿Todo se hace sobre la base de una interpretación ideológica particularísima de la realidad local y global? ¿O en realidad nos estamos adelantando al curso de la historia?
Podrá haber diferentes interpretaciones sobre las razones, pero la realidad indica que la Argentina ha tomado distancia de los principales países del mundo y juega a atender su juego en soledad y sin registrar los costos presentes y futuros de la diplomacia cero que fomenta. Por ahora, como dice Caputo, dueño de un gran sentido del humor, seguiremos preguntándonos si lo de ellos es "diplomacia cero o cero en diplomacia".
Por Adriana Balaguer | Para LA NACION
Foto: Martín Balcala
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