En los medios
Juan José Sebreli: El último flâneur porteño
Luis Diego Fernández, profesor de las Licenciaturas en Historia y en Ciencias Sociales, escribió sobre la vida y la obra del sociólogo Juan José Sebreli.
Fotografía de archivo fechada el 23 de abril de 2009 del escritor y filósofo argentino Juan José Sebreli posando durante una entrevista en Ciudad de México (México). EFE/Mario Guzman/ARCHIVO
En El tiempo de una vida (2005), su libro de memorias, Juan José Sebreli afirma: “El grupo Contorno, más allá de la coincidencia en la temática sobre literatura y realidad argentinas, carecía de una ideología precisa: aceptaba el sartrismo y, al mismo tiempo, a Martínez Estrada, sin advertir la incompatibilidad de ambos. Ese autor, incitante, suscitador de temas clave de la realidad argentina, inspiraba a Contorno tanto como a Murena. Fue también para mí un efímero maestro de juventud, del que muy pronto renegué. Mi primer libro, Martínez Estrada, una rebelión inútil (1960), fue un testimonio de la importancia que este autor había tenido y señalaba a la vez mi alejamiento definitivo de él”. Hacer foco sobre la mirada sebreliana implica, a la vez, poner en un primerísimo primer plano cierta calificación del proyecto de Contorno, y en particular de las posiciones de los hermanos Ismael y David Viñas a las que Sebreli califica como una suerte de populismoilustrado, opuesto por igual al viejo liberalismo conservador, ya algo anacrónico para esos tiempos, como a la ortodoxia de la izquierda dogmática pero también, y no es menor, a la cultura oficial peronista. avant la lettre
En gran medida con sus primeros y mejores textos (hasta comienzos de la década del noventa) Sebreli supo quebrar simbólicamente esa herencia y abrir, a la vez que continuar, un linaje de intelectual libre cuando este parecía morir a comienzos de la década del sesenta en manos del profesionalismo universitario y la lógica del paper.
De la afamada tríada del existencialismo porteño, junto a Carlos Correas y Oscar Masotta, Sebreli logró adquirir y ganar un espacio de libertad singular, potente e irregular por cierto, y por ello, en algún sentido, su figura perdura. Será el propio Sebreli quién mantuvo a rajatabla el modelo del intelectual de cuño sartriano en el cual se concebió.
Dentro de la tradición del ensayo argentino, si Ezequiel Martínez Estrada comenzó a pensar en el siglo XX donde terminó Domingo Faustino Sarmiento en el siglo XIX, Juan José Sebreli comenzó su proyecto intelectual donde culmina el programa de Martínez Estrada. Será el propio Sebreli quien se piense desde y rompiendo con Martínez Estrada.
Juan José Sebreli entrevistado en su departamento en agosto de 2022. Foto. Maxi Failla / archivo Clarín
Ese espacio de filiación simbólica fue pretendido de modo consciente por Sebreli. Así lo expresa en el prólogo a la reedición por el 40° aniversario (2004) de Buenos Aries, vida cotidiana y alienación: “Yo había pasado indiferentemente por una facultad –durante el peronismo– que no me complacía y me formé como escritor cuando la sociología carecía de estatus académico: para esa época el ensayo autodidacta llenaba el vacío de las ciencias sociales ausentes. Mi modelo había sido Sartre, representante del tipo humano del intelectual libre, apartado de las instituciones oficiales y de los partidos políticos, que solo hablaba en nombre propio”.
El pensamiento sebreliano atraviesa obsesiones definidas: la ciudad, las ideas políticas, su posición filosófica hegelo-marxista, su reflexión sistemática sobre la cultura popular (cine, radio, TV, la subcultura gay), y, en especial, de los mitos masivos, los textos autobiográfícos de tono hedonista, donde se destaca su pensamiento en torno a la homosexualidad, la amistad, las misceláneas periodísticas y cierto dandismo urbano.
En el año 2011 Sebreli edita Cuadernos, texto digresivo de notas sueltas pero que da valor a cierto testimonio de su lugar propiciado cuando dice: “Ensayista trapero –cartonero del lenguaje vernáculo- llamaba Benjamin a Kracauer, porque era un oficio que él había concebido de manera parecida a remover las trivialidades, los desechos de la historia para extraer la superficie incrustada de la realidad. No me disgustaría que estos cuadernos me permitieran inscribirme en esa recoleta tradición”.
Juan José Sebreli entrevistado en su departamento en agosto de 2022. Foto. Maxi Failla / archivo Clarín
La categoría marcada por Sebreli reúne de suyo lo que el ensayo debería, por derecho propio, reclamar: concepto, estetización y un yo protagónico, triángulo que inaugura el propio Michel de Montaigne. Si algo le debemos al intento sebreliano es habernos quitado el destino del ensayo de interpretación nacional que tan fuerte marcó a la tradición local. Sebreli nos lleva hacia un análisis del devenir urbano (sobre todo Buenos Aires), en clave de clases, zonas, hábitos y conductas que apelan a la microscopía e incluso a cierta superficialidad.
Ese desmarque de cierto tono grandilocuente siempre subordinado a la épica nacional de lo físico o geográfico (Sarmiento, Martínez Estrada, Murena) permite abrir un pensamiento sobre la micropolítica urbana, incluso en torno a los barrios puntuales –dar cuenta de sus reflexiones sobre el barrio sur, norte, Palermo o Barracas– donde no es ajena la cultura pop o el propio cuerpo del pensador.
Sebreli consagra a la vez que corona el linaje de los grandes ensayistas argentinos del cual fue el último exponente: el francotirador, el outsider, la posición anarquizante y esteticista que construye desde su espacio de libertad ganado con consistencia.
Sebreli extrema este modelo del pensar y se consolida como el mayor ensayista argentino de la segunda mitad del siglo XX. Ese espacio de autonomía, honestidad intelectual e independencia personal de Sebreli es el territorio de quien solía definirse como un “socialista solitario”, el eremita de la calle Juncal.