En los medios

El Cronista
15/01/24

Aciertos y desaciertos del Plan Milei

Miguel Kiguel, profesor de la Maestría en Finanzas, analizó el escenario económico y las medidas tomadas por Javier Milei.

Por Miguel Kiguel
Aciertos y desaciertos del Plan Milei
Autor: Francisco Marotta

Javier Milei lanzó un programa económico de shock para encauzar una economía que estaba totalmente desequilibrada que inicialmente ataca tres temas urgentes: recomponer reservas internacionales, bajar el déficit fiscal, y sincerar precios relativos (principalmente el tipo de cambio). Obvio que hay otros temas importantes como bajar la inflación, sacar el cepo cambiario y bajar el riesgo país, pero eso no parece estar en la primera etapa.
Milei optó por una estrategia de shock que tiene sentido por varias razones. Por un lado, busca dar una señal clara de que se busca un cambio en el régimen económico hacia un nuevo modelo que genere las condiciones para lograr estabilidad y crecimiento. En este sentido se parece a los programas que se utilizaron después de la Primera Guerra Mundial para frenar las hiperinflaciones en economías que estaban devastadas y que buscaban mostrar que se iba a un cambio de modelo. Algo similar se hizo en la Argentina con el plan de convertibilidad, que fue un cambio de régimen en el que se buscaba estabilidad macroeconómica y que incluyó reformas estructurales profundas que favorecían el crecimiento.
El cambio de régimen es fundamental para cambiar expectativas y mostrar que se va a una economía diferente. Un objetivo central es afectar la visión de largo plazo para atraer inversiones. Milei tal vez haya aprendido de Mauricio Macri, que optó por una estrategia gradualista y perdió el envión inicial para hacer las reformas que hacían falta.
La estrategia de shock también tiene un motivo político: aprovechar el período inicial de la luna de miel que un presidente que ganó con el 56% de los votos puede aprovechar para conseguir leyes que más adelante pueden ser difíciles aprobar. Esto es particularmente relevante para Milei que cuenta con pocos senadores y diputados y que necesita el apoyo de la oposición. Lo que no consiga en los primeros 60 días se le va a hacer cuesta arriba en el futuro.
El programa tiene fortalezas, debilidades y preguntas que sólo el tiempo podrá responder. Las fortalezas son sin lugar a duda las reformas estructurales y la búsqueda de llegar rápidamente al equilibrio fiscal, eso contrasta con una falta de claridad respecto del futuro de la política monetaria y cambiaria y con preguntas respecto a la sostenibilidad política y social del programa.
Las reformas estructurales son una parte central del shock que están incluidas en el DNU y la ley ómnibus que se basa en un importante trabajo que lideró Federico Sturzenegger para que Argentina vuelva al crecimiento sostenido. Por ahora se busca desregular la economía atacando restricciones que complican la producción y mejorando el funcionamiento de algunos mercados, principalmente el laboral, para modernizarlo y reducir costos.
La base o el ancla del programa es la eliminación del déficit fiscal, con un objetivo de llegar al equilibrio fiscal en el primer año, una meta que sobrepasa las expectativas que tenían gran parte de los analistas e inversores. El FMI y los inversores aplauden lo que se vio reflejado en una pequeña la baja del riesgo país. En este aspecto el programa difiere del de Macri que optó por el gradualismo fiscal y que lo llevó a pagar un costo muy alto cuando cambió el contexto internacional.
No va a ser fácil equilibrar las cuentas fiscales el primer año, principalmente porque la recaudación va a sufrir por la recesión, que todo indica que va a ser fuerte, mientras que existe algún optimismo en el Gobierno por los ingresos por retenciones a las exportaciones que pueden complicar el panorama. De cualquier manera, la mejora en las cuentas fiscales va a ser significativa y si el desvío no es grande el mercado lo va a seguir viendo con buenos ojos.
Donde hay más dudas es respecto a la viabilidad del plan monetario, donde se empezó con el plan licuar que implica tasas de interés que están muy por debajo de la inflación que erosiona por un lado el gasto público, pero también los ahorros de los argentinos que no encuentran refugio en ningún activo financiero. La idea no escrita ni dicha en ningún lado parecería ser que se busca la licuación de las Leliqs, aunque en realidad lo que se está licuando son los depósitos de la gente y los bonos en pesos.
El problema de tener tasas de interés fuertemente negativas es que los inversores en la búsqueda de resguardar sus ahorros la única opción que encuentran es el dólar, lo cual lleva a que aumente la brecha cambiaria, como vimos que viene ocurriendo desde principios de año. También induce a que la gente salga a comprar bienes para sacarse los pesos de encima y fogonee la inflación. Nadie espera tasas de interés reales positivas, pero tampoco tasas reales negativas del orden del 15% mensual.
La segunda duda es que pasará con el tipo de cambio. El anuncio es que se buscará depreciar el tipo de cambio oficial al 2% mensual, pero nadie sabe hasta cuando. La devaluación inicial generó un colchón en la competitividad cambiaria que se va erosionando día a día con tasas de inflación del 25% mensual. Si sigue así para fin de febrero estaremos hablando nuevamente de atraso cambiario, algo que hay que evitar a toda costa en un contexto de muy bajas reservas. La duda es si se podrá evitar otro salto cambiario, que sabemos que es disruptivo y puede llevar a un nuevo fogonazo inflacionario, que aunque mucho más pequeño que el de diciembre, seguramente generará una innecesaria incertidumbre.
Lo importante es que el ajuste fiscal, las reformas estructurales y el sinceramiento de precios representan un importante paso adelante que dan esperanza de un cambio y de que la economía se normalice y vuelva a crecer. Pero quedan desafíos porque con tasas de interés reales muy negativas y un tipo de cambio atrasado, la inflación y la brecha cambiaria seguirán siendo un problema. Esto recién empieza y por ahora vamos bien, pero seguramente hará falta un segundo programa para completar la estabilidad macroeconómica que ataquen la inflación y unifique el tipo de cambio.