En los medios
El aprendizaje influye igual en la toma de decisiones y en la confianza
El estudio fue liderado, entre otros, por Mariano Sigman, jefe del Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Torcuato Di Tella.
En general, los científicos han estudiado el efecto del aprendizaje perceptivo (habilidad de conocer y establecer patrones en una situación general) en las capacidades de discriminación y han descuidado el aspecto de la confianza subjetiva sobre las decisiones que se toman. Ahora, un ingenioso experimento realizado en Argentina muestra que la práctica produce el mismo impacto positivo en ambos planos.
Algo que, por el momento, nos distingue de cualquier
computadora o robot es que nuestras decisiones vienen acompañadas por una
experiencia subjetiva, explicó el primer autor del estudio, el doctor Guillermo Solovey, investigador del CONICET
en el Instituto de Cálculo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales
(FCEN) de la UBA.
“Una forma en que se expresa el carácter subjetivo de la
experiencia es en un grado de confianza (o duda) que nos genera cada decisión
que tomamos. Esta mirada introspectiva puede estar bien calibrada o no”, dijo
Solovey.
Idealmente, sólo las decisiones difíciles tendrían que
generar dudas y no aquellas para las cuales muy probablemente se acierte. “Este
reconocimiento de nuestros propios errores y aciertos es lo que posibilita, por
ejemplo, que podamos aprender”, señaló Solovey. “La calibración de la
confianza, sin embargo, puede fallar. Se sabe desde hace muchos años que
podemos caer fácilmente en una sobreestimación de nuestra capacidad, en una
especie de inflación de la confianza. Por otra parte la práctica nos hace
mejores, pero ¿nos damos cuenta de esa mejoría o no?”.
En el estudio, descrito en la revista “Consciousness and
Cognition”, Solovey y sus colegas estaban interesados en estudiar en qué medida la práctica afecta
estas dos vías: la de la decisión y la de la confianza. Para averiguarlo,
diseñaron un experimento con siete voluntarios (hombres y mujeres), de una edad
promedio de 25 años, para evaluar esos dos frentes de forma independiente.
A los participantes se les mostraba una serie de figuras
geométricas en la pantalla por un tiempo muy breve, y tenían que decidir si un
objeto en particular estaba presente o no en un mar de objetos distractores,
como en la serie de libros “¿Dónde está Wally?”. Al mismo tiempo, tenían que
reportar el grado de confianza que tenían en esa decisión.
“El primer día del experimento, los participantes hacían la
prueba y con esto teníamos el nivel basal”, indicó Solovey. Luego, cada uno de
ellos fue entrenado para mejorar su capacidad de reconocer el objeto target
(aprendizaje perceptual). Después de varios días de entrenamiento, la capacidad
mejoró.
En la etapa pre y post-entrenamiento, los participantes
realizaron otras dos tareas que permiten manipular el acceso de imágenes a la
conciencia. En una de ellas, “attentional blink” o “parpadeo atencional”, la
aparición sucesiva de dos objetos target con poco tiempo de diferencia (200 a
300 milisegundos) torna “invisible” al segundo porque el cerebro aún se
encuentra procesando al primero. En la segunda tarea, “visual masking”, se
logra un efecto similar cuando una imagen muy distinta “enmascara” al objeto
target cuando se presenta 20 milisegundos después.
“El último día del experimento, volvimos a evaluarlos en la
tarea del primer día y comparamos los cambios que produjo el entrenamiento en
su capacidad objetiva y en los aspectos subjetivos (confianza)”, afirmó
Solovey.
Usando modelos computacionales, los investigadores encontraron
que el efecto del aprendizaje en la toma de decisiones y asignación de
confianza es el mismo en ambos casos, más allá de las diferencias entre las
tareas. “Nuestro trabajo propone que el aprendizaje perceptual se puede usar
como vehículo para estudiar disociaciones entre la confianza y las elecciones
humanas”, puntualizó Solovey, para quien resta por explorar qué aspectos de
estos procesos y tareas son transparentes y cuáles opacos a la introspección.
El estudio fue liderado por los doctores Mariano Sigman,
jefe del Laboratorio de Neurociencia de la
Universidad Torcuato Di Tella, e investigador en el Instituto de Física
de Buenos Aires (IFIBA), dependiente de la UBA y del CONICET, y Diego Shalom,
del Laboratorio de Neurociencia Integrativa de FCEN. Y también participó la
doctora Verónica Pérez-Schuster, del CONICET y de la UBA.
A los participantes se les mostraba una serie de figuras
geométricas en la pantalla por un tiempo muy breve, y tenían que decidir si un
objeto en particular estaba presente o no en un mar de objetos distractores. Al
mismo tiempo, tenían que reportar el grado de confianza que tenían en esa
decisión.