Cómo garantizar la seguridad pública sin cometer abusos
Cristopher Stone, experto de la Universidad de Harvard, explica la reforma policial en Los Angeles
A principios de los años 90, la reputación de la policía de Los Angeles caía en picada y era sacudida por fuertes acusaciones de violencia innecesaria, abusos y corrupción.
Hasta que, el 3 de marzo de 1991, el afroamericano Rodney King, que gozaba de una libertad condicional, intentó escapar de una patrulla que pretendía detenerlo por exceso de velocidad en la autopista.
La noticia de la tremenda paliza que le dieron a King los cuatro oficiales que lo atraparon dio la vuelta al mundo y encendió las críticas de los organismos de derechos humanos. La imagen de los palazos sobre el cuerpo de un ciudadano negro desarmado se convirtieron en un ícono de los excesos y actos de corrupción cometidos por la policía de Los Angeles. La justicia local sólo pudo procesar a los policías, pero eso no bastó para cambiar los métodos abusivos.
En el nuevo milenio, el gobierno obtuvo nuevos poderes que le permitieron encarar las reformas de los departamentos de policía con serios problemas. Las nuevas estrategias, a partir de 2001, no sólo demostraron que el cambio era posible, sino que los resultados posteriores sirvieron para desterrar un mito arraigado tanto en los policías como en los ciudadanos: era posible ser eficaz en la lucha contra el delito sin recurrir a la violencia innecesaria y respetando a rajatabla los derechos de las personas. Ante el "cambio de estilo", la gente confió en la policía y ésta respondió, y comenzó a recuperar su reputación.
Esa es una de las conclusiones que trajo a la Argentina Christopher Stone, profesor de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard, invitado a exponer sus estudios sobre el caso de Los Angeles en un seminario internacional sobre experiencias en seguridad dictado en la Universidad Torcuato Di Tella y organizado por el Laboratorio de Investigaciones sobre Crimen, Instituciones y Políticas (Licip) de la UTDT ; el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y la Fundación Red de Acción Política (RAP).
En una entrevista con LA NACION, explicó cómo se gestaron aquellos cambios y resaltó que, aunque el modelo no se puede replicar sin más, por ejemplo, en un país como el nuestro, el caso de Los Angeles deja una importante lección: que una policía con la peor reputación puede cambiar y hacer una real contribución a bajar el delito.
-¿Cómo se realizó el proceso de reforma en Los Angeles?
-Fue un gran cambio en todos los niveles de la policía. Hubo un gran control de los procedimientos y del desempeño de los oficiales. Se creó una base de datos que contiene todas sus actuaciones, a partir de reportes escritos por los policías de calle. A partir de esa base se comenzó a analizar si la violencia ejercida era correcta y no excesiva. Esos reportes eran evaluados por una nueva unidad de control dentro de la policía. Además, los mandos medios no sólo debían cumplir órdenes, sino que también debían tomar decisiones y articular una estrategia de acción sobre la zona a su cargo en relación con los delitos que se les presentaran.
-¿Cómo reaccionó la policía ante todos estos cambios?
-Muchos oficiales se retiraron luego de la reforma por no estar de acuerdo con ella. A partir de 2001, el 40% de los oficiales son nuevos. La policía misma piensa ahora que funciona mejor. En Los Angeles hay 10.000 policías para tres millones de habitantes.
-¿Qué se combatió primero: los abusos o la corrupción?
-Las dos cosas, ya que el fenómeno de la corrupción y el de la violencia extrema van de la mano. Hoy, la policía no utiliza la misma fuerza extrema, ya que no la necesita. Ahora hay mayor cantidad de controles callejeros antes que enfrentamientos armados.
-¿Sienten los ciudadanos que la reforma policial les dio más seguridad o siguen reclamando mayor protección?
-Tanto los ciudadanos comunes, la policía, como aquellos que son arrestados creen que el funcionamiento de la fuerza ha mejorado y que trata mejor a los ciudadanos. Eso la hace más efectiva. La reforma no se hizo porque la lucha contra el delito era ineficaz, sino por los abusos. Y el nivel de delitos no aumentó.
-¿Es posible realizar una reforma similar en la Argentina, teniendo en cuenta que no sólo hay problemas de reputación sino también altos niveles delictivos?
-No creo que se pueda copiar la reforma de Los Angeles en la Argentina. Pero es un ejemplo de que se puede cambiar la reputación de una fuerza y recuperar la confianza. Creo que es un paso importante para dar solución a los problemas criminales.
-¿Es necesario un consenso político para implementar una gran reforma policial?
-Sí, claro. Son necesarios los consensos, tanto entre fuerzas políticas como con la policía. También es necesaria la aprobación de la sociedad. Pero no se puede esperar a los consensos, no se puede cambiar a la policía sólo desde afuera. El cambio debe darse también en el corazón de la institución.
-¿Cuál es el papel que le cabe a la ciudadanía en una reforma?
-Se deben crear asociaciones de ciudadanos que le expliquen a la policía cuáles son sus mayores problemas. Esto debe suceder en los lugares en los que el nivel delictivo es más elevado. La policía no debe privarse de entrar a los lugares peligrosos, sino que debe tener diálogos con referentes de esos barrios. No se debe tratar a los lugares hostiles desde afuera.
-¿Influyen los niveles de drogadicción en el incremento de los delitos?
-No necesariamente. En Nueva York el nivel de criminalidad bajó luego de la reforma del ex alcalde (Rudolph) Giuliani, pero no el de consumo y tráfico de estupefacientes. Pero, igualmente, tanto la droga como la pobreza son malas excusas para tolerar el crimen.