Di Tella en los medios
Clarín
15/03/17

Todas las obras, todas, en el Día Nacional de los Monumentos

Para Jorge Francisco Liernur, profesor emérito de la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos de la Di Tella, “la noción de conservar y poner en valor el patrimonio es relativamente reciente”.

Cada vez que paso por el Hospital Español, en avenida Belgrano al 2900, algo se me revuelve. Si se mira con un poco de atención se ve su cuerpo amputado en cuyo reemplazo construyeron un edificio que en su momento debe haber sido moderno. Como comentó con justeza una tal Judith Berman en el sitio Edificios y Monumentos de Buenos Aires, “es como si le tiraran piedras a un pavo real”.

Tiempo atrás le pregunté a Jorge Francisco Liernur, uno de nuestros más prestigiosos críticos e historiadores de la arquitectura, su opinión sobre tal salvajada. Y respondió: “Es que la noción de conservar y poner en valor el patrimonio es relativamente reciente”.

En los años 70, cuando yo cursé Arquitectura en la UBA, los únicos que hablaban de Patrimonio eran los del equipo del arquitecto Jorge Gazaneo, una eminencia que entre sus obras cuenta haber recuperado la Basílica de Luján.
En esos años, todavía tenía vigencia la idea del Movimiento Moderno de hacer tabla rasa con lo viejo, con la historia y darle lugar a una ciudad más funcional, higiénica e igualitaria.

Fueron tiempos de grandes utopías. Desde un Le Corbusier que quiso cargarse media Paris o Buenos Aires para plantar sobre grandes áreas verdes, torres luminosas y bien orientadas, hasta locuras tales como los edificios caminantes del grupo inglés Archigram, con una estridente estética pop.

Pero a principios de los 80, con la irrupción del Posmodernismo en la Arquitectura, volvió a valorarse la historia y la sabiduría condensada en la ciudad tradicional, en su tejido y sus monumentos.

Ya no hizo falta aclarar que el Patrimonio no solo es, como dice el diccionario, “el conjunto de bienes propios de una persona o institución susceptibles de valoración económica”. Como señaló Nani Arias Incollá en la introducción a la colección Patrimonio Argentino que ARQ - Clarín publicó en 2012, “el patrimonio ha extendido sus dominios, ampliándose en lo cronológico, lo geográfico y lo tipológico. Este ha sido, sin dudas, el gran logro de las últimas décadas, que consiguió reducir la brecha entre lo natural y lo artificial, entre lo material e inmaterial¨.

Es en este contexto, que la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos del Ministerio de Cultura de la Nación lanza para el próximo sábado 18 y domingo 19, el Día Nacional de los Monumentos, ocasión en la cual podrán visitarse unos 400 Monumentos Nacionales y edificios de valor patrimonial de todo el país, desde la Puna a la Patagonia y desde la región andina al Litoral.

“El patrimonio cultural arquitectónico de la Argentina - señala Teresa de Anchorena, presidenta de la Comisión de Monumentos- posee una originalidad y variedad comparable a la de su patrimonio natural. Desde los primeros testimonios de los habitantes originarios, presentes en los sitios arqueológicos de hace 5.000 años, hasta las construcciones de la segunda mitad del siglo XX, se suceden estratos de gran riqueza diseminados por todas las regiones del país: casas y corrales, iglesias y fuertes, puertos y ferrocarriles, avenidas y parques, palacios y teatros, estancias y fábricas, caminos y puentes, diques y usinas, serán los distintos tipos de construcciones que sirvieron a funciones colectivas e individuales, públicas y privadas”.

Tal es así, que como en pocas partes del mundo, se encuentran juntos ya sea en una región, una ciudad o hasta en una calle o avenida como en la Avenida de Mayo, una cantidad descomunal de estilos y movimientos, una particularidad a la cual, nosotros estamos acostumbrados, pero asombra a los visitantes que vienen del exterior.
El amplio repertorio puede incluir desde construcciones Incas, Coloniales, del Neoclasicismo, Academicismo y del Eclecticismo. De los movimientos renovadores de principio del siglo pasado como el Art Nouveau, el Neocolonial o el Art Déco. Y también de tiempos posteriores y más cercanos como edificios del Racionalismo, Monumentalismo, Estilo Internacional, Brutalismo o del Posmodernismo.

La Ciudad de Buenos Aires mostrará orgullosa los edificios que le valieron a fin del siglo XIX el nombre de “la París de América del Sur”: la Avenida de Mayo, el Palacio del Congreso, el Teatro Colón o el Palacio de las Aguas Corrientes.

Más allá de la avenida General Paz, en la provincia se podrán visitar fortines y establecimientos agrícolo-ganaderos que reflejan las sucesivas inmigraciones de fines del siglo XIX y principios del XX y también las importantes obras públicas en materia de educación, salud, vivienda y comunicaciones realizadas a principios del siglo XX.
En la zona Centro, Córdoba sobresale por su arquitectura del período hispano, con la Manzana y las Estancias Jesuíticas. Santa Fe y Entre Ríos detentan su valiosa arquitectura con influencias italianizantes, como el caso del Palacio San José o el de los teatros a la italiana con planta en herradura: el Círculo de Rosario, el Municipal de Santa Fe, el 3 de Febrero de Paraná y el de Gualeguaychú. La región de Cuyo tiene un paisaje cultural que abarca varios siglos, desde yacimientos arqueológicos prehispánicos a valiosos ejemplos de un patrimonio industrial que hablan de su fuerte identidad productiva.

El NEA y el NOA presentan ricos perfiles culturales que reafirman nuestra identidad americana.
En el caso del NEA, tal identidad pasa por el universo guaraní, por la experiencia jesuítica y por la posterior incorporación europea con los aportes de polacos, alemanes, ucranianos, rusos, croatas, serbios, eslovenos, checoeslovacos y búlgaros.

El NOA detenta sus dos declaratorias patrimoniales de la UNESCO, el Qhapaq Ñan y la Quebrada de Humahuaca. Es la región donde se da el vínculo más antiguo y profundo con el resto de América y las culturas prehispánicas surandinas. Aquí, dice Alberto Petrina, vicepresidente de la Comisión de Monumentos, “se puede reconocer un hilo conductor trenzado por un universo de pircas, patios y galerías que se continúa en la poética minimalista de las capillas coloniales y vuelve a reflejarse en la vertiente racionalista local de las décadas de 1940 a 1960, cuando la obra de autores como Eduardo Sacriste abra las puertas a la experiencia de una Modernidad apropiada y regional”.
En el otro extremo del país, el patrimonio de la Patagonia también abarca distintas épocas, como señala la Comisión, desde las Cuevas de las Manos, en Santa Cruz, a la arquitectura de madera y chapa de estancias y galpones, pasando por las colonias, las antiguas misiones y los establecimientos productivos e industriales, hasta los edifi¬cios levantados por Parques Nacionales en el siglo XX, “testigos de una acción del Estado ligada a la ocupación del territorio y la creación de identidad”.

La propuesta es entonces, prepararse con una libretita de apuntes y máquina de fotos para recorrer este fin de semana algunos de estos 400 edificios... Para conocer un poco más de nuestro pasado y de nuestra identidad. Entender un poco más de dónde venimos y repensar, conociendo nuestras raíces, hacia dónde vamos.


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