Di Tella en los medios
Visión Liberal
30/11/17

La lección del Ara San Juan: ¿Qué hacemos ahora con nuestras FF.AA?

Por Nelson Aguilera

Según el graduado de la Maestría en Estudios Internacionales de la UTDT, "las Fuerzas Armadas argentinas padecen un grave problema de sobredimensionamiento"


Como lamentablemente viene ocurriendo desde hace mucho tiempo, la tragedia del submarino ARA San Juan vuelve a desnudar las falencias del Estado argentino a la hora de diagramar una estrategia de defensa que se encuentre a la altura de las demandas geopolíticas del siglo XXI. Desde ya, una sociedad que se desentiende de sus obligaciones militares corre el riesgo de hacerse más vulnerable a los peligros que existen en el mundo, exponiéndose a una pérdida sustancial de potestades soberanas.

Ahora bien, suponiendo que la clase dirigente haya tomado nota de las terribles consecuencias que genera la impericia estatal, lo que habría que (re)considerar con detenimiento son las prioridades al momento de definir el rol de las fuerzas armadas en nuestro esquema de inserción internacional.

A este respecto, cabría recordar que todas las experiencias conocidas sobre utilización del aparato de defensa en tareas relacionadas a la persecución del crimen organizado redundaron en estrepitosos fracasos, cuando no en verdaderos desastres humanitarios. 

El drama mexicano acaso sea el ejemplo más elocuente en ese sentido.

En segundo lugar, lo que habría que reconocer en forma sincera e inexcusable es que las fuerzas armadas argentinas padecen un grave problema de sobredimensionamiento. Los algo más de 80 mil efectivos que componen la estructura militar se distribuyen desproporcionadamente a lo largo de una trama en la que hay más personal en los niveles medios de oficiales que en los rangos inferiores. 

La reducción de personal no debería entrañar necesariamente un problema en términos de costos sociales, ya que quienes queden excluidos del cuerpo de defensa bien podrían nutrir los números de las fuerzas de seguridad interior, principalmente en Gendarmería, cuya complejización de actividades ha vuelto imprescindible la dilatación de sus estructuras.

La evolución de las modalidades de enfrentamiento bélico representa otra variable a ser tenida en cuenta. Los próximos años serán testigos de un desarrollo tecnológico que exigirá una adaptación de las capacidades institucionales. Es muy probable que dichos esfuerzos de racionalización dibujen un mapa con ejércitos más acotados en recursos humanos, robotizados, organizados como fuerzas de operaciones especiales y con capacidad para interactuar con otras unidades.

Una reforma integral del sistema de defensa también implicaría repensar los criterios de adquisición de equipamiento. Durante las administraciones kirchneristas, el énfasis puesto en tareas de asistencia en desastres naturales y ayuda humanitaria permitió que la Argentina se posicionara en un lugar destacable en el ámbito de la cooperación internacional, sobre todo gracias a su activa participación en misiones de paz. 

Construir una estrategia acorde con los vertiginosos cambios que experimenta el mundo actual exige que la Argentina emprenda una profunda reorganización al interior del sector castrense. Siendo tan baja la probabilidad de guerra entre países sudamericanos, resulta imperioso avanzar en la reconversión del Ejército, lo cual conllevaría no sólo una disminución de tamaño, sino también la introducción de una serie de cambios funcionales. Sobre este punto, lo razonable sería que el Ejército se transformara en una unidad de reacción rápida, ligera e integrada predominantemente por fuerzas especiales. Por supuesto, tales modificaciones deberían ser complementadas con un empoderamiento de los recursos aeronavales. 

Por otro lado, es preciso que el Estado refuerce la conectividad de la masa continental con la Antártida y ejerza un mayor poder de monitoreo sobre los espacios marítimos. En orden a cumplir ese objetivo, cabría esperar que la Argentina aumente el número de submarinos y de fragatas y proceda a otorgar mayores márgenes de decisión a los comandantes navales antes que a los oficiales de superficie. 

Indudablemente, sería necio creer que el proceso de reinvención de la política de defensa puede realizarse de un día para el otro.Tan necio como pensar que la Argentina puede desenvolverse en el desorden global sin tener fuerzas armadas decentes.