Di Tella en los medios
Diario Perfil
28/05/17

Adiós de colegas y discípulos a un maestro de la sociología argentina

Por Luis Costa, Luis Tonelli y Diego Reynoso

Tres testimonios de profesionales que trabajaron junto al pensador fallecido. Además de la calidad y el rigor de su trabajo, destacan otros aspectos: el dandy comprometido con su época, el lúcido intelectual que veía aristas no siempre iluminadas por el discurso teórico, el amigo discreto y atento, el que enseñaba siempre con pasión, aun en los detalles.

Manuel Mora y Araujo y lo inmenso
Me dijo que Alvin Toffler era su amigo, y me lo dijo al pasar, porque la anécdota era que Toffler le decía entre risas que vendía muchos más libros que el aburrido de Daniel Bell. Y entonces Manuel se me hizo inalcanzable para siempre.
En sus historias se representaba un mundo inmenso y universal. Los que para nosotros eran libros y autores de la facultad, en Manuel eran vida cotidiana porque él había sido el que también construyó, como Toffler y Bell, y Habermas y todos, el conocimiento de la sociología moderna. Manuel era igual que ellos, igual que los libros, Mora y Araujo llegó a este mundo de las encuestas luego de una carrera académica absolutamente relevante y fijada en sus maravillosos trabajos sobre el peronismo. Esto de que el peronismo se orientó como un partido obrero en los grandes centros urbanos industriales, y como un partido conservador en los aglomerados tradicionales con menos desarrollo fabril, me ha resultado siempre un resumen brutal de cómo puede funcionar la modernidad. Un mismo actor puede ser, desplegado en campaña, dos cosas al mismo tiempo dependiendo de quién lo observe. El peronismo sigue siendo, todavía, eso mismo, un cuerpo adaptable a las circunstancias.

En la década de 1980 comenzó a crear su magnífica máquina de hacer encuestas perfectas. El entonces presidente de una tabacalera le apostó que no podía tener razón en que Alfonsín iba a ganar la elección presidencial de 1983 y con asombro tomaban sus datos de que Cafiero parecía perder la interna contra Menem. En el que tal vez fue su caso más maravilloso, viajó con su empresa a Nicaragua y sólo él y otra consultora pudieron prever la sorpresiva victoria de Violeta Chamorro en la elección presidencial. A Manuel le iba bien en el mundo, no sólo en Argentina.
Vivía en él un deseo incontenible de saber. Manuel comía información, disfrutaba la incorporación sin miedos de los datos y bailaban en sus pensamientos desde un análisis de riesgo financiero hasta una novela china antigua. A todos les ofrecía su espectáculo maravilloso de combinaciones, y en él todo eso quedaba siempre más lindo.
Manuel te escuchaba. Dedicaba mucho tiempo a prestarles atención a los otros, a conocer lo que tenían para pensar sobre lo que fuera. Al contrario de alguien que tenía derecho a exigir que todos nos rindiéramos a sus pies, se sentaba a nuestros pies y nos invitaba a estar con él también ahí relajados.

Lo que más voy a extrañar es poder llamarlo y hablar, que me llame y me diga de ir a almorzar y que en el almuerzo usemos la sociología para reírnos del mundo. Nunca fui un sociólogo tan feliz como estando con él.
Manuel, no sabés lo que te perdiste estos días. Habló de nuevo Cristina en una entrevista, mismo formato de siempre y larga. Creo que lo más interesante que te podría decir es que comprueba que obviamente no hay manera de que cambie, ni ella ni los que la siguen. Qué bárbaro, ¿no? Después siguen apareciendo videos caseros de Randazzo, filmados con el celular. Ahí creo que está lo más atractivo, ¿verdad? Un día mi abuela falleció y sentí desde ese momento que de alguna manera sabría qué hubiera dicho en cada momento que no pudo conocer.

Con Manuel imagino lo mismo, imagino con facilidad sus probables reflexiones sobre todo lo que está por venir porque va a estar con nosotros siempre. Algo de él, lo que logremos, seguirá en nuestro conocer.
Amaba a sus hijos fervorosamente y sus hijos vivían en él. Ellos aparecían en la conversación, sus nietos aparecían, su esposa Puppe aparecía.

En las charlas sobre la sociedad todos ellos se hacían presentes en la conversación porque, junto con él, eran protagonistas de la vida esta en la que pensábamos todo el tiempo, y personificaban ejemplos extraordinarios de los caminos posibles para los sujetos modernos en la sociedad moderna. Allí estaban en la mesa del restaurante desde Durkheim hasta su nieto, y todos en la danza maravillosa de su reflexión.

A pesar de que ya no voy a poder esperar nunca más tu correo electrónico con comentarios sobre mis artículos en PERfiL, voy a imaginar que los leerías todos. No sabés Manuel todo lo que estamos diciendo sobre vos en PERfiL, es maravilloso. Te voy a extrañar, pero te aseguro que vas a seguir en mí.

*Sociólogo. Director de Quiddity; ex director de Ipsos Mora y Araujo.

Conversando con Manolo “Nos tomamos unos gin tonic y conversamos”.
Voy a extrañar ese convite que Manuel Mora y Araujo me hacía de tanto en tanto para que revisásemos algún tema de trabajo juntos o simplemente para intercambiar pareceres sobre el tema que siempre lo apasionó: nada más y nada menos que la Argentina.

Manolo fue una rara combinación de académico, hombre público, empresario y dandy quizás ya de otra época. Un intelectual dueño de una cultura amplísima al que no se le escapaba nada que valiera la pena para leer, mirar o escuchar. Un académico con una muy sólida y amplia formación, en la que se destacó como pionero de la medición de la opinión pública en toda América Latina, tanto en su faz metodológica como la comercial. Con Manuel uno podía charlar de los clásicos tanto como de la vanguardia. El interlocutor era el que fijaba el nivel de la conversación.

Mora fue asimismo un analista político modelo para todos los que incursionamos en esos atrevimientos y combinaba su enorme conocimiento con información producto de sus charlas con todos los que había que charlar. Fue un columnista de lujo, un emprendedor, un creador de instituciones, un gran conferencista, un publicista del liberalismo en serio y un brillante profesor –tuvimos la suerte de contarlo en el plantel docente de la carrera de Ciencia Política de la UBA desde sus inicios–. También un fino sibarita y gourmet, un conversador cálido y, sobre todo, un amigo entrañable muy, pero muy generoso. Ah, y con una pinta y un charme de galán de cine. A sus 79 años seguía conservando esa baby face de siempre.

Manolo es un gran exponente del ensayo en la mejor tradición de la literatura nacional política y social, y con prosa casi de formato anglosajón, despojada y directa, trataba periódica y calificadamente la actualidad. Sin embargo, mis favoritos siguen siendo sus artículos aparecidos en las revistas de ciencias sociales donde trató los problemas estructurales de la Argentina y, obviamente, su libro clásico de las ciencias sociales argentinas –en un país con poquitísimos libros clásicos–, El voto peronista.

Una sentencia de Manolo que siempre tengo presente es que “la Argentina no es un país atrasado, más bien, adelanta los problemas que luego sufren los países avanzados”. El porqué de la cuestión era sencillo: un país con una extensa clase media pero con una productividad y competitividad que no estaban a su nivel era muy sensible a los shocks externos que adelantaba.

Otro aporte de Mora fue la disección de la doble estructuración del voto peronista: populista y obrerista en los grandes centros urbanos pero conservador popular en las provincias más rezagadas. Y, de allí, otra conclusión, inscripta en la tradición del legendario Instituto Di Tella que integró, y que consideraba un factor desequilibrante la ausencia de un partido de derecha: que su emergencia dependía de que absorbiera parte de los sectores altos –los que votaron como mal menor a Alfonsín, y después optaron por la Ucedé, partido en el que intentó ser elegido diputado– y parte de los sectores más humildes, en manos del peronismo. Cuando uno analiza hoy el electorado del PRO en la Ciudad de Buenos Aires, precisamente ostenta esas características: gana en las comunas más ricas y las más pobres, mientras que la avenida Rivadavia a lo largo y a lo ancho, expresión de la clase media-media porteña, le resulta esquiva.

Pero sus contribuciones e ideas han sido tantas y en campos tan diversos que seguramente cometo una injusticia mencionando sólo algunos de los que más me impactaron. Lo que sería otro motivo de charla de los que teníamos con Manolo. Vamos a seguir conversando con él, ahora tomándonos unos gin tonics a su memoria. 

*Politólogo. Ex director de la Carrera de Ciencias Políticas de la UBA.

El privilegio de haberlo conocido
A fines de la década de los 80, principios de los 90, empecé la facultad. Recuerdo que poco antes de decidirme a estudiar Ciencia Política llegó a mis manos el texto de Manuel Mora y Araujo La naturaleza de la coalición alfonsinista, y al terminar de leerlo supe inmediatamente que eso era lo que quería estudiar, hacer, escribir y enseñar. ¡Quedé fascinado! Ya en la universidad como estudiante, en los primeros años 90, lo conocí.

Pero su fama y prestigio me paralizaban cada vez que lo veía. Fue profesor mío también en el posgrado. Era un profesor diferente y, según mi punto de vista, portaba un halo de celebridad: era el profesor que veías en la tele y leías en los diarios. No obstante, en el trato era una persona de lo más amable, cordial y amistosa, y no es algo menor considerando su condición de académico y profesional de la consultoría política.

Tenía una forma de abordar la política parsimoniosa, precisa y para nada arrogante o pretenciosa. Era claro. Su claridad se plasmó en muchos libros sobre la opinión pública y la sociología del voto, imprescindibles para entender la política argentina y analizar la coyuntura, tales como El voto peronista o Ensayo y error, por citar algunos de ellos.
Tenía un enfoque analítico sobre la opinión pública que plasmó con claridad en 2007 en un gran libro de texto, The Power of Conversation: Elements for a Theory of Public Opinion, que sin lugar a dudas influirá en todos los que fuimos sus alumnos, discípulos o simplemente seguidores de sus columnas. Su enfoque para el análisis de la política electoral argentina y la opinión pública se basaba en una matriz de segmentación que había desarrollado a lo largo de todos sus trabajos, y que consistía en un patrón subyacente asociado a temas que marcaban de manera singular la política argentina: la opinión en torno al nivel de intervención en la economía, la simpatía o antipatía en relación con las fuerzas armadas, los sindicatos y la Iglesia.

Del cruce de esas opiniones entendía que emergían los segmentos que alimentaban la constitución de los principales actores del juego político tanto del lado de la oferta (los partidos) como de la demanda (la opinión pública). Desde luego, el tamaño de los segmentos (corporativistas, liberales, desarrollistas, etc.) fueron variando a lo largo de estos años, pero los temas siguieron siendo estructuradores de los segmentos de opinión pública, tal como lo describió en su libro La argentina bipolar: los vaivenes de la opinión pública 1983-2011.

Las vueltas de la vida hicieron que, luego de muchos años de leerlo y admirarlo, haya tenido la fortuna de compartir con él cercanamente este último tiempo.

Mi vínculo personal comenzó cuando asumí como director de Ipsos-Mora y Araujo, por un breve período hasta hace muy poco tiempo. Al principio me parecía increíble estar al lado de él dirigiendo la que había sido en su momento la consultora de opinión pública que él había fundado. Debo confesar que, al principio, me dirigí a él de una forma tan reverencial que me pidió con su estilo sobrio y amable que nos tuteáramos. Con el tiempo nos fuimos haciendo confidentes. Yo le pedía consejos semanalmente, casi todos los miércoles, cuando solíamos almorzar juntos. Sobre todo cuando íbamos a comer a una de esas hamburgueserías gourmet que, quizás ahora que lo pienso, le estarían vedadas, y eran de sus favoritas. Me contó muchísimas anécdotas de su extraordinaria vida: su ida a Flacso Chile, su relación con Galtung, su escala en París, su estadía en Oslo, la fundación Bariloche, cómo fundó la consultora, la política en los 80 y en los 90, su paso por el rectorado de la  UTDT  y demás. Uno tenía la sensación de que no alcanza una vida para vivir todo lo que había vivido.

A veces, en algunos eventos públicos, cada vez que me presentaba a alguien solía bromear diciéndoles: “Te presento a mi jefe”. Debo confesar que sólo estar al lado de él te hacía sentir importante. En diciembre de 2016 me tocó hacer una presentación con público en Ipsos.

Manolo estaba presente y recuerdo haberle confesado en plena presentación que cuando yo era joven quería ser, cuando fuera grande, como él. Insisto, se necesitan varias vidas para ser cómo él, y además mucha sopa, como dicen en el barrio. Manolo ha sido uno de los pilares del análisis político, la consultoría y la opinión pública de Argentina, conocido en la región y mundialmente. Un profesional con un prestigio que pocos portaban y portan.
Su nombre no sólo es admirado por los colegas y los estudiosos de la política y las elecciones, sino también por el gran público. Fue quizás uno de los privilegios más grandes que tuve, y uno de mis mayores gustos, haberlo conocido, aprender de él y tenerlo cerca.

*Conicet-Universidad de San Andrés, ex director Ipsos Mora y Araujo @dgreynoso.