30/10/12
Un nuevo liderazgo para una nueva China
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EL ASCENSO DE LA QUINTA GENERACIÓN: Por Mariano Turzi Director del Programa de Estudios de Asia Pací!co, Universidad Torcuato Di Tella
La República Popular China se encuentra en un momento de transición política.
En octubre de 2012, la quinta generación de líderes asumirá la dirección del Partido Comunista de China (PCCh). La primera generación fue la comandada por Mao Tse Tung, el líder revolucionario y fundador de la República Popular. Deng Xiaoping -líder de la segunda- transformó a China por medio de la apertura y la reforma. En 1992, la tercera generación -a cargo de Jiang Zemin- tomó el poder bajo la bandera de acelerar y profundizar el crecimiento económico y la inserción internacional del país. En 2002, la dupla Hu Jintao (presidente) y Wen Jiabao (primer ministro) asumió con una plataforma basada en el equilibrio y la armonía social. ¿Cómo es la quinta generación que gobernará los destinos de China hasta 2022? Desde el punto de vista colectivo, la generación de Xi Jinping y Li Keqiang -respectivamente futuro presidente y primer ministro- es la más diversa en la historia de la elite de la República Popular, en términos de formación educativa, clase social, lealtad política y experiencia administrativa. Los veteranos revolucionarios comunistas de los tiempos de Mao y Deng eran fundamentalmente campesinos y soldados.
Los ingenieros tecnócratas constituyeron el núcleo de la tercera y la cuarta.
Por su parte, la quinta generación es más internacional y so!sticada, pero también más asertiva y nacionalista.
Son profesionales mayormente de las ciencias sociales.
Pero la composición de la dirigencia se encuentra atravesada también por dos corrientes internas diferentes en el seno del PCCh: los Taizidang ("príncipes") y los Tuanpai ("cuadros de la liga", provenientes de la militancia en la Juventud Comunista). Desde la época de apertura y reformas en 1978, el proceso de toma de decisiones en China se ha vuelto mucho más complejo: el desarrollo de las fuerzas económicas ha redistribuido el poder político a lo largo de sectores y territorios. El resultado es una multiplicidad de actores e intereses, todos con capacidades diferenciales de negociación en incidencia en los resultados !nales.
Las dos corrientes no solamente re"ejan diferencias intelectuales de origen; también revelan diferentes proyectos de país. Los objetivos de política pública -agendas económicas, prioridades sociopolíticas, modelos de desarrollo, políticas exteriores- de ambos grupos son heterogéneos, ya que responden a distintas bases de apoyo.
Los taizidang encabezan una coalición más elitista. Ésta representa los intereses de ciudades ricas en provincias costeras. Vinculada a la exportación y las !nanzas, esta coalición responde a patrones liberales. Favorecen una inserción internacional a los mercados mundiales, facilitando el establecimiento de las empresas transnacionales. El énfasis está puesto en potenciar el crecimiento.
La coalición popular tuanpai hunde sus raíces en el interior de China, entre los trabajadores rurales y las provincias menos desarrolladas del interior. Su centro de atención está puesto en las desigualdades emergentes del proceso de industrialización y su agenda se focaliza más en reducir las desigualdades territoriales y sociales.
Pero por encima de cualquier diferencia existente entre facciones, todo líder chino –tuanpai o taizidang, popular o de elite, progresista o conservadotiene como valor máximo la estabilidad, garantizada en la unidad del gobierno y la cohesión de la dirección partidaria. La relación inextricable entre el partido y el Estado hace que el sistema limite la competencia interna, ya que como se temió durante los incidentes de Tiananmen en 1989- la desestabilización del partido podría hacer colapsar la estructura de gobernabilidad del país.
Es por eso que el PCCh ha establecido la fórmula "un partido, dos coaliciones".
Los patrones de competencia y cooperación deben balancearse para asegurar la supervivencia del partido y la estabilidad del régimen. El consenso, el reparto de poder y el acuerdo entre las facciones son los mecanismos que salvaguardan la desintegración centrífuga de la estructura. Como lo demostró la caída del poderoso Bo Xilai, la transgresión máxima en el sistema político chino es colocar el rédito individual por encima de la estabilidad del sistema.